Capítulo 14 Difamado por Emilia
La persona que les abrió la puerta fue Margarita Salinas, la madre de Emilia.
La impresión que Jonathan tenía de su suegra era la de una mujer extremadamente grosera, malvada y mezquina.
Desde que se casó con la Familia Sierra, a ella nunca le agradó y se complacía en humillarlo u obligarlo a hacer encargos
La lista de encargos que tenía que hacer era interminable, incluyendo cambiar las bombillas defectuosas, limpiar los platos, aspirar, reparar el inodoro e incluso lavar la ropa interior de Margarita porque era demasiado perezosa para hacerlo ella misma.
Aun así, seguía descontenta con su presencia. A menudo, instaba a Julieta a divorciarse para que pudiera casarse con un hombre rico.
—¡Suegra! —Jonathan la saludó.
Por mucho que odiara a Margarita, tenía que soportarla mientras siguiera casado con su hija.
—¡No soy tu suegra! —respondió con brusquedad—. Desapareciste durante tres años sin decirnos nada. ¿Qué crees que somos, eh? ¿Un hotel del que puedes entrar y salir a tu antojo?
—Suegra, estuve…
Antes de que Jonathan pudiera explicar lo que le había sucedido en los últimos tres años, ella lo interrumpió:
—Basta, deja de inventar excusas. No me interesa saber cómo te ha ido. De hecho, prefiero verte morir, pues no tiene sentido que existas más que para ocupar espacio y desperdiciar comida. —Respiró profundo y sin darle la oportunidad al hombre de explicarse, le dejó claro que era hora de que se fuera—: Jonathan, déjame ser franca contigo. Llevas tres años fuera, así que, según la ley, tu matrimonio con Julieta ya no existe. En otras palabras, ustedes dos están divorciados. Por lo tanto, ¡no vuelvas a aparecer en la Residencia Sierra porque no te recibimos!
No quería que el perdedor de su yerno la molestara más. Cuanto más lo miraba, más le parecía una monstruosidad. No era nada comparado con el hijo único del presidente del Grupo Lara.
—¿Qué ley establece que mi matrimonio con Julieta queda anulado de forma automática al no haber estado en casa durante tres años? —preguntó con una expresión sombría. La había tolerado en repetidas ocasiones, pero su paciencia no hizo más que alimentar su arrogancia y sus crueles comentarios.
Era la primera vez que venía a casa en tres años, y sin embargo ella se negaba a dejarlo entrar.
—¡Eso no es asunto tuyo! Jonathan Galindo, deja de decir tonterías. Quiero que tú y Julieta vayan al ayuntamiento mañana por la mañana y se divorcien. A partir de hoy, aléjate de ella. Si sigues aferrado a ella, ¡le pediré a alguien que te dé una paliza! —Lo señaló con el dedo y le advirtió.
Jonathan perdió las ganas de mostrarse amable ya que fue ella la que lo trató con descortesía primero.
—¿Tienes prisa para que nos divorciemos porque quieres que se case con Abel Lara? —la cuestionó severo.
—¿Cómo supiste? — Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Margarita, pero pronto se recompuso—. Sí. ¿Y qué? Julieta vive como una viuda desde que tú desapareciste. ¿No puede casarse con otro hombre? ¡Es mejor que seguir con un perdedor como tú!
Jonathan anunció con frialdad:
—Sigue soñando. ¡Abel no se casaría con ella!
Después de lo sucedido aquella tarde, era imposible que Abel se casara con Julieta a no ser que tuviera ganas de morir.
—¿De verdad? ¿Crees que Abel te tiene miedo? —se burló—. Lo único con lo que regresaste fue con tu ego, ¿verdad? Ya basta, deja de fingir. Te conozco muy bien, así que aléjate de Julieta o atente a las consecuencias.
Sin dudarlo, arrastró a Emilia al interior de la casa y se dispuso a cerrar la puerta para dejar a Jonathan afuera. A pesar de ello, cuando lo hizo, los moretones del brazo de su hija quedaron al descubierto.
Su rostro se volvió solemne al preguntar:
—¿Qué es esto?
—M… Mamá, yo… —tartamudeó nerviosa.
—¿Te hizo algo el maldito de Jonathan? ¡Bast*rdo! ¿Tú le hiciste esto a Emilia? ¿Cómo te atreves a ponerle un dedo encima? ¡Te daré una lección! —exclamó y lo miró. Entonces, extendió su mano para darle una bofetada en la mejilla.
Por desgracia, antes de que pudiera levantar el brazo, Jonathan lo tomó con facilidad.
—Tu hija se emborrachó en un bar y la drogó otra persona. ¡La salvé de que la violaran!
—Jonathan, suéltame. ¿Cómo te atreves a tocarme? —exigió Margarita furiosa y se negó a creer en la explicación—. Emilia es mi hija, así que la conozco bien. ¡Es obediente y una estudiante sobresaliente! ¡Es imposible que haya ido a uno de esos lugares!
«¡Ese idiota se aprovechó de mi hija, pero se niega a admitirlo, así que se inventó una mentira para engañarme!».
—¡Pregúntale tú misma! —Jonathan la apartó de un empujón y miró a Emilia—. ¡Emilia, díselo!
—Yo… Yo no fui a ningún bar. Está mintiendo… —Los ojos de Emilia se enrojecieron como si Jonathan en efecto la hubiera difamado—. Jonathan causó estos moretones. Me vio volviendo a casa sola y trató de aprovecharse de mí en la oscuridad. Por suerte, fui lo bastante rápida para escapar. Incluso me amenazó con que no te lo contara o... O me haría…
En ese momento, su voz se cortó. La forma en que se mordió el labio para contener las lágrimas hizo que su historia pareciera muy convincente.
—Jonathan, ¿qué tienes que decir a tu favor? ¡Sucio infeliz! —El temperamento de Margarita se avivó mientras le daba una fuerte bofetada. Comenzó a gritar en un ataque de ira—. ¡Emilia es tu cuñada! Aunque nos odies, ¿cómo pudiste hacerle eso? Hijo de p*ta, ¡no te dejaré salirte con la tuya!
Justo en ese momento, se escucharon los pasos de Claudio Sierra, el esposo de Margarita, también suegro de Jonathan. Corrió hacia la puerta y preguntó:
—¿Qué está pasando?
Detrás de él estaba Julieta, de quien Jonathan se había separado esa tarde.
—¡Claudio Sierra, violaron a tu hija! ¡Rápido, ven a darle una lección a esta escoria! —exclamó su esposa, con la voz entrecortada por las lágrimas—. ¡No solo se aprovechó de Emilia, sino que también me golpeó!