Capítulo 61 Lagrimas
En esos últimos dos días, me hallaba en la clínica, sumido en una atmósfera cargada de ansiedad y preocupación. Mi abuelo había estado a mi lado, brindando un apoyo silencioso en medio de la incertidumbre. Sin embargo, sus propias responsabilidades lo llamaron a alejarse, dejándome solo en aquel ambiente tenso y expectante.
El tiempo transcurría en una serie de momentos interminables. Durante horas, me mantuve de pie, con la mirada fija a través del cristal que separaba mi presencia de Maritza. Ella yacía allí, inmóvil, su figura apenas visible entre las sombras de la habitación. Cada segundo parecía eterno, cada minuto se estiraba en una agonía incesante.
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