Capítulo 6 La boda
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DÍA DE LA BODA
* * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *
No había podido dormir durante toda la noche. Hoy era ese día y... tenía que cumplir con casarme con él, si lo que quería era que mi abuela se recuperara y tuviese la mejor atención. Tomo la pequeña cadenita que ella me obsequió en mi cumpleaños 18 y la beso. Nunca me la retiraba, así que por eso es que la tengo hoy aquí.
—Algo de mi familia —susurro al levantarme de la cama, al oír que la puerta era abierta y, de repente, entran muchas personas—. Pero, ¿qué es esto?
—Son las personas que la ayudarán a vestirla y maquillarla, señorita —me avisa la "niñera" que el hombre había dejado a mi cargo.
—Aún es muy temprano. Aparte, quién sabe si habrá boda. ¿No que tu jefe se fue a divertirse con cuanta mujer se encontrara durante estas tress últimas noches? —inquiero fastidiada; y la mujer palidece en el acto—. Tranquila, no diré nada acerca de los chismes que ustedes lanzan. Pero eso sí...deben ser más cuidadosos —recomiendo muy seria.
—Gracias, señorita.
—Ningunas gracias. Tú no me agradas y me debes un favor —señalo; y ella asiente.
—Está bien, señorita.
—¿Ya llegó?
—Sí, el señor ya llegó.
—¿A qué hora es la dichosa boda?
—Al mediodía, señorita.
—Falta muy poco. ¿Acaso es necesario tantas cosas? —interrogo molesta; y la mujer asiente.
—Son órdenes del señor.
—Ha... —sonrío irónica— el señor —articulo del mismo modo—. ¿Y qué ordenó, específicamente..., el señor?
—Yo tengo su agenda, señorita —interviene un hombre que, al parecer, era uno de los maquilladores.
—Agenda... vaya —susurro desanimada—. Bueno, cuanto antes empiece esta farsa, más rápido terminará —sentencio al tiempo en que me dirijo al bño para ducharme y así... empezar con mi preparación para "mi gran día" (nótese el sarcasmo).
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EN LA BODA
* * * * * * * * *Bayá * * * * * * * * * *
—Hoy, empieza una nueva vida para ti, hijo. Formarás una nueva familia, la cual será tu pilar.
—Lo sé, padre —respondo serio—. Debo ir a mi lugar; ella ya debe estar por ingresar —detallo a la vez que me giro y voy al altar... otra vez.
«Tal y como hace dos años», pienso al tiempo en que me es inevitable no enfurecerme en mi interior.
De pronto, la música suena. Mi madre había elegido el clásico "Ave María" para la entrada de la mujer que sería mi esposa falsa.
«Aunque, en el papel, todo sería real», me recuerdo.
La veo aparecer y todas las cámaras se enfocan en ella. Los flashes de las cámaras de los reporteros parecen incomodarla; y ella no lo disimula.
«Bien, eso hace una buena esposa», me digo sarcástico, en silencio, al mirarla con cierta molestia (la cual oculto cuando veo que los reporteros posan su atención a mí).
—No me dijiste que habría eso... —me regaña al llegar a mí.
—¿Acaso no sabes quién soy? —pregunto entre dientes y disimulando mi molestia.
—NO —responde tajante y fastidiada al girarse en dirección del juez que nos casaría.
—Cambia esa cara —le digo a regañadientes.
—¿Cuál? ¿Esta? —me provoca al ponerse más seria y mirarme fijamente.
—Disimula un poco, ¿quieres?
—No se me antoja —susurra al retarme.
—¿Recuerdas nuestro trato? —pregunto serio
—Claro que lo recuerdo y, en ninguna parte, estaba esa ridícula canción. Ni que nos estuviéramos casando por religioso —musita molesta.
—Ten respeto por la canción—exijo—. La eligió mi madre —señala; y ella bufa.
—Solo lo hago por esa mujer a la cual no conozco.
—Cambia ese gesto. Muéstrate contenta.
—Pides imposibles.
—Es parte de nuestro trato —le recuerdo al mirarla a sus pupilas.
—El trato era que nos casemos.
—El trato es casarnos y que tú seas buen esposa —señalo tratando de ser lo más discreto posible y fingiendo ser un hombre contento, intercambiando un par de palabras con su futura esposa antes de la boda, pero ella no colaboraba.
—Y según tú, ¿qué debo hacer?
—Para iniciar, mostrarte feliz.
—Pues déjame aclararte algo: pides imposibles.
—No , no es imposible.
—Te equivocas, sí lo es...
—No, no lo es —refuto al instante.
—Claro que sí...
—¿Recuerdas que tu abuela está enferma y que el salvarse depende de la atención que reciba?
—¿No la has trasladado aún? —reclama.
—Ya lo hice, pero si no cambias de cara, la regreso a donde estaba.
—Eres un...
—Deja de pretender insultarme, si no quieres que incluya, en mis amenazas, a tu alborotada amiga —precisa; y yo me sorprendo.
—Patán; no te atreverías. Ella no tiene nada que ver aquí —se pone mucho más seria.
—Cuida el cómo te muestras. Hay cámaras aquí, no solo ls contratadas por mi familia, sino prensa nacional e internacional...
—¿Quién eres?
—Eso no te importa.
—Estoy segura de que ninguno de esos reporteros sabe la calaña de persona que eres —increpa; y yo, en ese instante, estando a punto de perder los papeles, decido tomarla de la cintura y acercarla a mí.
—Ni se te ocurra hacer algo de lo que te puedas arrepentir, porque sabes que no lo pagarás tú, sino tu abuela o tu mejor amiga.
—Eres un...
—Cuidado con cada palabra, niña...
—Patán...
—Cuidado, no juegues con fuego —demando muy molesto, entre dientes (continuando ser discreto)—. Ahora, las cosas son claras: actúas y finges bien o... tu abuela o tu amiga sufren las consecuencias. Tú decides..., amada novia mía —murmuro divertido al tiempo en que empiezo a alejarme de ella.
—Te arrepentirás de esto algún día... —parece prometer.
—Estaré ansioso esperando a que ese día llegue —contesto jocoso; y ella parece molestarse mucho más, pero no me interesaba lo que sentía.
—Infeliz... —susurra para sí; no obstante, logro escucharla.
—Espero que ese sea el último insulto que me digas como novia y como esposa. Ya no pienso pasar por alto tus altanerías —amenazo al acercarme nuevamente.
—Aléjate de mí, no es necesario que estés tan cerca.
—Nos vamos a casar; es normal la cercanía —preciso muy serio; y ella parece molestarse mucho, pero mucho más—. Cambia esa cara; es una orden.
—Te advierto, Santiago Costantini, que este será el peor error de tu vida —amenaza; y yo solo atino a sonreír.
—Eso espero. Tu amenaza, de algún modo, hace divertido el juego.
—No es un juego.
—Como quieras; solo cambia de cara de una vez que muchos ya se están dando cuenta de...
—Ya cállate. Lo hare. Solo te diré algo; esta sonrisa, jamás será real para ti...
—¿Y crees que eso me importa?
—Idiota...
—Ya cállate y sonríe —exijo y, ante ello, la mujer se gira hacia mí, me mira fijamente, con el rostro muy serio, y, de pronto, esboza una natural sonrisa para luego lanzarse sobre mí y abrazarme..
—¿Qué haces? —pregunto muy molesto.
—¿Crees que lo disfruto? Solo me comporto como una novia feliz, infeliz.
—Esto no es necesario.
—Pues esto es lo que viene en el paquete y a lo que te tendrás que acostumbrar —sentencia muy molesta—. Idiota; te haré pagar; te lo prometo.
—Eso ya lo veremos —es lo único que respondo y luego, la boda inicia.