Capítulo 40 Cuarenta
Se retiró un poco y decidió admirarla, sentada y erguida, con el pecho en un rápido sube y baja que aprisionaba la respiración agitada y pesada, unas cuantas gotas de agua resbalando por su cuello y bajando hasta sus senos, en la punta de uno de ellos brilló una gota cómplice que llamó a Damián para que la limpiara con la punta de su lengua. Una corriente la electrizó al sentir el tibio contacto de su lengua y luego de toda su boca cubriendo y devorando aquel manjar que Damián amaba saborear.
Unos leves jadeos se dejaron escuchar provenientes de la garganta casi ahogada por aquella sensación que se apoderaba del cuerpo ya sin voluntad de Helena y provocaron solo que la excitación de Damián se manifestara con mas ímpetu en su miembro ya dolorido.
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