Melanie parpadeó varias veces. Luciano no traía camisa y de repente se sintió hambrienta cuando sus ojos recorrieron el pecho y los perfectos abdominales de lavadero del hombre.
La garganta se le secó y sus dedos picaron para acariciar aquella perfecta piel. Quería confirmar que ese hombre delante de sus ojos en realidad era humano y no un dios bajado del mismísimo Olimpo.
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