Capítulo 8 —Sellando el acuerdo
Narrador:
Los días habían pasado desde la última vez que Maya vio a Liam. Se había marchado diciendo que tenía cosas que hacer fuera de la ciudad, y aunque su ausencia debería haber sido un alivio, a Maya le resultó inquietante. Había algo en el vacío que dejó su partida que no podía ignorar. Pero entonces, una tarde, Liam regresó. Cuando entró en la casa, su presencia llenó el espacio como una tormenta anunciada. Maya lo encontró en la sala, descansando despreocupadamente en el sofá como si no hubiera desaparecido sin aviso.
—¿Te divertiste abandonándonos sin una clara explicación? —preguntó Maya, cruzándose de brazos.
Liam sonrió con esa arrogancia característica, levantando una ceja. —¿Me extrañaste? —replicó, ignorando por completo su tono acusatorio.
—No seas idiota, pero papá pudo morir en tu ausencia
Maya rodó los ojos y se giró para salir de la sala, pero su voz la detuvo.
—Vamos al hospital. Es hora de ver cómo está el viejo.
Maya se giró lentamente, sorprendida por el repentino interes en el tema.
—¿Ahora? —preguntó, con desconfianza.
Liam ya estaba tomando las llaves del coche.
—Sí, ahora. Anda, muévete.
Con un suspiro exasperado, Maya lo siguió hasta el coche, sintiendo que algo no estaba del todo bien. Subieron en silencio, y mientras él conducía, ella no pudo evitar notar que el camino no era hacia el hospital. La ansiedad empezó a crecer en su pecho.
—¿A dónde vamos? —preguntó finalmente, su tono cargado de sospecha. Él no respondió. En lugar de eso, colocó una mano firme sobre su muslo, haciendo que el corazón de Maya diera un vuelco. La presión era inconfundible, deliberada, y su pulgar trazó un círculo lento que encendió un calor incómodo en su piel. —Liam… —murmuró ella, intentando apartarse.
—Relájate —dijo él, con una sonrisa apenas perceptible en sus labios —Llegaremos pronto.
La intensidad en su mirada, reflejada brevemente en el retrovisor, le robó las palabras. Maya se quedó inmóvil, con la respiración contenida, mientras el coche continuaba su camino hacia lo desconocido. El coche se detuvo frente a un edificio moderno en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Maya observó el lugar con una mezcla de confusión y recelo. Las luces del vestíbulo brillaban intensamente, reflejándose en los ventanales impecables.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó, rompiendo el silencio.
Liam no respondió de inmediato. Apagó el motor, salió del coche y rodeó para abrirle la puerta. Maya lo miró con desconfianza, pero salió sin protestar.
—Quiero mostrarte algo —dijo, con una sonrisa enigmática. Sin esperar su respuesta, Liam la guió hacia el ascensor. Maya siguió sus pasos con cautela, preguntándose qué estaba planeando esta vez. El viaje en el ascensor fue silencioso, pero la tensión entre ellos era palpable. Cuando las puertas se abrieron, Liam avanzó por el pasillo hasta detenerse frente a una puerta de madera oscura. Sacó una llave de su bolsillo y la entregó a Maya. —Es tuyo —dijo simplemente.
Maya frunció el ceño, mirando la llave como si fuera un objeto extraño.
—¿Qué quieres decir con “mío”?
—Exactamente eso. Este apartamento es tuyo. Ya no tienes que quedarte en la casa paterna. Este es tu espacio ahora.
—¿Por qué harías algo así? —preguntó ella, cruzándose de brazos —No necesito tu caridad, Liam.
Liam se inclinó ligeramente hacia ella, su expresión transformándose en algo mucho más oscuro y posesivo.
—No es caridad, Maya. Esto me beneficia tanto como a ti. Ahora tendré acceso directo a ti cuando lo desee, sin interrupciones ni excusas. Nadie cuestionará nada. ¿Lo entiendes ahora?
El rostro de Maya se encendió de vergüenza y rabia.
—¡No puedo aceptar esto! Es humillante. ¡No soy un objeto, Liam!
Liam suspiró, dando un paso hacia ella.
—No estás en posición de rechazarlo, Maya. Esto no es una opción. Es una condición. ¿Quieres tu independencia? Este apartamento te la da, con mis términos. ¡Deja de resistirte a todo!
Ella lo miró con los ojos llenos de indignación, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para replicar. Finalmente, giró la llave en la cerradura y empujó la puerta. El interior era amplio, decorado con un estilo moderno y minimalista, pero también acogedor. Cada detalle reflejaba lujo y cuidado. Maya dio un paso hacia adentro, sintiéndose abrumada.
—No puedo creer esto…
Liam la siguió, cerrando la puerta tras de sí. Se apoyó contra la pared y la observó con una sonrisa satisfecha.
—Deberías acostumbrarte. Este es tu hogar ahora.
—¿Vas a quedarte esta noche? —preguntó ella, tratando de sonar desafiante.
Liam arqueó una ceja, claramente entretenido por su intento de retomar el control.
—Por supuesto. No voy a dejarte sola en tu primera noche.
Maya sintió un escalofrío recorrer su columna.
—Esto no significa nada, Liam. No pienso ceder a tus caprichos.
Liam caminó hacia ella lentamente, su mirada fija en sus ojos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que Maya sintiera su aliento, habló con un tono bajo y cargado de intención.
—Ya veremos.
La noche cayó rápidamente, y el apartamento se sumió en una calma que Maya encontraba inquietante. Intentó distraerse acomodando algunas cosas, pero cada movimiento de Liam la hacía tensarse. Finalmente, él se acercó mientras ella estaba en la sala, con dos copas de vino en las manos.
—Relájate, Maya —dijo, extendiéndole una copa —Esta no es una pelea. Es una celebración.
—¿Celebración de qué? —preguntó, aceptando la copa con recelo.
Liam sonrió.
—De un nuevo comienzo.
Maya rodó los ojos y se giró para mirar por la ventana. El silencio que siguió fue interrumpido cuando sintió las manos de Liam en sus hombros. Se tensó de inmediato.
—Deberías dejar de luchar contra lo inevitable, Maya —susurró él, inclinándose hacia su oído —Esto no tiene por qué ser tan complicado.
Ella se apartó bruscamente, girándose para enfrentarlo.
—¡Esto no es normal, Liam! ¡Nada de esto lo es! Y no está bien… —repitió, aunque su voz era apenas un susurro.
Liam la acorraló contra la pared, se inclinó hacia ella, y comenzó a besarle el cuello mientras murmuraba.
—¿Por qué no está bien? Porque crecimos bajo el mismo techo, como si fuéramos hermanos. ¿Eso es lo que te detiene? —Maya no respondió. Su corazón latía con tanta fuerza que podía escucharlo en sus oídos, cada latido resonando como una campanada. Liam movió sus labios hacia su oído, su aliento cálido haciéndola temblar. Dejó escapar un gemido cuando las manos de Liam se deslizaron por su cintura, subiendo lentamente por debajo de su camiseta. Su piel ardía bajo su toque, ella se aferró a sus hombros, buscando algo, cualquier cosa, para mantener el equilibrio mientras la pared detrás de ella parecía ser el único ancla que la mantenía en pie. —Tu no quieres que me detenga —susurró Liam.
Maya tragó con dificultad, su cuerpo traicionándola cuando sus manos lo atrajeron más hacia ella.
—No, no quiero que te detengas... —respondió finalmente, su voz apenas audible.