Capítulo 27 —Pensamientos y despertar
Narrador:
La madrugada estaba envuelta en un silencio pesado cuando Liam despertó. La luz tenue que entraba por las cortinas apenas iluminaba el rostro de Maya, dormida profundamente a su lado. Observó su expresión relajada, sus labios ligeramente entreabiertos, y sintió una punzada en el pecho que lo dejó sin aliento. Era amor. Por primera vez en años, Liam lo supo con certeza. No era solo deseo, no era la obsesión que siempre había atribuido a su vínculo con ella. Era algo mucho más grande, más aterrador. Su mente se llenó de imágenes de la noche anterior, de cómo Maya se había entregado por completo, no solo con su cuerpo, sino con una confianza que lo desarmó. Había conocido cada rincón de su piel antes, pero esta vez había algo distinto, algo que lo hacía sentir como si nunca hubiera tenido nada tan valioso en sus manos. Se removió en la cama, incapaz de seguir tumbado allí. La emoción lo invadía, pero también lo aterrorizaba. Se levantó con cuidado, asegurándose de no despertarla, y salió de la habitación. Necesitaba pensar, poner orden en el caos que ella había desatado en su interior. Cuando el sol empezó a asomarse en el horizonte, Maya despertó al aroma del café. Se incorporó lentamente, sintiendo las marcas que la noche anterior había dejado en su cuerpo, testigos silenciosos de lo que había sucedido entre ellos. Por un momento, tuvo la sensación de que todo había sido un sueño, pero el hueco en el colchón junto a ella decía lo contrario. El aroma de su piel aún impregnado en las sábanas, todo, confirmaba que no había sido un sueño. Con un suspiro, se levantó y se vistió con la camiseta que llevaba la noche anterior, la tela suave y reconfortante contra su piel. Siguió el aroma hasta la cocina, donde lo encontró. Liam estaba de pie junto a la ventana, una taza de café en la mano. Su figura descalza y relajada contrastaba con la tensión evidente en su mandíbula y en la forma en que sus ojos se perdían en el horizonte. Maya se quedó en el marco de la puerta por unos segundos, observándolo. La vulnerabilidad que él intentaba ocultar era evidente para ella. Se aclaró la garganta suavemente, rompiendo el silencio.
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