Capítulo 11 Bar Royal
Cuando Jonathan bajó las escaleras, Julieta no se encontraba por ningún lado. Mientras tanto, Andrés, quien se suponía se había marchado con su tropa, estuvo esperándolo abajo. Al ver a Jonathan, él corrió y lo saludó:
—¡Comandante!
—¿Te mandó Zacarías para que me siguieras de cerca? —le preguntó Jonathan, su mirada se volvió gélida.
El rostro de Andrés palideció ante la abrumadora presencia que emitía Asura. Se sentía como si una espada estuviera cortando su garganta a cada minuto. La mirada penetrante de Jonathan hizo que él bajara la cabeza.
—No, no le estamos siguiendo. ¡El Rey de la Guerra nos envió para protegerle! —le contestó Andrés con una voz temblorosa; estaba demasiado ansioso y temeroso para mirar de frente a su superior.
—¿Proteger? —Al escuchar su respuesta, Jonathan rio—. ¿Necesito protección?
Ante eso, Andrés se puso tenso.
De hecho, Asura era tan poderoso como para conquistar al mundo sin perder una sola batalla. Él no necesitaba ninguna protección.
—Transmítele mis palabras a Zacarías, si él interfiere en mis asuntos una vez más, regresará a la Prisión Carmesí del Norte, ¡y permanecerá ahí por un año!
Al escuchar las palabras de Jonathan, el temor hizo que la tez pálida de Andrés tomara color. Cayendo de rodillas, le contestó:
—¡Sí, señor!
Después de echarle una última mirada, Jonathan se dio la vuelta y se alejó. Poco después, su silueta desapareció de la vista. Con sus manos todavía temblando, Andrés saco su teléfono; sin dudarlo, marcó un número y dijo:
—Señor, Asura…
—¿Dijo que me encerraría en la Prisión Carmesí del Norte, si interfiero en sus asuntos una vez más? —lo interrumpió Zacarías, antes de que pudiera terminar su oración.
—¿Cómo lo sabe? —Los ojos de Andrés se abrieron incrédulos.
«¿El Rey de la Guerra instaló alguna clase de dispositivo para espiarme?».
—¡Deja de mirar alrededor! ¡Yo no planté ningún dispositivo en ti! —El Rey de la Guerra parecía saber lo que Andrés estaba pensando, y se rio antes de explicarle—: Trabaje bajo el mando de Asura durante dos años, y hemos matado a incontables enemigos juntos. Lo conozco muy bien. —Su tono se volvió serio—. No te permito que regreses. Ocúltate y continúa siguiéndolo de cerca. Recuerda, ¡no permitas que Asura se ponga en peligro!
—Pero Asura…
Justo cuando Andrés le respondía, Zacarías lo cayó impaciente de nuevo.
—¡Cállate! ¿Intentas desafiar una orden militar? Aun cuando Asura me despelleje vivo, tú debes permanecer a cien metros de distancia de él. Si lo lastiman, ¡te mataré!
—¡Sí señor! —Como es natural, Andrés no se atrevió a desafiar una orden militar.
—Ese grupo de personas en la Región Oeste está actuando extraña en estos días. Sospecho que enviarán a alguien a dañar a Asura. Aunque él es invencible, debemos montar guardia y no darles la oportunidad de que lo lastimen. ¿Me escuchaste?
—¡Sí, señor!
Un destello asesino apareció en los ojos de Andrés a la sola mención de la Región Oeste.
«¡La insolencia de la Región Oeste puede causar problemas en Jazona! ¿Acaso tienen deseos de morir?».
Después de dejar el Hotel Internacional Fénix, Jonathan decidió no dirigirse hacia la Residencia Sierra para buscar a Julieta. Considerando en cómo le dejó los nervios de punta, si él fuera tras ella, esta no le dirigiría la palabra de manera amigable.
Después de todo, él había desaparecido por tres años. Cualquiera que se enfrentara a la misma situación, reaccionaría de la misma manera que ella. Por eso, podía comprender porque ella estaba tan furiosa y no la culpó; suspiró y murmuró para sí:
—Le debo mucho a Julieta por los años pasados. Parece que solo podré expiar por mis errores, hasta después de que ella se calme.
Inhalando un profundo respiro, entró en el Bar Royal, el cual frecuentaba tres años antes. En aquel entonces, cada vez que los Sierra lo atacaban, venía aquí a beber y olvidar sus penas. Aunque estuvo lejos por tres años, y ya no era objeto de desprecios, sus piernas lo llevaron hasta ese lugar por costumbre.
—Bienvenido, señor. ¿Mesa para cuántos?
Al momento en que Jonathan entró al bar, una joven vestida con un atuendo revelador se deslizó hacia él.
—¡Mesa para uno! —le contestó, antes de caminar hacia su lugar de costumbre. Aunque estaba en una esquina aislada, este era su favorito.
—Parece que no es su primera vez aquí. —La joven estaba sorprendida de ver lo familiarizado que estaba con el lugar—. Pero no te había visto antes.
—Es mi primera vez aquí en tres años —le contestó Jonathan y tomó asiento—. Recuerdo haber guardado algunas botellas aquí. ¿Podría hacerme el favor de ir a ver si aún las tienen?
—Claro, ¿puedo saber su nombre?
—Soy Jonathan Galindo.
—Un momento, por favor.
Ella se fue pavoneando en sus tacones hasta la barra del bar. Bajo la poca luz, sus largas y esbeltas piernas parecían brillar como perlas, atrayendo la mirada de todos. Aunque era joven, su cuerpo era voluptuoso y con curvas en los sitios adecuados.
A pesar de ser muy sensual, su rostro mostraba la inocencia de una jovencita. Sin ningún rastro de maquillaje en su tez, lucía tan pura como un ángel, justo como una ninfa del campo del sueño de cualquier estudiante.
—Señor Galindo, aquí tiene.
Poco después, la joven regresó con un camarero detrás de ella. En lugar de vino, o de algunos licores caros, solo docenas de botellas de cerveza pudieron ser vistas en la bandeja del camarero.
No era de sorprender, considerando que Jonathan era solo un joven en quiebra hacía tres años. Como es natural, él no tenía el dinero para solventar licores lujosos.
—Señor, ¿quiere abrir todas? —le preguntó la joven.
—Sí, ¡hágalo por favor! —asintió con sutileza Jonathan.
Aunque sabía que no se las terminaría, le pidió que abriera todas. Después de todo, era posible que fuera la última vez que vendría a este bar, así que ya no había necesidad de guardar las cervezas aquí.
—¡Con gusto!
La dama lo miró sobre su hombro. Con un chasquido de sus dedos, el camarero se apresuró a abrir todas las botellas de cerveza y las puso sobre la mesa. Después de hacer eso, la dama le preguntó:
—Señor Galindo, ya que está usted solo, ¿debo traer alguna dama de compañía?
—¿Dama de compañía? —Jonathan se sorprendió al averiguar que el bar ofrecía ese servicio.
—No me malinterprete, Señor Galindo. Solo lo entretienen mientras bebe. ¡Eso es todo! —le explicó la joven de inmediato, al notar el asombro en sus ojos.
—¡No hay necesidad! —Jonathan hizo un movimiento de desdén. No tenía ningún interés en esa clase de servicio.
Como el poderoso Asura, había visto a muchas jóvenes antes. Si así lo deseaba, un montón de mujeres famosas, entrarían en su cama de buena gana. Por eso, no habría forma en que él quisiera la compañía de una mujer de esas.
Poco después, la joven dejó solo a Jonathan. Con indiferencia, él se sirvió un vaso de cerveza, mientras barría con la mirada el lugar. De pronto, encontró una figura conocida.