Capítulo 34
El estómago de Xana gruñó y eso la hizo removerse. Después de pasar el celo con el lobo a su cuerpo le había costado tomar el ritmo normal de movimiento, sus piernas se sentían como gelatina, aunque ya no dolían. Se acomodó más contra la piedra que estaba recostada mirando al lobo grande y peludo que se acercaba a ella.
-No puedo hacerla más, déjame descansar un poco- suspiró ella pensando que el alfa aún tenía su lívido activo, pero por suerte este negó con la cabeza y se limitó a oler su vientre- Tengo hambre- respondió ella, pero el lobo se mantuvo allí… como inspeccionando algo- ¿Qué ocurre?
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