Capítulo 49 Dichoso castigo
Sam tenía siete años y todos decían que era un ángel cuando la veían. Llevaba un largo vestido de pulcro blanco y su cabello castaño ondeaba bajo una corona de flores, de las mismas que sacaba de su canastito y lanzaba, dando brincos por doquier. Era el matrimonio de su tío y ella no paraba de reír, viendo los coloridos pétalos danzar por los aires.
Es un ángel, decía su abuela, que desconocía que era ella la que se comía las galletas que guardaba celosamente en el frasco de la cocina, es un ángel, decían sus padres, que no sospechaban que Sam usaba los patines prohibidos cuando ellos no estaban; es un ángel, decía el novio, sin sospechar que esa pequeña inocente lanzaría, años más tarde, su lujoso auto a la piscina.
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