Capítulo 18 Un hombre formidable
Joel se estremeció al ver cómo la niebla carmesí se extendía hasta sus pies. Con un estruendo bajo, la nube de humo se disipó, y un rico olor a óxido se dispersó en el aire.
—¡Es inútil! La niebla de sangre devora todo lo que encuentra a su paso y las almas de los que toca. Una vez que sale, no hay forma de detenerla. Es sólo cuestión de tiempo que te reduzcas a nada más que un montón de carne en descomposición. Tu esencia servirá de alimento para mi gran poder.
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