Capítulo 76 Majestad, no la esperábamos hoy en nuestra manada
La entrada de la reina provocó un sobresalto en todos los presentes. Euclides, visiblemente nervioso, sentía cómo el sudor frío le perlaba la frente. La incertidumbre estaba en el aire, pues se suponía que el mensajero entregaría hoy la encomienda enviada a la reina. Sin embargo, Euclides, con una habilidad innata para disimular, se levantó de su asiento con una sonrisa enigmática, expresó.
—Majestad, no la esperábamos hoy en nuestra manada, ¡qué grata sorpresa nos ha dado! Bienvenida. —Con seguridad, se dirige hacia el otro lado de la mesa y extrajo una silla—. Siéntase por aquí, por favor. —Añadió, invitando a la reina a tomar asiento.
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