Capítulo 6 —La conversación incómoda
Narrador:
La cena había sido tranquila, aunque cargada de una tensión sutil que Maya no podía ignorar. Elena, con su calidez habitual, no dejó de intentar llenar los silencios con comentarios amables y recuerdos del pasado.
—Es tan bueno tenerte en casa, Liam —dijo Elena con una sonrisa, observando a su hijo con una mezcla de orgullo y melancolía —Más allá de las circunstancias, me hace feliz que estemos todos juntos nuevamente. —Liam no respondió de inmediato. Se limitó a asentir y a tomar un sorbo de su vino, evitando los ojos de su madre. —¿Sabes? —continuó Elena, mientras se servía un poco más de ensalada —Hace unos días me encontré con Anne. Seguro la recuerdas, ¿verdad? Salieron juntos un tiempo. —Liam arqueó una ceja, pero no dijo nada. Maya observó la interacción, sintiendo que había una historia ahí que desconocía. —Ella preguntó por ti. Me dijo que si hablaba contigo, te dijera que te comunicaras con ella. Me pareció curioso, porque parecía realmente interesada en saber cómo estabas.
—No voy a llamarla, mamá —respondió Liam, cortante, mientras dejaba su copa de vino sobre la mesa —Esa historia terminó hace años, y no veo la necesidad de revivirla.
Elena suspiró, evidentemente acostumbrada a la frialdad de su hijo, pero su sonrisa se mantuvo firme.
—Bueno, solo pensé que te gustaría saberlo. Siempre te he dicho que Anne era una buena chica. Me alegra saber que sigue preocupándose por ti. —El comentario pareció terminar ahí, pero la conversación no tardó en desviarse nuevamente. Elena, con su tono nostálgico, se dirigió directamente a Liam. —Liam, entiendo que la vida es complicada, pero ¿sabes cuánto me habría alegrado recibir una llamada tuya de vez en cuando? Maya y yo siempre te escribimos para tu cumpleaños. Al menos podrías haber respondido alguno de los mensajes.
No había reproche en su voz, pero las palabras estaban cargadas de una tristeza apenas disimulada. Liam desvió la mirada hacia su plato, su mandíbula tensándose por un instante antes de relajarse nuevamente.
—Estaba ocupado, madre.
—Siempre lo estás —respondió Elena, con una sonrisa que intentaba suavizar la conversación —Pero aun así pordías haberte tomado tan solo 5 minutos al año... —hizo una pausa, tratando de no sonar intensa —...de todas maneras, me alegra que estés aquí ahora. Eso es lo que importa. —Maya observaba en silencio, sintiéndose como una intrusa en la escena, pero al mismo tiempo incapaz de apartar la mirada. La conversación entre Liam y Elena era como un campo minado; cada palabra parecía cuidadosamente medida, cada gesto cargado de significado. —Iré al hospital después de la cena —continuó Elena, dirigiéndose a ambos —Su padre estará más tranquilo esta noche. Liam, creo que deberías acompañarme.
El comentario se colgó en el aire, esperando una respuesta que no llegó. Maya miró a Liam, intentando descifrar lo que estaba pensando.
—No iré esta noche —dijo finalmente, su voz firme —Estoy cansado del viaje. Prefiero ir mañana temprano.
Elena pareció decepcionada, pero no insistió. Se volvió hacia Maya, su expresión suavizándose.
—Entonces será mañana. Maya, ¿tu sí, me acompañas?
Antes de que Maya pudiera responder, Liam habló.
—No. Maya se queda conmigo, también está cansada, mamá, hicimos el mismo viaje —rezongó.
Elena lo miró con una ligera sorpresa, pero decidió no comentar. Solo recogió los platos vacíos y se excusó para prepararse.
—Me voy entonces. Descansen, chicos, y nos vemos mañana por la mañana. —Elena acarició la mejilla de Liam antes de desaparecer por el pasillo.
Cuando el sonido de los pasos de Elena se desvaneció y la puerta principal se cerró, la atmósfera cambió drásticamente. Maya sintió el nudo en su estómago apretarse cada vez más mientras miraba el reloj. Liam había pasado la última media hora revisando correos en su teléfono, sentado en el sofá como si nada en el mundo pudiera perturbarlo. Finalmente, él se levantó y rompió el silencio que se había vuelto insoportable.
—Tenemos que hablar de algo importante —dijo, su tono casual, aunque su mirada estaba cargada de intención.
Maya se tensó, sabiendo que nada bueno podía salir de esa frase.
—¿Sobre qué? —preguntó, tratando de sonar firme, pero su voz delataba un leve temblor.
Liam se cruzó de brazos y la miró como si evaluara cuánto podía soportar.
—Sobre cómo vamos a manejar esto —dijo, señalando el espacio entre ellos con un ademán —Específicamente, sobre cómo voy a manejarte.
Maya sintió que su garganta se secaba aunque lo único que se le ocurrió era que él podía estar hablando de su madre, y cómo actuar frente a ella.
—No entiendo a qué te refieres —pero prefirío que Liam le confirmara de que iba la conversación exactamente.
—Voy a ser claro, porque no me gusta perder el tiempo —dijo Liam, acercándose un paso —No quiero sorpresas, y no quiero problemas. Quiero que te cuides, Maya.
Ella lo miró con el ceño fruncido, confundida.
—¿Cuidarme? ¿De qué hablas?
Liam soltó una carcajada baja, como si su ingenuidad lo divirtiera.
—De no quedar embarazada —dijo, su tono ahora directo y sin tacto —No voy a usar protección contigo. No quiero, ni voy a hacerlo. Prefiero disfrutarte sin restricciones. Así que depende de ti asegurarte de que eso no sea un problema.
El rostro de Maya se encendió de vergüenza, y las palabras de él la golpearon como una bofetada. Su corazón latió con fuerza mientras trataba de procesar lo que él había dicho.
—¡Eso es...! ¡Eso es indignante! —exclamó, levantándose del sillón y enfrentándolo —¿Cómo puedes siquiera decirme algo así?
Liam no retrocedió, y su expresión se endureció.
—Es parte del trato, Maya, si te molesta, es demasiado tarde para quejarte. Este es el tipo de cosas que aceptaste cuando decidiste entrar en este acuerdo. —Ella lo miró incrédula, las palabras atrapadas en su garganta. Sabía que él era dominante, controlador, pero esto era demasiado. Intentó replicar, pero él levantó una mano, silenciándola antes de que pudiera hablar. —No lo estoy discutiendo contigo —dijo, su voz ahora más baja pero infinitamente más peligrosa —Lo estoy dejando claro. Asegúrate de cuidarte. No quiero tener que mencionarlo otra vez.
Maya sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero se negó a dejarlas caer frente a él. No iba a darle esa satisfacción. Finalmente, logró encontrar su voz.
—Eres... eres un monstruo.
Liam ladeó la cabeza y sonrió con arrogancia.
—Tal vez. Pero recuerda algo, Maya; este monstruo ahora controla tu vida. Y cuanto antes lo aceptes, más fácil será para ti.
Con esas palabras, se giró y salió de la habitación, dejándola sola para lidiar con la humillación y la rabia que la consumían. Maya se hundió en el sillón, sintiéndose atrapada y derrotada. Pero, incluso en su desesperación, una parte de ella se prometió que encontraría una manera de recuperar el control, aunque no tuviera idea de cómo hacerlo. ¿Dónde había quedado aquel chico que la protegía?
Recuerdo:
Maya tenía seis años, y Liam, trece. Era una cálida tarde de verano, y los adultos estaban ocupados en la
sala mientras ella jugaba en el jardín. Intentaba trepar al gran árbol en el centro del patio, un reto que
parecía insuperable para su pequeño cuerpo. Resbaló una vez, luego otra, hasta que escuchó una risa
grave detrás de ella.
—¿Qué estás haciendo, pequeña? —preguntó Liam, cruzando los brazos mientras la observaba desde la
sombra del porche.
—¡Voy a llegar hasta la cima! —gritó ella, decidida, aunque sus manos temblaban.
Liam se acercó con pasos seguros, su figura proyectando una sombra protectora sobre ella.
—¿Tú sola? Eso no va a pasar. —Sin esperar su respuesta, se arrodilló frente al árbol y le ofreció su
espalda. —Sube. Te daré un impulso.
Maya dudó por un momento, pero la mirada confiada de Liam la convenció. Se subió a sus hombros,
riendo mientras él la levantaba con facilidad. Desde esa nueva altura, el mundo parecía más pequeño,
más alcanzable.
—¡Puedo hacerlo! —dijo Maya, intentando estirar sus brazos hacia una rama más alta.
—Con calma, princesa —dijo Liam, sujetándola firmemente por las piernas —No te vayas a caer, que no
tengo ganas de que mamá me mate. —Finalmente, Maya logró aferrarse a la rama y subir al árbol,
riendo con la adrenalina del momento. Desde abajo, Liam la miraba con una sonrisa llena de orgullo. —Ahí tienes, pequeña. Pero recuerda, si llegaste ahí puedes llegar a cualquier lado y lograr todo lo que te propongas en la vida.
Ese recuerdo siempre le volvía a Maya en los momentos más difíciles, recordándole que Liam había sido
su roca, su apoyo incondicional. Pero ahora, esa imagen de protección parecía un eco lejano, casi irreal,
comparado con el hombre dominante y desafiante que estaba frente a ella. ¿En qué momento había
cambiado todo entre ellos?
Si les va gustando la historia, haganmelo saber en los comentarios, tabién siganme en re*des @Francis Wil y sobre todo recomiéndenla en todos los luagares que puedan...