Capítulo 9 La buena actuación
—¿Sorprendida?
Joaquín encendió poco a poco un cigarrillo, y un ligero humo sopló sobre el bonito rostro de Katherine. Aquella noche, tenía tanta prisa que no le miró bien a la cara.
Cuando volvieron a verse, ella ya se había soltado el pelo y, como era de esperar, no llevaba gafas. Tenía un rostro delicado, largas pestañas que temblaban un poco como las alas de una mariposa, ojos brillantes y dientes blancos.
La joven dio un paso atrás.
—Señor, no sé de qué está hablando.
Este hombre no debía tener buenas intenciones para ser capaz de encontrarla en tan poco tiempo y bloquearle el paso. Miró a la mujer que tenía delante con condescendencia y le dijo con tono significativo:
—¿Cómo te atreves a quitarme lo que me pertenece? Tienes agallas, lo reconozco.
—No lo hice —ella lo negó de inmediato mientras se daba cuenta de que había no menos de cinco guardaespaldas a su alrededor. Pareciendo entender sus pensamientos, Joaquín dio un paso adelante.
—No pienses en irte antes de entregármelo.
—De verdad no lo sé ¡Ah!
El hombre no la dejó seguir hablando. La agarró de la muñeca y la empujó dentro del coche, y él se subió después. La cerradura hizo clic de inmediato y el conductor arrancó el motor.
—¿Qué intentas hacer? —su voz temblaba; era como un conejo asustado.
Joaquín se burló mientras el aura peligrosa inundaba el interior del coche:
—Debo decir que tu actuación es bastante buena; ¿estás seguro de que quieres continuar con la actuación?
—Señor, de verdad no sé de qué está hablando.
Joaquín hizo una mueca y estiró la mano para agarrarle la barbilla. Su voz estaba llena de intenciones asesinas.
—¿Sigues actuando? Parece que no piensas devolver la cosa, ¿así que piensas pagarme con tu cuerpo?
Katherine se quedó sin palabras. En ese momento, se dio cuenta de que no se podía jugar con ese hombre.
De repente, pensó en algo y levantó la cabeza para mirar a Joaquín. Sus ojos claros se llenaron de frialdad mientras decía:
—¿Te atreves a tocarme? ¿Sabes quién soy? Soy la hija mayor de los Cornell y la futura señora Levisay. Si te atreves a tocarme, ni los Cornell ni los Levisay te dejarán ir.
—La futura... ¿Señora Levisay? —Joaquín entrecerró los ojos. Mirando la cara arrogante de la chica, sonrió poco a poco.
—¿Qué? ¿Tienes miedo? Si tienes miedo, déjame ir. De lo contrario, te enfrentarás a las consecuencias. —Al verlo así, Katherine se volvió aún más arrogante.
Joaquín hizo una mueca y dijo:
—Sí, estoy muy asustado.
Sin embargo, en su rostro sólo había una sonrisa juguetona y ninguna expresión de miedo.
Ella frunció los labios, y su expresión siempre indiferente por fin cambió un poco. El hombre que se atrevió a secuestrarla así, a plena luz del día, no parecía tener miedo de los Cornell y los Levisay.