Capítulo 59 En evidencia
Sam acompañó a Ingen hasta la entrada de la mansión y lo observó alejarse en el auto que lo llevaría a un nuevo día de clases. Vlad también había salido a su trabajo, tan impecablemente como en sus mejores tiempos. Y se veía muy guapo o eso le pareció a ella. Bien sabía que sus ojos de enamorada no podían ser objetivos, pero ya ni ojeras tenía y, ciertamente, sin ese malhumor que lo aquejaba, su rostro había recuperado su lozanía.
—Sam, la señora te espera en su despacho —le avisó Kel.
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