Capítulo 7 Café matutino

Livia no había pegado un ojo en toda la noche. Abril estuvo discutiendo sobre que era un ángel y tenía alas hermosas, por lo que no le quedó ni la orilla para acostarse entre sus «aleteos» constantes que la sacaron de quicio y la obligaron a que durmiera en el incómodo sofá de la sala que nadie usaba. Tampoco allí pudo conciliar el sueño, pues el invitado indeseable roncaba como un camión averiado y casi la obligó a cometer un delito cada vez que se atragantaba con su propia saliva. Estaba a punto de echarse a llorar cuando vio el trasero endurecido del camarero guaperas en todo su esplendor, saliendo a hurtadillas de la habitación de Clara y lanzarse como un bólido hacia la puerta principal. Su amiga salió poco después, con lo que pudo haber sido el único camisón semitransparente que le había visto en la vida. Iba con el cabello revuelto hacia la cocina y Livia tuvo que meditar por un buen rato si la seguía o continuaba escuchando roncar al ebrio de Elías. Se impulsó sobre sus codos y casi se arrodilló al ver en la pantalla de su teléfono que ya eran las seis de la mañana. Estiró su pierna para pasar sobre el ruidoso hombre y este le aprisionó un pie un segundo antes de que pudiera salir de allí. Lo escuchó suspirar y acomodarse a su pie como si fuera una almohada y esta sin miramientos y a punto de darle una patada, lo arrastró unos centímetros antes de que la soltara de mala gana. Clara ya la veía desde el rellano de la cocina con una diversión en sus ojos que no había visto desde que eran compañeras de instituto. Aunque en esa época eran polos opuestos que ni siquiera se dirigían la palabra, hasta que Livia golpeó a un sujeto que se quiso propasar con ella en una de las fiestas de despedida de fin de último curso. —Vaya aguante —dijo señalando con la taza al hombre que babeaba sin miramientos la alfombra—. Y es tan guapo. ¡Qué lástima! —Clara le dio la espalda y le mostró el café recién hecho. —¿Lástima? Eso damos nosotras por haberlo cargado hasta aquí. Pero no me cambies el tema, traviesa. —Sonrió y le picó las costillas haciéndola saltar como una niña antes de servirse su café. —¿Traviesa, yo? Que nos conocemos, Livia Ávalos. Esta que ves aquí —condujo sus manos por todo su torso hasta sus caderas—, vino con un chico que la ha pretendido por meses… meses. —Hizo énfasis con los dedos pulgar e índice de ambas manos—. Sin que me diera cuenta, no del todo al menos. —Tan digna tú. —Se burló tomando un sorbo de su tónico milagroso—. Solo espero que no te me pongas en plan culpable cuando vuelva del trabajo, porque te daré una paliza. —No, no será así. —Hizo una mueca de hastío en su dirección—. Augusto me dijo cosas horribles anoche. —Lo sé, cariño. Pero sabes que no son ciertas. Lo hizo para hacerte daño, porque es un impresentable. Si lo conocemos desde hace mucho. —Lo sé y por primera vez me di cuenta de lo tonta que he sido al soportarle tanto. —No te apalees. Lo hiciste, porque eres una buena mujer. Ya se lo preguntaré al camarero de excelente retaguardia. Clara rio con un leve enrojecimiento de su rostro que la hizo reír también de buena gana. Estaba tan feliz de verla así, que la abrazó con fuerza y le dio un beso en la mejilla antes de seguir molestándola y decirle: —¡Uff, Clara! Ve a darte un baño que apestas a sexo. —Sus carcajadas no se hicieron esperar cuando la vio olerse con disimulo. —¡Eres odiosa! —gritó su amiga. Escucharon el lamento lastimero de Elías y volvieron a reír—. No te digo lo mismo, porque entraste como loca a darte una ducha. Te comiste a tu jefe, ¿verdad? —No, no lo hice —dijo con toda la seriedad que pudo reunir en ese momento. Vio levantarse a Efraín del suelo y mirar desubicado a su alrededor y le agradeció al cielo escuchar el sonido de su puerta anunciando que Abril también se había despertado. —Mi cabeza —se quejó Abril con un puchero infantil. Efraín llegó hasta la cocina sin camisa y las tres se quedaron boquiabiertas al notar su cuerpo esculpido con lo que debían ser producto de muchas horas en el gimnasio. El tatuaje de un lobo sobre su pectoral derecho les hizo agua la boca. Clara suspiró, Abril gimió como si estuviese haciendo algo más que mirar y Livia no se podía creer que detrás de ese chico con lentes hípster, cabello castaño, largo hasta la barbilla y estilo desenfadado de camisetas deslavadas y vaqueros oscuros, se escondiera semejante monumento. —Buen día. Se ven preciosas por la mañana —dijo guiñándoles un ojo como si supiera a la perfección el efecto que causaba entre las mujeres. Bostezó con ganas y como si no estuviese premeditado su movimiento, se estiró como un gato, mostrando músculos que no estaban allí hacía un momento. —Bueno, tengo que prepararme para el trabajo. —Livia dejó la taza en el lavavajillas y decidió ignorar el que Elías se sostuviera del saliente del marco de entrada a la cocina e hiciera flexiones con suma facilidad, marcando esos increíbles abdominales. —Vámonos juntos. Mi casa queda cerca de la oficina y necesito cambiarme, ¿me esperas? —Abril y Clara hicieron un gesto de asentimiento en su dirección y a espaldas de Elías, donde le mostraban los pulgares y un asentimiento que gritaba: te has ganado nuestro respeto. —No tengo auto —explicó con demasiada prisa, obteniendo una sonrisa lobuna del chico. —Vamos en taxi. Así fue cómo llegamos aquí, ¿no? —¿Y mi auto? —preguntó Abril con nerviosismo. Elías se echó a reír, pero guardó silencio cuando Livia y Clara lo miraron como si estuvieran a punto de desgarrar su garganta de un zarpazo. Solo ellas sabían que ese auto antiguo era lo único que le quedaba a Abril de su abuela, la única persona que la defendió de su horrible pasado mientras vivió. —Ya llamo para que lo traigan aquí —dijo Elías yendo hasta la sala y buscando su teléfono, que encontró con sorpresa dentro de una copa, por fortuna solo con unos milímetros de vino tinto—. Dame la dirección. Toni se quedó con tus llaves. Estábamos muy mal para que cualquiera pudiese conducir —aclaró sin mirarlas y limpiando la pantalla con la camiseta que levantó del sofá. —¿Estabas vestido así anoche? —preguntó Livia confundida. —Nop —dijo sin aclarar más. —Livia… —Clara le estaba advirtiendo algo, pero ella no había tomado tanto como para olvidar ese tipo de detalles. Observó el pantalón formal de Elías y nada cuadraba en su cabeza. —¿Qué pasó? —¿Cuándo? —pregunto Elías esperando que le respondieran en el teléfono y sin girarse para mirarla. —Anoche…, para que te cambiaras. —¿Antes o después que me tiraras el trago en la cara? —¿Yo? —¿O te refieres al momento en que bailamos y me invitaste a tu casa? —¿¡Qué yo qué!? ¡No! ¿o sí? —Se quedó como paralizada en el tiempo. Su cabeza daba vueltas y no podía recordar ninguna de esas escenas. En cambio, su mente le proyectó a Abril bailándole a unos hombres y entre los tres intentando alejarla de los problemas. A Clara más concentrada en recorrerle el cuello al camarero que había llegado angustiado para saber cómo estaba después de la discusión y a ella… Las risas apenas contenidas de Elías y sus amigas la hicieron enfurecer. Ella no era ese tipo de bebedora, jamás tenía lagunas mentales después de una fiesta y en realidad era quien debía cuidar a las otras dos cuando salían. —Era broma —explicó Elías con una sonrisa infantil que entre su pelo enmarañado y su rostro de recién levantado le daban un aire demasiado sensual para su propio bien—. Fue Abril la que me tocó y debo decir que… me encantó. Abril salió casi corriendo hacia la habitación que compartían ambas con el rostro en llamas, haciendo reír a los que dejaba tras de sí. Livia sí que recordaba eso. —Dame unos minutos y nos vamos —dijo mientras les daba la espalda. Escuchó a Clara dictarle la dirección y ofrecerle café a su nuevo compañero de trabajo. Quizá no tenía nada de malo conocer mejor al sujeto del que huyó por años por considerarlo un acosador y rió por lo bajo al recordarlo.
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Índice
Capítulo 1 La entrevista Capítulo 2 Primera impresión Capítulo 3 Soluciones temporales Capítulo 4 La mala suerte sigue Capítulo 5 Cambio de prioridades Capítulo 6 Jefe Capítulo 7 Café matutino Capítulo 8 Primer día Capítulo 9 Modas Baumann Capítulo 10 Aclarando puntos Capítulo 11 Los extraños Baumann appCapítulo 12 Tradicional cena familiar appCapítulo 13 SIn emociones de por medio appCapítulo 14 ¿Un obstáculo más? appCapítulo 15 Sin escapatoria appCapítulo 16 El juego inicia appCapítulo 17 La verdadera recompensa appCapítulo 18 Los hermanos García appCapítulo 19 Conversaciones incómodas appCapítulo 20 El castillo Baumann appCapítulo 21 Atrapados appCapítulo 22 El Abaddon appCapítulo 23 Jefe y enemigo appCapítulo 24 Confesión appCapítulo 25 Contratiempos appCapítulo 26 Sin fuegos artificiales appCapítulo 27 Decepción appCapítulo 28 Después de todo appCapítulo 29 Esta noche appCapítulo 30 El juego acaba de empezar appCapítulo 31 ¿Verdad o reto? appCapítulo 32 Adictivo appCapítulo 33 Evidencia appCapítulo 34 Intenso appCapítulo 35 Piezas de información appCapítulo 36 Cautiva appCapítulo 37 Malos recuerdos y una promesa appCapítulo 38 Destruirla appCapítulo 39 Misión appCapítulo 40 Vendetta appCapítulo 41 Una pista appCapítulo 42 Pago de deudas appCapítulo 43 Consecuencias appCapítulo 44 Nada más que cenizas appCapítulo 45 El Colombiano appCapítulo 46 Reacciones appCapítulo 47 Confrontación appCapítulo 48 Secretos appCapítulo 49 Del cielo al infierno appCapítulo 50 Orden del médico appCapítulo 51 Pérdidas appCapítulo 52 Breve despedida appCapítulo 53 Un aliado appCapítulo 54 Celos appCapítulo 55 Lealtad appCapítulo 56 Obsequio italiano appCapítulo 57 Traición appCapítulo 58 Es hora appCapítulo 59 Amanecer junto a ti appCapítulo 60 Ángel oscuro appCapítulo 61 La sentencia para Darío appCapítulo 62 Exorcismo appCapítulo 63 Entre amigos appCapítulo 64 Te extrañé appCapítulo 65 Lo que quiero es appCapítulo 66 Epílogo app
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