Capítulo 6 SEIS
A las ocho en punto estaba en el recibidor del hotel y vio entrar a Carlos con una enorme sonrisa.
—Buenos días, Helena ¿Qué tal México?
—Hola, supongo que bien, solo he dormido y ya.
Rieron divertidos y Carlos la llevó del brazo a desayunar.
—Tienes que probar los chilaquiles —la ánimo con entusiasmo —son deliciosos en este lugar.
—Mi madre los preparaba muy ricos.
—Era excelente en la cocina —le afirma Carlos y sonríe al recordarla.
—¿La conociste? —Quiere saber Helena —Es decir, se que sí, pero digo si tuviste trato mas allá de que solo fuera una empleada mas.
—Tu madre no fue jamás una empleada mas, Helena. Era una mujer maravillosa que se daba a querer. Claro que la conocí y debo decir que yo servía de pretexto para que tu padre se fugara a verla en sus días de descanso sin que se sospechara de él.
Helena deja salir una sonrisa al saber aquello, lo imagina y vienen a su mente aquellas películas de antaño donde es mal visto un romance entre personas de distinto estrato social y no le gusta lo que ve.
—Gracias por contarme eso y por todo lo que estás haciendo por mi. No sabes lo que significa para mi el tener la ilusión de que mi verdadero padre alguna vez me quiso y quiso a mi madre, solo espero no descubrir que es una mentira.
—Mi niña ¿por qué te mentiría? Yo fui testigo del dolor de tu padre, yo fui quien estuvo al frente de tu búsqueda por todos estos años, te quiero como a mi propia hija, no te mentiría en algo así. Y no es una ilusión, Helena, es la verdad.
Vio que era sincero y se sintió mal por él, tampoco era su intención poner en tela de juicio todo lo que le dijera —Perdón, Carlos. No es personal, es solo que ojalá me entendieras que esto es una avalancha de emociones, tengo 26 años viviendo esto y para mi es difícil creer algo distinto, especialmente cuando crecí con rencor a mi padre y ahora puede ser que he estado equivocada.
—Lo entiendo, no te preocupes.
Se acercó una chica elegante y con una sonrisa saludó a ambos.
—Te presento a mi hija Fernanda.
Se puso de pie y le tendió la mano, Fernanda la abrazó con gran emoción —¡Que gusto conocerte al fin!
Helena se sintió extraña, parecía que todos sabían de su existencia.
—Gracias, también me da gusto conocerte.
—El tío Alonso habría estado feliz de saber que te encontraron, al fin.
Carlos la puso al tanto de lo que harían en el día, a partir de ese momento sería su hija quien se encargaría de ayudar a Helena con todos sus trámites, ella era la que tenía los contactos para hacer todo tan pronto como lo necesitaban.
—Las dejo para que se pongan de acuerdo y terminen lo antes posible todo esto.
—Gracias, nuevamente.
Carlos se despidió de ellas y se encaminó a la salida, mientras Helena y Fernanda se quedaron poniéndose al día de todo.
Primero salieron con un amigo de Fernanda que trabajaba en la SRE y ya estaba al tanto de la situación y él se encargaría de hacer el trámite de naturalización.
Saliendo de ahí fueron al laboratorio para el examen de ADN.
—¿Tan rápido entregarán los documentos? Pensé que tardaba mas —dijo Helena sorprendida que en tres días tendría todo en regla para ya solo solicitar su identificación oficial, que en realidad le explicaron que con el pasaporte sería suficiente, pero habían acordado no dejar ningún resquicio donde Prudencia pudiera meterse.
—Sí, es rápido si tienes conexiones, para bien o para mal aquí es así.
—¡Vaya! No se si eso sea bueno o malo.
—Para ti es bueno, porque tu apellido pesa, aunque legalmente no lo vayas a tener puedes mover los hilos a tu favor, pero no todos tienen esa ventaja.
Helena escuchaba con atención lo que Fernanda le decía, le parecía una chica agradable e inteligente, pensó que serían buenas amigas.
—¿Tú vives acá o en Tuxtla?
—Voy y vengo —le respondió con un ademán de su mano —por lo regular paso mas tiempo allá, tengo mi trabajo allá con mi papá, mi novio está allá, pero atiendo asuntos acá y vengo al menos dos veces por mes.
—Ya veo.
—Helena —le habló con delicadeza —mi tío siempre hablaba de ti, de la idea que tenía de ti, mas bien. Decía que si eras un hombre serías mi esposo y si eras mujer, seríamos las mejores amigas, como ellos. No se si para ti sea alguien que podrías considerar tu amiga, pero sí puedes contar conmigo para lo que sea.
Helena le sonrió y le tomó la mano —Yo no tengo amigos, Fer ¿Si puedo decirte así?
—Claro.
—Bueno, ya te digo, yo solo tengo un amigo, se llama Jason y claro que te considero desde ya mi mejor amiga. Tú y tu papá hablan del mío como alguien tan bueno, me imagino a un hombre amoroso, cálido, comprensivo y tanto mas; muy distinto al que he creído que era en todos estos años.
—El tío Alonso era un ser humano maravilloso, no así la bruja de la abuela Prudencia.
—Eso veo, de dos personas que me dan referencias de ella, ninguna es buena.
Se soltaron a reír y en ese momento llamaron a Helena para la prueba, solo debía dar muestra de su saliva para el análisis y estaría en dos días el resultado.
—Se va a ir de culo la abuela cuando te vea aparecer en la Hacienda.
—¿De plano?
—De plano.
Salieron del laboratorio y estaban caminando por las calles del centro, Fernanda le iba sirviendo de guía y Helena ponía atención al recorrido, le molestaba un poco el ruido, pero estaba segura que podría acoplarse bien a ese lugar, era bonito lo que iba conociendo.
—¿Comemos?
—Sí, tengo hambre ya —dijo Helena sobando la barriga.
—Te llevaré a los mejores tacos que probarás en tu vida.
Caminaron unas cuadras mas y entraron a un callejón del cual salía un olor exquisito que hizo que ambas suspiraran.
—Oye, que delicia debe ser.
—Te lo dije.
Era un local bastante grande, mesas metálicas rojas con cuatro sillas cada una y al centro variedad de salsas, se sentaron y al instante les tomaron la orden.
—Los mas ricos son los de pastor, pero prueba lo que se te antoje.
—Dos de pastor, uno de tripa, uno de suadero y uno de cabeza —pidió Fernanda.
—Yo igual —dijo Helena.
—¡Dios! Rompemos la dieta —bromeó entre risas Fer y Helena la siguió.
—Creo que engordaré —respondió algo preocupada Helena y ese sentir se disipó al ver aquellos platos frente a ellas.
Fer tomó salsa verde y limón, los bañó por completo y Helena la imitó, tenía tolerancia al picante porque su mamá la acostumbró.
Hizo una mueca de absoluto placer y se relamió los labios con los ojos cerrados, estaba de verdad complacida —Quiero mas.
Repitió el plato y quedó absolutamente satisfecha.