Capítulo 5
Ana se encontraba en la cocina cubriendo a Marlene. Absorta en sus pensamientos, buscaba una razón lógica para la visita del príncipe.
Al igual que temía al recordar su mirada en ella, si la reconocía, en cualquier momento llegarían los soldados para llevarla. Tomó asiento, luego una extraña sensación rondó su cuerpo, sintió una mano en su hombro. Fue tan grande el susto que la sartén que tenía en su mano la arrojó con todas sus fuerzas a su posible agresor.
- ¡Aauuuch!… Se quejó Leonardo mientras rosaba su mano por su cabeza.
Cuando se dio cuenta lo que había hecho, Ana quedó paralizada. Notó que en la frente del príncipe había dejado una terrible marca. Ella tomó un trapo que había sobre la mesa para intentar limpiarlo. No le importó por un momento que fue descubierto. Las cosas no podrian haberle salido peor en ese momento.
Ella estaba frente a Leonardo, mientras le pedía disculpas por el incidente. Suplicaba con una lágrima en su rostro, mientras vio a Juana junto a Octavio acercándose hacia la cocina.
Leonardo se encontró con aquella mirada que le resultó muy familiar. Vio a sus tutores acercándose y el rostro de Ana empalideció por el terror que le causó. No pensó dos veces y la ayudó. Se escondió debajo de un mueble mientras Ana observaba a sus padres ingresar allí.
- ¿Qué haces ahí parada sin hacer nada?. ¡Dile a Marlene que me traiga lo que le pedí!.
- ¡Sí!, ¡ya mismo!. Dijo Ana esperando que se marche.
El príncipe estaba agachado, observaba la bella figura que adornaba aquel vestido. Sin decir nada se puso de pie, cuando la tuvo frente a frente pudo reconocerla. La expresión del príncipe cambió repentinamente, Ana era la misma muchacha que se había infiltrado en el castillo aquel día.
- ¡¡Eres tú!!… Dijo el príncipe mientras su rostro se tornó algo sombrío como si estuviese en presencia del enemigo.
- ¡¡No solo que te infiltras en el castillo burlando todas las reglas!!, ¡¡sino que atentas contra la vida del rey y su prometida!!.
- ¡Sabes cuál es la condena para eso!, ¿verdad?.... ¿Dónde está el soldado?. ¡¡Será condenado por traición!!.
Los ojos de Ana se cargaron con lágrimas, las palabras se esfumaron en ese instante. Cuando nombró al soldado grabó lo mucho que sufriría Marlene ante eso, él solo lo había hecho para ayudarla. Aún así, de todos modos había robado un vestido y encima era para Juana, si ella lo supiera se desataría un infierno mucho más grande. Podría perseguirla hasta en la otra vida, miles de pensamientos se le cruzaron por su mente.
- ¡No príncipe!, ¡él no tiene la culpa de nada!.
- Yo le dije que me llevara, mentí diciéndole que tenía permitido ingresar en búsqueda de un vestido, lo hice sin pensar.
- ¡Perdóneme!. ¡Aceptaré cualquier castigo que me imponga!.
El príncipe se acercó a ella apoyando sus manos de un extremo a otro, impidiendo cualquier movimiento, corrió un mechón de su pelo encontrándose con sus ojos verde esmeralda. Estuvo apenas unos centímetros, cuando en un momento se acercó a su cuerpo al de ella, su corazón empezó a latir a mil por hora. Ana no podía descifrar sus intenciones, sentía que sus piernas se le aflojaban ante su presencia.
El príncipe se acercó a su oído mientras la apretó con su cuerpo.
- Voy a preguntarte otra cosa... ¡Ten mucho cuidado con mentirme!.
- ¿Tú trajiste el veneno al castillo?...
- ¿O alguien te pidió?.
- ¡¡No señor!!. Se apuró en contestar y una imagen se proyectó en su mente. Pero la mirada intimidante del príncipe la dejó sin palabras.
El príncipe la miró fijamente a los ojos y tomó distancia de ella, quién consiguió de recuperar nuevamente el aliento. Se quedó en silencio, mientras observa al bello príncipe tocarse la barbilla. Sin embargo, había algo que no comprendía, Juana era una de las mujeres más ricas, no tenía ninguna necesidad de robar un vestido. Quizás, tan solo fue un canje, aunque no vio mentiras en sus ojos.
- ¡Verás!... considerando que ésta, es una de las familias más adineradas. ¿Crees que voy a creer lo que dices?.
- ¡Tengo que decir que tienes mucho valor para mentirme en la cara!. Respondió él.
- ¡No es lo que cree príncipe!. ¡Se lo juro por mí nana, que es cierto!.
- ¡Puedo explicárselo bien si me lo permite!...
- Juana me pidió que borde un vestido y lo he hecho con mucho esfuerzo, pero el vestido tuvo un accidente y por eso mentí para buscar uno en el castillo.
- ¡Sé que a veces tiene un mal genio!, ¡pero es mí tutora, le debo mucho!. Respondió Ana.
El príncipe Leonardo escuchó con atención aquellas palabras que parecían muy sinceras y que sin lugar a dudas lo convencieron. Permaneció unos minutos en silencio mientras caminaba hacia la puerta y luego respondió.
- ¡Bien!, pero aún debes hacerte responsable por lo que has hecho.
- ¡Ya se me ocurrirá algo para ti!. Fueron sus últimas palabras antes de marcharse.
De camino reflexionaba sobre lo sucedido con aquella pobre muchacha. La estadía de Juana en el castillo había sido terrible, él sabía muy bien que era una mujer muy caprichosa. De todos modos tenía motivos para dudar por las circunstancias en la que conoció a aquel joven. Y sobre todo por lo que pasó esa misma noche.
Su reina madre había fallecido de una manera muy dudosa. Él tenía sospechas de Carlota, quién se movía en las sombras.
En definitiva, aquella bella joven no tenía nada que ver con aquel asunto. Pero aún cargó con una culpa, no solo robó un vestido, sino que también había herido a un príncipe.
Leonardo no tenía intenciones de ejecutarla. El ataque había sido solo un accidente, de algún modo sintió que lo merecía.
Después de la partida del príncipe, Ana corrió hacía la ducha, necesitaba relajarse ante lo sucedido. No podía negar que temió por su vida.
Mientras estaba en la ducha, recordaba cuando el príncipe se acercó a centímetros de ella, sintió su bello aroma. Sus ojos color café se clavaron en ella. Y en lugar de ser un suceso traumático, terminó siendo todo lo contrario.
Solo que aquel pensamiento, se lo guardó para ella.
Sabía que volvería a cruzarse con él, aunque sea para que la mire nuevamente. No le importaba el castigo, sabía que el príncipe no tenía intenciones de ejecutarla y que de haber sido así no estaría allí.