Capítulo 12 Emilia Sierra
No era otra más que Emilia Sierra, la hija más joven en la Familia Sierra, era la hermana de Julieta y su cuñada.
«¿Por qué está ella aquí?».
Se preguntó Jonathan, mientras fruncía el ceño.
«Antes de que dejara a la Familia Sierra, ella estaba en su último año de secundaria. ¿Por qué está en un bar ahora?».
Además, Emilia parecía estar ebria ya que su mirada estaba perdida y sus mejillas sonrojadas. La mirada de Jonathan se dirigió hacia su cabello teñido de color borgoña, antes de posarse en su falda corta blanca. Con el color de su cabello y su escasa ropa, ella lucía como una cualquiera.
El ceño fruncido de Jonathan se endureció más, cuando vio a los vándalos sentados al lado de ella. Con sus cabellos teñidos y sus brazos cubiertos con tatuajes, en apariencia eran unos busca pleitos.
—Vamos, Emilia. ¡Toma otro trago! ¡Te llevaré a tu casa si te terminas este!
Uno de ellos la apresuraba a levantar un vaso. A escondidas, él agitó su mano y algo de polvo cayó en la bebida.
Mientras tanto, otro rufián tomó el brazo de Emilia y la presionó para que bebiera. Era muy claro que ellos le darían a beber alcohol por la fuerza, si ella se atrevía a negarse a hacerlo.
—Ya no puedo beber más —dijo ella.
Ella negaba con la cabeza, era claro que estaba delirando de tanto alcohol que había bebido.
—¿Enserio? ¡No seas una aguafiestas!
Los vándalos compartieron miradas, antes de verter la bebida en la garganta de la joven. Por desgracia, ella no era lo suficiente fuerte para resistirse y fue forzada a tragar todo el vaso de cerveza.
Después de eso, le ayudaron a levantarse y la arrastraron hasta la puerta.
—Vamos, Emilia. ¡Vamos a divertirnos esta noche!
—Me pregunto si es virgen. Si lo es, ¡seríamos muy afortunados!
—Eso no importa. No nos vamos a casar con ella, ¿o sí? Ese no es nuestro asunto.
—Sí, ¡no tiene nada que ver con nosotros!
Los vándalos se abrieron camino entre la multitud y llevaron a Emilia inconsciente a la puerta. Para ese momento, ella ni siquiera podía abrir los ojos. Cuando llegaron a la puerta, una figura les cerró el paso.
—¡Déjenla ir!
—¿Quién demonios eres tú? —Los rufianes se molestaron al ver a ese entrometido—. ¡Lárgate! De lo contrario, ¡te golpearemos hasta hacerte papilla!
—¡Maldita sea! ¿Cómo te atreves a cerrarnos el paso? ¿No sabes quiénes somos?
Bajo la influencia del alcohol, los vándalos no tomaron a la otra persona en serio.
—Permítanme repetirlo, ¡déjenla ir y lárguense de aquí!
Se trataba de Jonathan, quien fue testigo de toda la escena por casualidad.
Aunque en el pasado su cuñada lo insultaba todo el tiempo, aún era la hermana de Julieta. De lo contrario, no habría metido las narices en sus asuntos.
—¡Maldito bast*rdo! —Uno de los vándalos sujetó una botella de cerveza, mientras la ira se desbordaba dentro de él y la lanzó hacia la cabeza de Jonathan.
Si la botella hubiera golpeado la cabeza de Jonathan, con toda seguridad habría salido herido. Sin embargo, no eran rivales para él. Antes de que la botella pudiera siquiera acercarse a su cabeza, Jonathan le dio una bofetada tan estruendosa, que le rompió varios de sus dientes, causando que su mejilla se hinchara.
¡Plaf!
Las rodillas del rufián perdieron fuerza y él colapsó sobre el suelo.
—¡Maldita sea! ¿Cómo te atreves a atacarnos? ¡Vamos, atrapémoslo!
Los vándalos lanzaron sus puños en dirección a Jonathan sin fallar. Por desgracia, sus débiles golpes no eran nada frente a Jonathan, quien había sacrificado incontables vidas en la guerra.
Ellos apenas habían alcanzado sus armas, cuando Jonathan levantó su pierna derecha y mandó una patada en dirección a ellos. En un instante, el sonido de huesos quebrándose inundó el aire, y al instante, los rufianes profirieron gritos de dolor ensordecedores.
—¡Le romperé una pierna a cada uno a manera de castigo!
Negándose a perder el tiempo, al golpeándolos sin sentido, Jonathan le dio a cada uno un fuerte golpe y los huesos de sus piernas quedaron fracturados.
Mientras ellos lloraban del dolor, Jonathan levantó a la ebria de Emilia y caminó hacia la salida. Ellos apenas estaban afuera del bar, cuando él, de pronto, frunció el ceño molesto.
Las manos de Emilia estaban acariciando su cuerpo aun estando ebria. Incluso, su mejilla rosada estaba descansando en el hombro de él, mientras ella respiraba en su oído.
—¡Despierta!
Jonathan la bajó en un banco cercano antes de hablarle, pero ella no le prestó atención y se aferró a él con desesperación. No importaba lo fuerte que la empujara lejos, ella se rehusaba a moverse.
—¡Ah! Te deseo. Por favor, tómame ahora. Apresúrate, no puedo soportarlo más —le rogó con suavidad.
Los ojos de Emilia estaban brumosos, mientras continuaba respirando en el oído de Jonathan. Sin aviso alguno, ella presionó sus labios en el cuello de él.
La sensación húmeda hizo que Jonathan frunciera el ceño con dureza.
—Emilia Sierra, ¡despierta ahora!
Él colocó la palma de su mano en la espalda de la joven, y un hilo de energía brotó con rapidez de los dedos de su mano hacia el cuerpo de ella.
Era evidente que los vándalos habían adulterado la cerveza. A juzgar por el comportamiento de la joven, pudo adivinar qué sustancia habían usado.
—Mmmm.
Ella dejó escapar un gemido, mientras la energía viajaba por todo su cuerpo. Su gemido provocativo e irresistible sonó justo en el oído de Jonathan, pero el hombre no estaba en lo más mínimo excitado.
Después de todo, él había enfrentado numerosas seducciones de mujeres preciosas de familias prominentes en los últimos tres años. Comparada con ellas, Emilia no era nada. Por eso, sus gemidos seductores fueron inútiles.
—¿Jonathan?
Poco después, ella recobró sus sentidos, abrió y cerró sus ojos dos veces, al ver al hombre parado frente a ella. Sacudiendo su cabeza con violencia, murmuró:
—No, debo estar ebria. Jonathan ha estado perdido por años. ¡Incluso, es posible que esté muerto! No hay forma alguna en que él pueda estar parado frente a mí. ¿Dónde está mi bebida? ¡Necesito un trago!
Pensando que estaba ebria, ella buscó otro trago, cuando su mano hizo contacto con Jonathan, sintió una sacudida que la despertó. Sus ojos se abrieron sorprendidos y lo miró por un minuto antes de gritar:
—Jonathan, ¡inútil hijo de p*rra! ¿Por qué estás aquí?