Capítulo 8 OCHO
La examinaba de arriba a abajo, la rodeó en repetidas ocasiones buscando algo malo en ella y lo único que encontró fue una mujer igual de arrogante que ella.
—Dime cuánto quieres por largarte de aquí.
Helena soltó una carcajada y miró a la vieja con desdén, ya veía que todo lo que Carlos y Fer le contaron era verdad, esa mujer era la bruja del cuento.
—No vengo por eso, vine en busca de la verdad. Vine a cumplir la voluntad de mi padre, aquel que tú me arrebataste sin derecho.
—Mi hijo estaba ciego, no entendía que tu madre no le convenía, que debía poner sus ojos en alguien de su nivel, no una simple campesina.
—Es la primera y última vez que te diré esto, a mi madre la respetas o si no haré que la respetes, tú ni con todo tu dinero podrás compararte con ella. Y bueno, que ahora una simple campesina es la dueña de esto, y tú solo eres una arrimada.
Prudencia levantó el bastón enérgicamente para golpear a Helena, pensó que haría lo mismo que una vez hizo con Margarita, solo que Helena era una mujer joven, fuerte y mas grande que ella, mientras que los años no habían pasado en vano y Prudencia ahora precisaba de ayuda para muchas cosas, Helena le tomó el bastón en el viento y forcejeó con ella, la miró con toda la rabia que había en ella en ese momento y la obligó con la fuerza que ejercía en su brazo a volver el bastón al suelo.
—En tu vida vuelvas a intentarlo, Prudencia. Yo no soy mi madre a quien abusaste de ella por ser una mujer humilde —el rostro de la anciana quedó perplejo, no pensó que la muchacha sabría de aquello —Sí, lo se, ya me han dicho de tus bajezas y yo no te voy a permitir una sola de tus groserías, no en mi casa ¿Me oyes?
La soltó con desprecio dejándola temblando de miedo e impotencia, los años en los que Prudencia Lazcano hacía y deshacía a su antojo habían pasado y ahora una mujer con mas carácter que ella había llegado a imponer su voluntad muy a su pesar.
En la sala encontró a sus hermanos discutiendo, ninguno supo jamás de la existencia de ella y hasta cierto punto entendía su desconcierto por ello.
—No vengo a quitarles nada, si es lo que les preocupa.
—Supongo que solo vienes a conocer y te largas —le soltó Santiago con coraje.
—Santiago, cállate ¿Quieres? Es nuestra hermana y es bueno conocernos y que papá la haya incluido en sus bienes, tiene derecho también.
—Será tu hermana, nuestra no. Y derecho no tiene, nunca estuvo aquí, nadie la conoce.
—Porque la vieja Prudencia lo evitó, mi papá me buscó toda la vida y ella impidió que me encontrara, pero lo hizo, aún en el ocaso de su vida dio conmigo y aquí estoy y no me iré.
Damián la miraba ansioso y molesto, tenía la idea de que ella ya sabía quién era él y que quizá lo sedujo para sacarle información o para hacerse de un lugar en su familia. Helena percibía todo eso, por ello esquivaba su mirada, se sentía desnuda y no quería delatarse.
—Pues no estoy de acuerdo con eso —explicó Santiago lanzando el vaso que llevaba en la mano con los restos de brandy.
—Me da una pena que ni imaginas —le dijo Helena con su característico sarcasmo —y aún con ese pesar, me quedo aquí porque es mi casa.
—Pues no lo será por mucho tiempo, voy a impugnar el testamento de mi padre y te voy a sacar de aquí como la perra que eres.
—¡Hey! No te permito eso, Santiago, la respetas —intervino Damián y le lanzó una mirada de advertencia a su hermano, quien se fue de ahí dando de gritos.
Helena sintió una mano posarse en su espalda y volteó a mirar al menor de sus hermanos quien le sonreía con gracia —No le hagas caso, él es así de pesado. Pero a mi sí me da gusto tener una hermana, y puedes contar conmigo para lo que necesites.
—Gracias Benja —le dio un abrazo que el chico correspondió con la misma emoción que ella.
—¿Vamos para que elijas una habitación?
—Vamos.
Se abrazaron y subieron las escaleras, la llevó por los pasillos por todas las habitaciones que había libres para que eligiera alguna.
—¿Esto es un hotel? —Preguntó divertida.
—Lo parece, pero no. Papá nos contaba que el abuelo esperaba tener muchos hijos y construyó esta casa enorme, pero solo tuvieron uno y bueno, el chiste se cuenta solo.
—Claro.
—Esta es hermosa —dijo al entrar a una habitación que se encontraba en la esquina de la casa, entraba luz por los balcones que tenía en dos de sus paredes, por un lado se veía un valle enorme y por el otro hacía el jardín que estaba repleto de flores.
—Y tendrás paz, la abuela está hasta el otro pasillo, ella no viene a esta parte de la casa.
—Punto a mi favor.
Ambos rieron divertidos.
—Le diré a Lolita que venga a preparar todo y mientras vamos por tus cosas, supongo que traes equipaje.
—Algunas cosas, no mucho.
Bajaron hasta la entrada y dos de las muchachas subieron para asear la habitación y dejarla lista para Helena. Benjamín le ayudó a instalarse y le indicó donde estaba su recámara para lo que necesitara sin importar la hora.
—Te dejo para que descanses y te des un baño, normalmente cenamos a las siete y media, pero si prefieres que te traigan aquí para que puedas descansar bien solo le dices a alguna de las muchachas.
—No, está bien. Muchas gracias.
Apenas se quedó a solas y se metió a la ducha, había una tina enorme que la llamaba, pero justo en ese momento quería un baño rápido para llamar a Jason y contarle lo sucedido. Salió envuelta en una toalla y con otra en su cabello, aún escurrían unas gotas de agua por sus piernas y se quedó parada en mitad de la habitación mientras sonaba el teléfono, al segundo timbrazo su amigo atendió.
—¿Cómo estás? Ayer ya no me llamaste.
—No pude, manejamos toda la noche y apenas hoy llegamos a la hacienda.
—¿Y? ¿Cómo te recibieron?
Soltó un suspiro y con él todo el estrés que la acompañaba —ni te imaginas, esa abuela es peor de lo que imaginé, y tengo tres hermanos, uno es un caso especial, el otro un amor y al mayor me lo cogí.
—¡¿Qué?! ¿Follaste con tu hermano?
—Ya se, no digas nada. No soy religiosa y no creo en pecados ni esas cosas, pero las relaciones incestuosas no me van, en mi defensa puedo argumentar que no sabía quién era.
—De manera que ya no se repetirá —escuchó a sus espaldas y del susto hasta tiró el teléfono que salió volando por los aires y rompiéndose por completo, volteó a mirar a Damián que estaba ahora justo frente a ella.
—¿Qué diablos haces aquí? —Intentó cubrirse las partes del cuerpo que eran visibles y Damián hizo como si se asomara para ver mas.
—Quise darte la bienvenida, solo eso.
—Sal por favor, necesito vestirme.
Se sentó en la cama con descaro y un gesto bastante sugerente que incomodó a Helena —Hazlo, ahí abajo no hay nada que no haya visto ya antes.
—No lo repitas, por favor que no se cómo voy a lidiar con eso toda la vida.
—Shhhh —le pidió —no pasa nada —se acercó y le tomó el rostro entre sus manos y le acarició con suavidad las mejillas, Helena pensó que sería un gesto de cariño de parte de su hermano y de pronto sintió los labios de Damián cubrir los suyos con suavidad, el momento le nubló la razón y se dejó llevar por lo que sintió en ese momento, solo detuvo a Damián cuando este quiso soltar la toalla que la cubría, entonces reaccionó y lo alejó de ella bastante molesta.
—¡¿Qué diablos te pasa?! Somos hermanos ¿Por qué hiciste eso?
—Porque lo deseaba, lo deseo todavía.
—Vete de aquí, estás enfermo.
Solo le sonrió de lado, tenía una sonrisa que podía dejar desnuda a cualquiera y Helena no era la excepción, por ello evitó mirarlo de frente y solo se dio vuelta esperando que saliera. Cuando se supo sola fue y puso seguro a la puerta y luego se recargó en la misma para tranquilizarse, respiraba con dificultad, Damián y lo sucedido era lo único que ocupaba su mente en ese momento, el calor aún la tenía envuelta de pies a cabeza y el reproche que se hizo a si mismo por lo que pasó la otra noche y que casi se repite ahora, justo después de enterarse que son hermanos.
Se quedó un rato más, intentó despejar su mente y se vistió para bajar al comedor. Antes de cenar quiso llamar a Jason, pensó que se habría dejado.
—Necesito hacer una llamada —le dijo a Benjamín.
—Claro, en el despacho de papá puedes hacerla con total tranquilidad.
—De acuerdo. Ya volvo.
—Jason, soy tú, Helena.
—Me dejaste a medias y angustiado ¿Qué pasó?
—Justo ahora no te puedo contar, no me siento seguro aquí para hacerlo, pero mañana saldré a comprar un, el mío sufrió una caída y está hecho pedazos.
—¿Tú estás bien?
—Sí, solo se me cayó, pero mañana salgo por uno y de camino te cuento ¿Va?
—Está bien, cuídate mucho.
—Tú igual, te quiero.
Fue al comedor y encontró que ya estaban todos sentados, en la cabecera se encontraba Damián y había dispuesto el sitio a su derecha para ella, se levantó para abrir su silla y ella se acercó con cautela.
-Buenas noches.
—Aquí se sirven los alimentos puntualmente —le soltó Prudencia.
—Ay "Imprudencia" eso sería cuando tú mandabas aquí, si no te parece algo puedes irte a tu casa.
—No seas insolente —le reprendió la mujer.
—Y tú deja de molestarme, tu posición en esta casa ha cambiado, no me obligues a ejercer mi derecho de sacarte por la fuerza.
—Suficiente, Helena. Respeta a la abuela —le exigió Damián con severidad en la voz.
—Que se gane el respeto, no es por imposición.
—Por favor —le pidió tomándola suavemente de la mano y ella al momento la sacar.
—Buen provecho.
Cenaron casi en silencio, salvo por algun comentario que alguien hacia de arrepentirse.
—Permiso, que tengan buenas noches.
Helena se fue a su habitación, tenía un sueño y quería descansar.