Capítulo 6 Noche de peliculas arruinada
Tras la partida de mi madre con los niños, regrese a la habitación, con la esperanza de encontrar a Andrey allí para discutir las cosas y resolver nuestras diferencias. A pesar de que mi mal genio se había calmado un poco, seguía sintiendo una mezcla de frustración y tristeza en mi interior. Sin embargo, al buscar por toda la casa, noté que Andrey no estaba por ningún lado.
«Habrá salido a despejar la mente» pensé.
Al darme cuenta que estaba sola en casa decidí relajarme en el sofá y ver una película. Pero antes de que pudiera siquiera elegir qué ver, mi teléfono sonó.
– Mi Sun, abre la puerta que el lobo quiere entrar – dijo Vanessa del otro lado de la línea. Siempre hacia esta clase de bromas tontas, con las cuales era imposible no reírse al menos un poco.
Al abrir la puerta, fui recibida por el grito emocionado de Vanessa mientras sostenía un litro de helado en alto.
– ¡Surprise! – exclamó – Sopita para el dolor del cuerpo y helado para las penas del corazón.
Ella siempre sabía exactamente lo que necesitaba. Con solo una mirada, podía entender lo que estaba pasando en mi interior. No era de extrañar que fuera mi mejor amiga.
Le invité a pasar y nos sentamos en el sofá. Vanessa parecía inquieta y no pude evitar preguntarle qué sucedía.
– No veo al ogro, ¿acaso no ha salido de su pantano? – preguntó con una sonrisa pícara.
– No es ningún ogro, solo que en ocasiones suele andar de mal humor – respondí tratando de justificarlo – Pero es debido al trabajo.
– En ocasiones... ¿Desde cuándo "ocasiones" significa siempre? – replicó Vanessa burlonamente. A pesar de la incomodidad que podía generar este tipo de bromas, no pude evitar reír con ella, quizás porque desde la noche anterior se había comportado como uno.
– Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy cerebro? – preguntó Vanessa, tratando de cambiar el tema.
– Tratar de conquistar a los chicos de Crepúsculo Pinky – respondí, siguiéndole el juego.
– ¡Oh! Noche vampiros y cachorritos sexys – se mordió el labio inferior y no pude evitar reír con su expresión pervertida – ¿Alguna vez te has puesto a pensar lo enferma mental que está Bella? O sea, prácticamente es una chica debatiéndose entre la necrofilia y la zoofilia.
– ¡No! ¿Por qué eres así? – Respondí entre risas, mientras ella hacía una mueca divertida – Acabas de dañar una de mis historias favoritas.
– Lo siento nena, pero alguien tenía que decirte la verdad – dijo Vanessa encogiéndose de hombros y seguimos riendo juntas.
Nos dispusimos a mirar la saga que elegimos y disfrutar de nuestro delicioso helado. Era justo lo que necesitaba después de mis episodios de estrés y depresión. Vanessa no paraba de hacer comentarios divertidos sobre las escenas y los personajes, lo que me hacía reír a carcajadas. Era genial estar con ella.
De repente, sonó el timbre, eran las 9:45 pm. Me sobresalté y miré con inquietud.
– ¿Quién podría estar tocando a esta hora? – preguntó Vanessa.
Me levanté para mirar a través del ojo de la puerta. Vanessa me siguió, escondida tras de mí.
– ¿Andrey? – pregunté, pero nadie respondió.
De pronto, comenzaron a dar golpes fuertes en la puerta como si quisieran derribarla. Vanessa corrió hacia la cocina, trajo una cacerola y un cuchillo para defenderse.
– Ahora sí, vamos a abrir – dijo, con la voz un poco temblorosa.
– A la cuenta de tres – Añadí.
– ¡Tres! – Grito ella y abrí la puerta de un tirón.
El hombre, el cual estaba recostado con todo su peso sobre la puerta cayó a nuestros pies. Vanessa con los nervios de punta estaba lista para golpear al intruso, pero rápidamente noté que era Andrey y la detuve justo a tiempo.
– Pero que le sucede a este niñato – exclamó Vanessa con fuerza – Me ha pegado un susto de muerte.
Lo ayudé a levantarse, notando el fuerte olor a whisky que emanaba de él y la apariencia desaliñada de su camisa.
– ¿No pensabas abrir la maldita puerta? – me preguntó, mientras manoteaba para que lo soltara.
– ¿Y cómo iba saber que eras tú? – le respondí, intentando respirar sin molestarme nuevamente.
– Me robaron las llaves, ¿Es que no ves? Me las robaron – su estado de embriaguez era bastante notorio, así que decidí no prestar atención a su vocabulario despectivo.
– Vamos arriba, para que te quites esa ropa, te des un baño y luego a dormir.
– ¿Y está quién es? – dijo Andrey mirando de arriba a abajo a Vanessa, con un tono agresivo que no me gustaba en lo absoluto.
– Es Vanessa – Respondí, tratando de mantener la calma.
– ¿Quién? – volvió a preguntar con un chillido en su voz.
– No importa quién es Andrey, solo sube conmigo a la habitación – repliqué ya un poco exasperada.
– A mí no me hables en ese tono – el olor a alcohol que emanaba de su boca se hacía cada vez mayor – Además ya sé quién es. Es la perra de barrio pobre que quiere arrastrarte a su perrera.
En ese momento voltee mi mirada hacia Vanessa, quien apretaba los puños y miraba fijamente a Andrey. Me preocupaba que la situación se saliera de control; si no estuviese en medio de ambos, me atrevo a asegurar que sus dientes hubiesen volado por la sala.
– Guarda silencio, Andrey – le dije con aspereza – No tienes derecho a hablar así de Vanessa ni de nadie más. Ahora sube conmigo a la habitación y cállate.
Pero Andrey solo vocifera más alto.
– ¿Cuántas veces te he dicho que no te quiero cerca de ella? ¿Cómo se te ocurre traerla a mi casa?
Apenada con Vanessa la mire, mientras lo llevaba a empujones hasta la habitación; él vacilaba cada vez que intentaba subir un escalón.
– Lo siento mucho por lo que acabas de escuchar nena – le dije sinceramente – Dame unos minutos, y ya hablaremos – Mis ojos se comenzaron a llenar de lágrimas cuando vi su expresión, pero ella no respondió.
Llegamos a la habitación y comencé a desvestirlo. Después de una pequeña lucha, lo obligué a darse una ducha. Durante todo el proceso, su lenguaje se volvió más ofensivo. Mi ser ardía en cólera, pero no iba a discutir con él hasta que estuviera sobrio. Así que hice mi mejor esfuerzo para ignorarlo y meterlo en la cama.
Cuando al fin lo logré, me dispuse a bajar. No estoy segura de cuánto tiempo transcurrió, solo esperaba que ella no estuviera enojada conmigo también. Entré de prisa en la sala, observé en todas direcciones, pero Vanessa se había marchado.