Capítulo 6 La avaricia que te carcome
La limusina nos deja frente a la gran mansión de Erik, las chicas y yo nos bajamos con nuestros hermosos atuendos para la fiesta.
La mansión está iluminada y la música está por lo alto, hay muchos autos finos aparcados afuera, así que hay invitados muy especiales.
Con la ayuda de uno de los escoltas entramos a la casa.
Al entrar lo primero que noto es la lluvia de colores por las luces. Es fantástico. Erik siempre hace las mejores fiestas. Siempre está acompañado de gente importante y alcohol importado. Es lo que más me gusta de él, incluso más que su físico. Es como alguien difícil de alcanzar; insuperable.
—Okay chicas, voy a buscar a Erik, ustedes no se alejen mucho —ellas asienten y salen en busca de alcohol.
Empiezo a caminar haciendo a un lado a todo el montón de gente que baila, borrachos y drogados en la pista.
Llego a una especie de privado que tiene Erik en la segunda planta de la casa y con la aprobación de éste me dejan pasar.
—Sharon, estás preciosa —dice levantándose del sillón rojo pasión y dándome un beso pequeño beso en los labios.
Los hombres que lo acompañan me miran de pie a cabeza y las mujeres también. Sonrío con autosuficiencia hacia ellas.
—Gracias —respondo.
—¿Y las chicas? —pregunta mirando a todos lados como si estuviera buscándolas.
—Están buscando alcohol, ya sabes cómo son —le respondo mientras le arreglo la corbata en una forma coqueta
—Bueno diviértete, estás en tu casa, preciosa —asiento.
—Erik —lo llamo antes de irse.
—¿Si?
—Nada, olvídalo.
Erik frunce el ceño, pero no dice nada.
Por los que no se han dado cuenta, las chicas y yo somos como las niñas especiales de Erik, sus damas de compañía, diría que prostitutas, pero ellas no tienen los beneficios que tenemos nosotras, además no es bonito al oído.
Podemos tutearlo, podemos venir cuantas veces queramos, nos tiene como unas reinas y eso me encanta, este secreto es el más preciado y es divertido, pienso que lo que une a las personas son los secretos y éste me une aún más con mis amigas.
Busco a las chicas y luego de varias copas de whisky ya estamos suficientemente prendidas.
Unos chicos que reconozco como los hijos de uno de los amigos de Erik que andan, ya saben, en sus negocios raros, nos invitan a la mesa donde hacen concurso de chupitos.
—Pero si llegaron las chicas más lindas de por aquí —dice Zac mientras nos mira lascivamente de pie a cabeza.
Zac es el hijito de papi de Brandon, un amigo empresario de Erik con gustos peculiares, es alto, rubio, con dos esmeraldas azules de ojos y un trabajado cuerpo, ha tenido el honor de estar conmigo, lo cual también quiere su padre, pero no le he querido dar.
—Por supuesto, no nos perderíamos esta fiesta —responde Brooke.
—Ya vemos —esta vez habla Cristián.
Cristián es el mejor amigo de Zac, estaba ajeno a este mundo hasta que su amigo lo introdujo en él, así como yo lo haré con cierta persona de ojos azules y piel de muñeca.
No puedo evitar pensar en ella. Es perfecta, perfecta para Erik, además, me dará mucho dinero. Reconozco una joya en cuanto la veo.
Nos unimos a su competencia de chupitos y en poco tiempo hacen efecto.
De pronto tiro todo lo que está en la mesa al suelo y empiezo a bailar encima de ésta, las chicas me siguen y toda la gente se aglomera a nuestro alrededor y empiezan a gritar y a bailar.
Las chicas y yo nos movemos al son de la música, de pronto Zac me alza los brazos, como para cargarme y así lo hace, luego me sienta en la mesa y me empieza a besar apasionadamente, me empieza a besar el cuello y a meter su mano por debajo del vestido que llevo.
—Vámonos para una habitación —me susurra en el oído y asiento.
Empezamos a subir las escaleras, pasamos por el privado de Erik, pero no miro hacia allá y entramos a la primera habitación vacía que encontramos.
Me lanza a la cama y con mucha prisa me empieza a quitar el vestido, dejándome en mi ropa interior color rojo pasión de encaje.
Me quita el sostén y empieza a tocar mis senos de una forma experta.
Luego me quita las bragas y empieza a mover su lengua de manera experta en esa parte de mi cuerpo. Sólo gemidos se escuchan en la habitación, no sé si sólo son los míos o es que en la habitación de al lado también están cogiendo.
Cuando estoy dispuesta a llegar a mi orgasmo él se detiene y me besa dándome a probar de mi sabor. Cambiamos de posición y me subo sobre su regazo, le empiezo a besar el pecho y lamer el cuello. Tomo de la mesa de noches un preservativo, tomo anticonceptivos como todas mis amigas, pero no me voy a arriesgar a una enfermedad, no soy estúpida. Saco el condón de su envoltura y de una forma sexi se lo coloco en el miembro de Zac.
Me hundo en él y empiezo a moverme despacio, Zac tomas mis caderas y me muestra el ritmo que él quiere. Empiezo a moverme rápido y a medida que pasa el tiempo mucho más rápido, mis pechos saltan y de vez en cuando Zac los agarra.
Suelto un pequeño grito cuando llego a mi orgasmo y al rato llega Zac.
Me despierto totalmente desnuda y es cuando recuerdo que he dormido con alguien, pero no recuerdo con quién. Me levanto sin importar mi desnudez y entro al baño, me doy una refrescante ducha y salgo envuelta en una toalla.
Me coloco la ropa de ayer y me recuesto de nuevo, me doy cuenta que con quien he dormido es con Zac, él se despierta y me da un beso que gustosa acepto.
—Preciosa, ayer estuviste excelente —me felicita y yo sonrío.
—Siempre lo hago bien, Zac —él ríe
—Se olvida a veces que eres una puta —ignoro su comentario—. Mi padre no le gustó mucho que cogiéramos anoche —dice acomodándose en la cama para verme mejor.
¡Maldición! Ese hombre me va a volver loca, él es guapísimo, lo es, pero no sé por qué no me atrae, me gusta su hijo, me gusta la manera en la que lo hace, la manera posesiva en la que me toma, todo de él me gusta.
—¿Por qué lo dices? —pregunto.
—Cuando subimos a la habitación, me miró muy mal, ya sabes que estaba en el privado con Erik.
—Pues ya no importa. Lo hecho está hecho, además no es la primera vez que cogemos.
—Ten cuidado con él —me advierte —. Siempre consigue lo que quiere, sin importar a qué costo.
—Lo tendré —digo levantándome—. Sé cuidarme, aunque... ¿Te importaría compartirme?
Zac se levanta con una sonrisa y empieza a dar pequeños besos en mi cuello.
—Tal vez, pero no con mi padre — susurra.
Cuando estoy dispuesta a salir de la habitación Zac me llama y me da una buena cantidad de dinero, según él para que me compre algo bonito, le agradezco con un beso y luego de darle un suave apretón a su miembro, salgo de la habitación.
Cuando estoy caminado por el pasillo lleno de habitaciones veo salir a Bridgit de la de Erik, lo sé porque también he estado allí.
—Amiga, te estás encariñando mucho con Erik —le digo cuando la tengo a mi lado.
—Es que lo hace tannnn bien — responde alargando la N, yo suelto una carcajada.
Bajamos a la primera planta de la casa y escuchamos a Brooke gritar así que corremos hacia el jardín, que es de donde proviene el grito.
—Brooke, ¿qué pasa? —habla Bridgit.
—Miren lo que me regaló Francisco —dice dando saltos.
Veo un convertible color rojo, estacionado frente a nosotras.
—Está divino —habla Bridgit y se acerca a verlo de cerca. En cuanto lo hace, veo de reojo que mira más de la cuenta a Francisco. Así es siempre, ella quiere lo que otros tienen. Es como un vacío que siente ya que ella puede tener miles de autos como este. Simplemente es esa avaricia que la carcome.
—Hermoso —digo yo sin emoción alguna. He visto mejores y he tenido mejores.
Francisco es un hombre de aproximadamente treinta y cinco años de edad, no es tan guapo, pero tampoco feo, desde que vio a Brooke quedó fascinado. Dice que jamás había visto una mujer como ella. Brooke enrolla los brazos en el cuello de Francisco y le da un beso muy apasionado, él no pierde el tiempo y le da un apretón al trasero de nuestra amiga, se despiden y nos subimos al auto.
—Otro más a mi colección —dice rodando los ojos Brooke y nosotras reímos.
Arranca y nos vamos.