Capítulo 7 Compras y mentiras
Me subo al auto de mi padre rumbo a la escuela. Ya que no funciona el mío, mi papá debe ser mi chofer personal. Dejo mi bolso en los asientos de atrás y el auto arranca.
—¿Cómo te sientes en la escuela? Creo que no había tenido la oportunidad de preguntarte, cariño —observo a mi padre con una sonrisa antes de comenzar.
—Bien —él frunce el ceño.
—¿Solo bien? ¿Estás segura?
—Es algo intimidante. Todos allí tienen dinero, todos, sin excepción, pero estoy bien, tengo amigos.
—Así que estás bien, pero es intimidante.
—Exactamente —respondo mientras el auto se detiene en un semáforo.
—Escucha, Kim, vine aquí por ti, estoy haciendo esto por ti, para que tengas una mejor vida, para que vayas a una buena universidad y seas lo que quieras ser, para que tengas todo lo que yo no te puedo dar.
—Papá, estamos aquí por tu trabajo y sí, sé que quieres que vaya a una buena universidad y termine en un buen colegio, pero si luego no podemos continuar con la beca puedes pasarme a un colegio público. No quiero que hagan esfuerzos.
—Te juro que no terminarás el bachillerato en una escuela pública, ni irás a una universidad comunitaria. Sobre mi cadáver.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque yo lo digo —responde y el auto vuelve a su curso luego de que el semáforo se pone en verde.
—¡Gracias por traerme, papá! —exclamo tomando mi bolso y cerrando la puerta.
Aún es muy extraño lo que le pasó al auto pues funcionaba de maravilla, pero son cosas que pasan, supongo.
—De nada hija, ya veremos qué le pasa a tu auto.
En cuanto lo supo, se enojó, dijo que pagó mucho dinero como para que ese aparato deje de funcionar de la nada. Yo sólo me reí.
—Bueno, alguna cosa me avisas respecto al auto, adiós. ¡Te quiero! —me despido de mi padre y el auto arranca.
En la entrada me encuentro con Tania que me da un gran abrazo.
—Te extrañe —me dice al separarse.
La amistad con Tania se intensifica cada vez más, es una excelente persona a la cual admiro mucho. Es muy extrovertida y a cada rato me dice lo afortunada que ha sido al conocerme pues le gustaría impregnarse de lo que soy y lo que inspiro.
—Yo igual —respondo con una sonrisa sincera.
De pronto es como si el tiempo se detuviera, viene entrando al estacionamiento el auto más hermoso que he visto, y aquí todos los autos son finos, pero ése es espléndido, y por supuesto, lo viene conduciendo Brooke y viene con sus amigas.
Las chicas se bajan bajo la mirada de toda la población tanto femenina como masculina. Es como si ellas les gustara que las miraran, como si las hiciera sentir poderosas.
—¡Ay vámonos! no les demos tanta importancia —me dice Tania jalándome hacia adentro de la escuela cuando ve, lo embobada que quedé.
No le he contado del pequeño paseo que di con ellas. No creo que sea necesario.
—Okay.
Entramos a clase de cálculo y ésta se da normalmente. Sin inconveniente alguno y sin interrupciones.
Dos horas después tocan la campana indicando la hora del almuerzo y todos los estudiantes salen del aula.
Tania y yo nos sentamos en nuestra mesa y empezamos a charlar sobre una serie que se vio el fin de semana, algo así como cazadores de monstruos que llaman a los humanos mundanos.
—Hola, Kimberly —me sorprendo al escuchar el saludo de Sharon.
Está sola, pero eso no la vuelve menos intimidante.
—Oh... Hola —digo no tan convencida. ¿será que si es para mí ese saludo?
—¿Tu auto ya está funcionando? —pregunta mientras se arregla un poco el cabello.
—Oh... No.
—¿De qué está hablando, Kimberly? —pregunta una Tania desorientada. ¡Carajo!
—El viernes...
—Eso a ti no te importa —me interrumpe Sharon.
—Pues yo le pregunté a ella —se defiende mi amiga. Es admirable su valentía.
—Mira estúpida...
—Okay, ¡Basta! ¿qué querías decir?
—Bueno, quería invitarte de compras con mis amigas y yo, de paso te llevo a tu casa.
—Yo puedo llevarte —me dice Tania mientras abre los ojos en una forma de tratar de que no vaya. Además, me aprieta la pierna por debajo de la mesa para que diga que no.
—Mira igualada, ¿qué te está pasando? Deja de ser una perra celosa y cállate —habla Sharon.
Tania la mira furiosa pero no dice nada.
Lo pienso un momento y medito un poco; Sharon se ha comportado bien conmigo, me ha tratado excelente y mamá siempre me ha dicho que no juzgue a las personas así que...
—Me encantaría —Acepto con una sonrisa—. Pero debo pedir permiso.
—Padres, padres, padres —comenta Sharon rodando los ojos—. Siempre dirán que no para salir, diles una mentira piadosa, como que vas para la biblioteca o algo así.
No soy la virgen María, obviamente le he mentido algunas veces a mis padres, y sé que dirán que no si no conocen a Sharon así que lo haré. O través ganó mi curiosidad, mi maldita curiosidad.
—Claro.
Sharon sonríe con esa sonrisa que la caracteriza. Una que te grita peligro pero de igual forma la consideras hermosa. De igual forma te hipnotiza y haces lo que ella quiera.
—Okay, te espero a la salida en el estacionamiento.
Sharon me tira dos besos y se va contoneando sus caderas. Tania niega con la cabeza. Ella se ha portado raro conmigo desde que hablé con Sharon, tal vez piensa que si ando con esas chicas me aleje de ella, cosa que no va a pasar.
Tal vez hicieron cosas malas antes, pero las personas cambian y el hecho de que se acerquen a mí, a ayudarme y viendo los superficiales que pueden llegar a hacer, es tomado como un adelanto. Sí, tal vez sea una tonta y las personas no cambian, pero así es como me han criado y así es como soy.
Salgo al estacionamiento escribiéndole a papá que iré a estudiar con Tania y éste me responde que de igual manera no podía venirme a buscar. Me empiezo a sentir mejor por la mentira ya que de igual forma alguien más tenía que llevarme.
—Hola, chicas —las saludo, me estaban esperando arriba del auto de Brooke.
—Hola... —Bridgit se detiene a media frase.
—Kimberly —le digo a Bridgit, al parecer no se sabe mi nombre o sólo busca hacerse la chica mala.
—Eso mismo —dice con una sonrisa forzada.
—Bueno nos vamos —comenta Sharon y nos subimos al auto.
Llegamos al centro comercial y volamos casi de inmediato a la tienda preferida de Brooke, Beverly Hills Fantastic, dice que es ropa importada, pero algo así como ilegal y aunque tiene dinero para comprar en Versage o en Prada, le gusta esa ropa y que prácticamente todo su clóset es de allí
—Creo que se te vería muy bien esta blusa. Es elegante y créeme la necesitaras —dice Brooke mientras me tiende una blusa roja despampanante.
—¿Cómo que la necesitaré?
—¡No le hagas caso! La cocaína le está haciendo efecto —interviene Sharon—, lo que ella trata de decir es que te llevaremos a muchas fiestas así que necesitaras mucha ropa y que deberías comprarla.
¿La cocaína? ¡Vaya! Espero que haya sido una broma porque no quiero estar cerca de algo así.
—Es muy bonita pero no tengo el dinero que vale.
—¿Y quién está hablando de dinero? —contesta Brooke
—A nosotras eso nos sobra —esta vez habla Bridgit—, así que te la van a regalar.
—No es necesario...
—¡Que no te de vergüenza! Es evidente que ya has recibido caridad en tu vida —se burla la castaña.
—¡Cállate Bridgit! Cierra el hocico de perra venenosa por un momento y desaparece de mi vista.
Bridgit me mira mal por milésima vez y se va con Brooke a pagar todo lo que ya han elegido.
—No la escuches, Kimberly, yo te la voy a regalar y no por caridad sino porque sería injusto que alguien más se la lleve, alguien a quién no le quedaría tan bien como a ti —yo solo le sonrío débilmente a Sharon.
Al final le acepté el detalle a Sharon, aunque un parte de mí sintió que luego de lo que dijo Bridgit no debí hacerlo. Sin embargo, cuando me la probé en el vestidor de la tienda y noté lo diferente que me veía, me gustó y por eso lo acepté.
—Gracias por traerme —le agradezco a Brooke mientras me apoyo en la ventanilla.
—Como sea, adiós —Brooke arranca y yo debo quitar los brazos o me caeré.
Entro a la casa y veo a mi mamá furiosa en la sala, lo sé por su expresión, que pocas veces me demuestra.
—¡¿Dónde estabas Kimberly?! —me grita.
—Le dije a papá que estudiando con Tania —susurro temeroso, pocas veces mamá grita.
—No mientas, tu padre te fue a buscar a la biblioteca y no había rastro ni de ti ni de la tal Tania que apenas conocemos.
—Pues...
—¿Quiénes son esas chicas que te trajeron? —me interrumpe.
—Mis amigas —contesto.
—No quiero que salgas más con ellas, tú nunca habías salido de casa después de las seis.
—¿Qué? ¡Mamá no! Claro que tengo que andar con ellas, ¿no sabes quiénes son?
—¿Quiénes son? ¿Dios? Porque a menos que lo sean te prohíbo andar con ellas.
—No son Dios, pero son importantes, son mis amigas, las pocas que he conseguido en este lugar.
El ceño de mamá se dulcifica, y puedo ver en su cambio de respiración, que se ha calmado.
—Sólo no vuelvas a mentir Kimberly, nunca lo has hecho.
—Lo siento mamá, no lo haré, pensé que no me darías el permiso.
—Está bien, ve a dormir —dice y me da un abrazo—. Eres mi hija, mi adorada Kim, y sabes que no me gusta gritar —susurra mientras estamos aún abrazadas.
—Lo sé mamá, lo sé.