Capítulo 8 Al desnudo
Desde aquel día no habían vuelto a saber de Mark ni de la orden de Gerard. Por un lado, Arya quería paz y calma, había tratado de llevar la fiesta en paz con Ayden. Él había decidido desayunar con ella, luego de cada inyección de hormonas.
Debía asegurarse de que estaba saludable, el día de la inseminación había llegado y ambos estaban nerviosos. Él había tenido que volver a dar una nueva muestra para asegurar que los espermas más factibles fueran seleccionados.
—Todo estará bien, no tienen nada de que preocuparse —asegura la doctora, quien tiene ya a Arya sobre la camilla abierta de piernas—. Sentirás solamente una ligera incomodidad, pero todo pasará.
Arya asiente, está nerviosa, sus manos tiemblan y ruega mentalmente al cielo de que todo salga bien. No había hablado con Ayden de lo que sucedería en caso de que no pudiera embarazarse, ¿tendría que devolver todo el dinero o solo una parte? Al final de cuentas su madre ya estaba fuera de peligro.
Había logrado comunicarse con ella y aunque Mirella no quiso darle detalles de la llamada de Jeff, Arya sentía que su madre le había traicionado.
—Arya, necesito que te relajes —pide la doctora—. Sé que estás nerviosa, pero es necesario que bajes un poco la pelvis y aflojes los músculos. ¿Podrás?
—Sí, sí… —su voz sale temblorosa—. Deme un momento.
Arya toma aire y lo suelta de poco, Ayden yace a su lado, al notar lo nerviosa que esta y como le tiemblan las piernas y las manos hace lo que en su sano juicio jamás haría, toma la mano izquierda de ella intentando darle apoyo.
Ella no comprende el poder que tiene aquel simple toque para él, lo costoso que le resulta, y, sin embargo, tiene un efecto benéfico, pues, logra calmarse y dejar de temblar.
—Tranquila, estamos juntos en esto —murmura Ayden cerca de su oído solo para que ella escuche—, sabes que me haré responsable de todo. Estoy aquí contigo, no temas.
Arya poco a poco comienza a relajarse hasta que la doctora termina el procedimiento.
—Listo, hemos terminado, te quedarás recostada por unos quince minutos y después podrán irse —explica la doctora ayudándola a moverse para que quede completamente estirada—. Bien, lo has hecho muy bien.
Ayden aprovecha y suelta su mano con la intención de cubrirla con una pequeña manta. Arya inmediatamente siente la falta de su toque.
A sabiendas de que ella es susceptible al rechazo, Ayden intenta no frotarse la mano contra el pantalón.
—¿Cuándo sabremos que si resultó? —pregunta Arya.
—Esperaremos quince días para ello, a los diez días ya podrían hacer un test casero, pero para estar seguros comprobamos con ecografía y análisis de sangre ¿está bien?
—Perfecto doctora, muchas gracias —dice Ayden pidiéndole al cielo que todo salga bien.
—Vale, los dejo entonces, recuerden, quince minutos y puedes cambiarte e irte. Sigue tomando tus prenatales y una alimentación balanceada. Hasta dentro de quince días —recuerda la doctora Packard y luego sale de aquella fría habitación dejándolos solos.
—Gracias —murmura Arya.
—¿Por qué? Soy yo el que debería agradecerte, me darás un hijo.
—Por tomarme la mano, sé que no te gusta que te toquen… pero gracias —dice ella con una voz dulce.
Ayden se siente imposibilitado por las palabras de Arya, no pensó que le agradecería por ello, pero lo hizo. Ya se da cuenta de lo importante qué es para él que no le toquen.
—Quisiera saber por qué, pero no te presionaré, a decírmelo, solo quiero que sepas que fue muy valioso para mí —resuelve ella con ternura y él sin saber qué decir, solo asiente con la cabeza y se vuelve a sentar a su lado.
—Sí, esto resulta bien, tendremos a un Gerard Emory realmente feliz —vuelve a decir ella en voz alta—. Aunque tu hermano no creo que lo sea.
—Mark se puede ir al infierno si quiere —resopla Ayden—. Nunca ha visto las cosas como yo, quizás es por qué su madre era igual que él, una oportunista.
—¿Cómo, no son hermanos de la misma mamá?
Ayden se da cuenta de que ha hablado de más y sabe que la ha liado.
—No, pero eso solo es relevante a la hora de entender por qué es un cabrón —aclara—. Como sea, hablando de él, ya te consiguió las prácticas en el hospital. Le dije que no estarías disponible estos días, hasta mañana.
—¿Qué? ¿Por qué mañana?
—Por qué no quería que te sintieras presionada, quisiera que descanses hoy y ya mañana puedes ir a verlo al hospital con calma. Más tarde hacemos una llamada con él para concertar la cita.
—¿Y estás de acuerdo?, digo, ¿no va en contra de ninguna de tus reglas? —inquiere pensativa por su accesibilidad.
—El que vayas a estar embarazada de mi hijo, no significa que me pertenezcas. Eres libre de seguir haciendo tu vida lo más normal posible, solo que ten cuidado. Mark no es de fiar —aclara él con voz seria.
Arya está aprendiendo a diferenciar entre sus tonos de voz. Cuando está serio, triste, pensativo, molesto e incluso a veces melancólico. En estos días que han pasado le ha tomado hasta cierto punto un cariño que no le gusta.
Un día toda esa relación va a terminar y sabe que ella tendrá que irse, pero que una parte de ella se quedará con él. Aunque eso no le guste del todo.
—Ya han pasado los quince minutos —advierte él poniéndose de pie—. Te espero fuera.
Dice esto y se marcha, Arya se prepara para cambiarse. Toma su ropa de la silla dónde la había puesto anteriormente y camina hasta detrás de una mampara.
—Arya —llama Ayden sin tocar la puerta, la joven que ya había desanudado su bata deja que esta caiga ante el susto que le provoca la llegada abrupta del millonario.
Ayden se queda de pie observando la desnudez de la joven, quien avergonzada y tomada por sorpresa recurre a intentar taparse con las manos. Pero es tarde, Ayden ha admirado lo que para él es la mujer más bella que ha visto.
—Perdón, perdón —se gira al darse cuenta de su imprudencia—. Yo, solo intentaba decirte que iré a la farmacia, te espero allá.
Arya recoge la bata que solo cubría su parte frontal y se esconde detrás de la mampara.
—Vale —responde muerta de vergüenza.
Ayden sale igual o más apenado por aquella interrupción tan imprudente de su parte.
—Si serás idiota, Ayden —murmura para sí mismo mientras camina a la farmacia a cambiar los medicamentos.
Arya quedándose siente una punzada de emoción, él la ha visto desnuda y se ha sonrojado.
«Quizás, después de todo me encuentra atractiva» piensa mientras se viste.
—No seas tonta, es un millonario de Central Park, jamás se fijaría en ti —susurra a la nada.
Una vez que se marchan se dirigen directamente a casa, Ayden ha mandado a preparar un catering especial para celebrar.
—¡Wow! Esto es asombroso —dice ella al ver la mesa del comedor con distintos aperitivos y platillos—. Es mucho.
—No te preocupes, lo que sobre, podemos guardarlo, además, verás que son distintos platillos es poco de todo —advierte él y una llamada le interrumpe—. Es Mark, ¿quieres tomar la llamada ya o más tarde?
Arya, que está emocionada por seguir con un poco de normalidad en su vida, le pide el móvil y este lo extiende hacia ella.
Sus dedos apenas se rozan, pero eso es suficiente para sentir esa electricidad de su piel tocándose. Todo el camino él se disculpó. Pero algo era seguro, nunca más la vería con los mismos ojos.
La joven se aparta para charlar sobre la propuesta con el hermano del millonario sensual que la sigue con la mirada. Se siente abrumada por su presencia más no temerosa. Sabe que, si la inseminación fue un éxito, él no le pondría un dedo encima.
Cuando termina de hablar con Mark le entrega el móvil a Ayden.
—¿Y bien? —pregunta él.
—Mañana debo estar a las siete en punto para firmar contrato. Serán seis meses de prácticas lo que me falta —explica ella—. Lo que me recuerda que no tengo lo necesario, hay algunas cosas mías que se quedaron en Boston.
Aquello le recuerda que no solo fueron algunas de sus cosas personales o escolares, sino también que dejó abandonada a su madre.
—Bueno, siempre puedo llevarte a comprar lo que necesites, al final de cuentas es parte de todo este circo que estés aquí —asegura él con cautela—. Yo lo cubro, no es problema. De algo debe servir el dinero.
—El dinero no solo sirve para eso, ¿nunca sales de vacaciones? —inquiere haciendo que él la vea con curiosidad. Ella camina hasta el comedor y comienza a servirse comida—. No tienes muchas fotos por el departamento, es como si fuera un hotel. Solo digo que me da la impresión de que solo trabajas.
—Alguien tiene que hacerlo, si viajara tanto como quisiera… mejor comamos —dice él cortando la conversación—. Si quieres descansar un poco después de comer, dime, luego vamos de compras.
Arya asiente emocionada. Ambos comen en silencio hasta que cada uno se retira a descansar. Aunque es cierto que Ayden solo tiene que hacer unas llamadas.
A las tres, Ayden le llama para que se marchen, él la lleva a un centro comercial en dónde está seguro, ella encontrará lo que necesite.
Dándole su espacio, le entrega una tarjeta de crédito y le dice que la esperará en una de las librerías del lugar. Arya emocionada recorre el centro comercial en la búsqueda del calzado adecuado para horas de pie en el hospital, una maleta, unos tres cambios de ropa quirúrgica, algunos instrumentos y un reloj de pulso.
Junto al estetoscopio y su nuevo reloj, decide probar el pulso de la dependienta, Ayden que, desesperado la busca, la encuentra en tan curiosa labor.
Verla tan concentrada mientras toma la presión de aquella mujer mientras revisa ese nuevo artilugio en su muñeca derecha, lo hacen apreciarla de distinta manera.
Ya no es la joven con aires de insolencia y comentarios traviesos que conoció en el restaurante, ni la joven temerosa que temblaba en la camilla hoy en la mañana. Era una futura doctora que sabe lo que hace, y eso la hace admirarla.
La joven termina y está saliendo de la joyería cuando su nuevo teléfono suena. Es raro, pues solo el apuesto hombre junto a ella tiene el número.
—Diga —responde.
—Hola hermanita —saluda Jeff. Arya siente como su estómago se revuelve. El temor le invade y un escalofrío recorre su columna—. ¿No piensas saludarme?
—¿Cómo conseguiste el número? —pregunta titubeante. Ayden se preocupa al verla tan agobiada, le hace una seña para saber quién es, pero ella se aleja de él.
—¿Importa acaso? —suelta una sonora carcajada—. Siempre haciendo preguntas estúpidas. En fin. Ocupo dinero.
—Sabes que no tengo, tú me robaste la beca, ¿no lo recuerdas? —dice amenazante.
—¡Mira pendeja! Sé que estás viviendo en Nueva York con uno de esos millonarios egocéntricos, sé que estás haciéndola de madre sustituta, si no me das lo que quiero le diré a mi madre, a tu universidad, y quien sabe… quizás eso termine de arruinar tu miserable vida, así como arruinaste la de nosotros.
—¡Estás loco! ¿De dónde has sacado tal tontería? —contradice con tal de que él no siga.
Siente un hueco en el pecho al oírlo, no entiende por qué dice que ella les arruinó la vida.
—¿Crees que estoy jugando? Deposítame veinte grandes y ahí muere todo —advierte él de nuevo—. Si no lo haces, te aseguro que te arruinaré la vida. Tienes hasta mañana para hacerlo. Adiós.
Jeff cuelga dejándola acongojada.
Ayden intenta sacarla de su trance, pero no puede. Ella está abrumada, él ha sido amenazante otras veces, muchas más de las que podría recordar, pero esta vez sentía que no bromeaba. Dos cosas entre todo lo que dijo son las que llaman su atención, la primera es que la culpa de algo que ella no comprende. Y la segunda es que no entiende como se enteró. Nadie más sabía más que Eleanor…
—Eleanor —dice a Ayden confundiéndolo—. Eleanor me ha delatado.