Capítulo 87 Una montaña rusa de emociones
No sé cuánto tiempo estuvimos allí, solo sé que cada segundo fortalecía nuestro lazo. Abrazados, dejamos que las lágrimas fluyeran, mientras las palabras de consuelo y recuerdos nos envolvían. Nash, mi hermano, mi amigo, se convirtió en mi pilar, dándome fuerzas para seguir adelante.
Al final, se apartó ligeramente, clavando sus ojos en los míos con una mirada serena. Con voz firme, me aseguró que superaríamos la adversidad juntos, que la alegría volvería a nuestras vidas. Su sonrisa sincera fue un bálsamo para mi alma. Con un tierno beso en la frente, me guió hasta la habitación. Allí, se tumbó a mi lado, ofreciéndome su abrazo protector. Me cantó una canción de cuna, como si fuese su pequeña y me quedé dormida en sus brazos, sintiendo el calor y el consuelo de su presencia.
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