Capítulo 40 Buenos días, Ana
—Jamie. — dije su nombre en voz baja para saber si estaba dormido, sabía que aún estaba incómodo por haberle mentido, era comprensible, y ahora no habíamos retomado aquello que me tenía tan emocionada. Incluso se había acostado con ropa y yo con mi ridícula pijama. Volví a llamarlo, aunque él no respondió. Apagué la luz y me dispuse a dormir, pero después de un rato, sentí su mano acariciar mi espalda.
— ¿Te vas a dormir sin darme un beso? — me di la vuelta y allí estaban aquellos ojos.
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