Hacía más de una hora que Franco esperaba a Livia en su oficina. La tuvo que rastrear casi por todo el edificio para dar con ella y cada uno de los empleados con los que habló acababan de verla, pero ya no estaba allí.
Patricia entró temblando, como si temiera ser atacada por un animal salvaje. Le entregó un calmante junto a un vaso con agua y con la voz diminuta le informó:
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