Capítulo 39 Su mujer
Angélica
Las manos de Ernesto me regalaban caricias desde los muslos hasta los alrededores de mi entrepierna; eso me estaba volviendo loca, muy, muy loca. Ya me estaba desesperando porque ¡no me tocaba! Lo hacía para prepararme y poder recibirlo para minimizar el dolor. Sin embargo, Gaby ya me había comentado que sí dolía.
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