Capítulo 8 Ella no me gusta
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *
Me bajo de mi auto y voy hacia el interior de uno de mis bares. Ahí, puedo ver a mi amigo en l abarra, así que camino hacia él rápidamente
—Demoraste un poco...
—La mujer está loca —respondo fastidiado, al tomar mi copa de whiskey y beberla toda de un solo trago.
—Hey, calma, Bayá
—No tienes idea de lo exasperante que es esa mujer...
—Bueno, en defensa de ella, tú no eres una santa paloma. Además, hasta ahora no entiendo por qué decidiste casarte con una completa desconocida.
—Ese no es asunto tuyo, Ramsés...
—Sé que no es asunto mío, pro, como tu mejor amigo, debo decir que no entiendo el motivo de aquella decisión, aunque, para ser honesto, nunca he entendido una sola de tu parte —menciona burlón al reír.
—Ya cállate. No tolero las burlas.
—Vaya, vaya..., veo que el matrimonio no te está sentando bien...
—Ya deja de burlarte, Ramsés... —advierto—. Mejor dime para qué me llamaste.
—Tengo información importante para ti.
—¿De qué se trata?
—De Danaí —precisa serio; y el escuchar ese nombre, solo provoca que mi cuerpo hierva de furia, pero tarto de no ser evidente.
Solo me limito a servirme otro trago y beberlo igual que el primero: en un solo tiempo.
—No vale la pena que reacciones de esa manera por ella...
—No lo confundas. Lo que siento es rabia... —aclaro molesto—. ¿Qué hay con ella?
—Se casó —suelta de pronto; y aquello hace bullir mi sangre.
—¿Qué es lo que has dicho?
—Se casó...
—¿De dónde sacaste eso?
—De mi gente.
—¿Por qué me lo cuentas?
—Porque la persona con la que se casó es... Cabanillas —suelta sin tino; y aquello provoca que apriete mi copa con fuerza, hasta el punto de...
—Ya, deja esto —me dice mi amigo, al quitarme la copa de msi manos—. Pareciese que la quieres quebrar con tu mano.
—¿Estás seguro de lo que me dices?
—¿Dudas de mi palabra?
—No —niego rotundo al mirarlo—. ¿Qué averiguaste?
—Bueno..., tengo gente infiltrada alrededor de ella.
—Ella no me importa. Solo quiero saber el motivo por el que se casó con él.
—Poder...
—Explícate.
—Ella es ambiciosa; quiere poder y... piensa conseguirlo de Cabanillas, por eso se casó con él y... por eso..., por eso...
—Por eso me dejó el día de nuestra boda —completo; y mi amigo me mira decepcionado.
—Sí —responde del mismo modo.
—Ya lo sabía.
—¿Sabías lo de Cabanillas?
—No. Sabía que era ambiciosa. Todas las mujeres son así. Es lo único que les importa: el poder, los lujos, el dinero...
—Según tengo entendido, la mujer con la que te has casado no es...
—Ella es igual —lo interrumpo—y; además de ello, exasperante —preciso; y mi amigo ríe—. ¿De qué te ríes? —pregunto al volver a tomar mi copa y beber de ella.
—De lo que dices...
—¿Qué hay con lo que digo? ¿ué te parece gracioso?
—No sé. Que saques juicios apresurados de una persona.
—No es apresurado...
—Pues yo creo que sí. Leí la información de la mujer. Muy trabajadora...
—Eso no significa que no sea ambiciosa...
—Se gana la vida y se hace cargo de su padre, un alcohólico y adicto a los juegos de mesa; y aparte de su abuela.
—Es igual a todas...
—¿Qué pasaría si, en algún momento, te enamoras de ella?
—Eso no sucederá.
—¿Cómo estás tan seguro?
—NO ME GUSTA.
—Es muy guapa; he visto su foto.
—A mí no me lo parece.
—¿Qué pasa si te enamoras de ella? Si llegas a... amar a tu esposa —cuestiona burlón.
—El amor no existe, Ramsés...
—¿Por qué dices eso?
—Porque es la verdad y, en caso existiera, está sobrevalorado.
—Solo imagínate la situación...
—No tengo por qué imaginarme alguna. La mujer es exasperante, poco atractiva, habla mucho y... me saca de quicio de todas las formas; es detestable...
—Entonces... ¿por qué te casaste con ella?
—Estaba desesperado. Necesitaba una esposa y ella se apareció. No me casé con esa mujer porque me gustara o algo así. Me casé con ella porque fue la condición que me puso mi padre para hacerme cargo de la mafia por completo. Si no acataba sus órdenes, estas iban a pasar a Abel. Y puede estar en manos de cualquiera, menos de él. Aparte, este imperio es tan mío como el de mi padre, yo logré que creciera, así que no iba a perderlo por falta de esposa.
—¿Y cómo es que la elegiste a ella?
—Estaba desesperada, iba a aceptar sin hacer drama alguno...
—¿y es así? ¿No te ha hecho drama alguno? —cuestiona burlón; y yo refunfuño.
—Es el peor error que he cometido. Creí que casándome con una desconocida en puros, todo iba a ser más fácil. Ella no reclamaría debido a los beneficios que le daría, PERO NO. JUSTO ME TOCÓ UNA LOCA QUE PARECE NO TEMER A NINGUNA DE MIS AMENAZAS —preciso con mucho fastidio; y escucho a mi amigo reírse un poco fuerte—. ¿QUÉ PASA CONTIGO? —increpo molesto; y él ríe mucho más.
—Ay, Bayá... no sé, pero siento que esto se va a poner muy interesante...
—¿Por qué lo dices?
—Por nada, por nada —contesta muy relajado sonriente, para después continuar bebiendo de su copa.