La noche estaba fría y Kral me llevó por el pasillo en mi largo albornoz blanco. Las damas de compañía en el camino inclinaron la cabeza sorprendidas al vernos. Yo mantenía la cabeza baja y no me atrevía a mirar sus expresiones. Solo sentía que mis orejas se ponían rojas.
"¿Hasta cuándo vas a esconderte?"
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