Capítulo 10 Trabajando solo
Punto de vista de Caden:
Estaba sentado en el auto con Rosaline a mi lado, pero ella dejó a propósito un gran espacio entre nosotros. Todo el camino mantuvo la misma postura que cuando se subió, mirando por la ventana sin siquiera mirarme.
Estaba frustrado. Era imposible tratar con esta mujer. Yo estaba siendo amable, ofreciéndome a llevarla a casa, y ella ni siquiera podía dar las gracias.
Incapaz de aguantarme más, hablé.
—Tocas muy bien el piano. ¿Cuándo empezaste a aprender?
Solo entonces Rosaline giró la cabeza despacio, levantando una ceja.
—Bueno, acabo de empezar.
«¿De qué demonios está hablando? Toca mejor que Wendy, que lleva cinco años practicando».
Me quedé sin palabras, pero Rosaline siguió sonriendo.
—Solo vi tocar a Wendy una vez y lo memoricé. Soy bastante inteligente, ¿no?
Mi irritación se desbordó.
—¿No sabes hablar bien? ¿Cuándo vamos a poder tener una conversación adecuada?
—Bueno, entonces no hablamos…
Rosaline volvió a girar la cabeza hacia la ventana, ignorándome.
Me di un tirón furioso de la corbata.
No debí intentar hablar con ella en primer lugar. ¿En qué estaba pensando?
Punto de vista de Rosaline:
No nos dijimos ni una palabra hasta que llegamos a la casa.
En cuanto el auto se detuvo frente a la casa, Caden salió con rapidez. Estaba claro que le había tocado una fibra sensible, pero había sido él quien inició la conversación, no yo. Así que no iba a sentirme culpable.
Salí del auto y entré a la casa con lentitud.
Caden estaba sentado en el sofá de la sala, con un vaso de agua en la mano. Cuando pasé junto a él, ni siquiera me miró. Subí las escaleras, pero lo escuché dejar la taza con un fuerte golpe sobre la mesa.
Era curioso que el futuro alfa de la Manada del Eclipse estuviera haciendo un berrinche por algo tan trivial. Estaba claro que a este hombre le faltaba el autocontrol. Si alguna vez se convertía en el alfa de la Manada del Eclipse, alguien de otra manada con más ambición seguro lo derribaría.
…
A la mañana siguiente, en el desayuno, Eleanor y Queenie continuaron con sus comentarios sarcásticos, tratando de burlarse de mí. Las ignoré por completo, tratándolas como si ni siquiera estuvieran ahí.
Cuanto más las ignoraba, más se enojaban.
Después de desayunar, fui directo a trabajar al Grupo Eclipse.
Ser secretaria era fácil para mí, sobre todo como alfa de la Manada de la Sombra. Terminé mis tareas con rapidez e incluso me eché una siesta antes de la hora de comer.
Cuando volví del baño, encontré un montón de archivos nuevos en mi escritorio con Stella de pie junto a ellos.
—¿Qué es todo esto? —pregunté.
Stella habló en un tono autoritario:
—Estos archivos deben introducirse en el sistema hoy. Se suponía que debías hacerlos con otra persona, pero está de permiso, así que ahora depende de ti. Y recuerda: para hoy.
Eché un vistazo rápido a los archivos. Había que introducirlos uno por uno, lo cual era tedioso y llevaba mucho tiempo. Si quería terminar antes de que acabara el día, tendría que hacer horas extras.
—¿Si es tan urgente por qué no me las diste antes?
—Hubo un cambio de planes y acabo de recibir la orden de arriba. Cosas como esta pasan todo el tiempo. ¿Qué pasa con tu actitud, Rosaline? Puede que seas la prometida del señor Holbrook, pero ahora estás aquí para trabajar, así que deberías hacer tu parte, ¿no? —respondió Stella con confianza.
Sabía que estaba intentando ponerme las cosas difíciles, pero ya estaba acostumbrada a estos jueguecitos. Además, después de convertirme en alfa, tenía mucha energía. Ocultar mi poder dentro de la mansión de los Holbrook empezaba a ser asfixiante, y trabajar no era la peor manera de canalizarlo.
—Por supuesto —respondí, sentándome para empezar a revisar los archivos.
Stella no se fue, se quedó a mi lado, observándome.
—Recuerda, Rosaline: debes comprobar todo con cuidado. Cada número debe ser exacto. Un número incorrecto podría desbaratar todos los datos.
—¿Algo más? ¿Puedes decírmelo todo de una vez? —Le lancé una mirada impaciente.
—No, eso es todo.
—Entonces vete. ¿No tienes nada más que hacer?
Ella vaciló, pero al final se marchó, dejándome sola para ponerme a trabajar.
Suspiré para mis adentros, preparándome para un largo día.