Capítulo 2 Dama divorciada
Joaquín vio a la hermosa mujer y recordó que se llamaba Angélica Lombardo.
Llevaba una bata de dormir de color púrpura mientras sus extremidades estaban atadas y su boca estaba sellada con cinta adhesiva.
Angélica también vio a Joaquín y lo reconoció. Sus ojos brillaban con lágrimas por la total desesperación que sentía. Acababa de salir de la ducha y estaba viendo la televisión en el sofá cuando alguien llamó a la puerta. Entonces los dos hombres irrumpieron en su unidad. Al entrar dieron a conocer sus intenciones, querían los objetos de valor y también a ella.
Angélica habría cedido si sólo se tratara del dinero, pero quiso morir al saber que aquellos hombres también querían violarla.
Después de atarla a la cama, planeaban hacérselo juntos. Angélica no tenía forma de defenderse, y justo cuando cayó en la desesperación, sonaron una serie de golpes.
Vio a Joaquín y, aunque lo conocía, empezó a llorar al verle. En ese momento, estaba más agitada que cuando los plebeyos vieron al Ejército de Liberación.
Angélica siempre había estado interesada en Joaquín. Sólo era un guardia de seguridad, pero el aura que le rodeaba era diferente a la de los demás. Parecía un hombre despreocupado y rebelde al que nadie podía contener.
Su aspecto en ese momento reafirmó lo que Angélica pensaba de él.
—¿Estás bien? —preguntó Joaquín dándole la espalda.
Angélica recordó de inmediato su estado actual y se sonrojó mientras respondía:
—Estoy bien.
Él respondió:
—Me alegro. Iré a llamar a la policía.
Angélica se sorprendió y gritó:
—¡Espera!
—¿Qué pasa? —preguntó Joaquín tras su exclamación.
Seguía de espaldas a ella, y ni una sola vez se giró para mirarla. Sólo por esto, Angélica pensó que era un verdadero caballero, lo que le dejó una impresión aún mejor. Ella respondió:
—¿Puedes desatarme de estas cuerdas primero?
Angélica de verdad se estrellaría contra una pared y moriría si la policía la viera en su estado actual.
—Oh, de acuerdo —respondió Joaquín de inmediato.
Entonces la mujer hizo otra petición con tono suplicante:
—¿Puedes hacerlo con los ojos cerrados?
A Joaquín le pareció divertido, y accedió. Entonces se puso al lado de Angélica con los ojos cerrados.
—¡Ah! Estás tocando el lugar equivocado —le dijo Angélica con la cara roja de vergüenza.
Joaquín se rio interiormente. Nunca fue un hombre serio, en especial frente a las damas. Sin embargo, fingía ser un caballero porque le gustaba Angélica.
Como ella quería que cerrara los ojos, naturalmente no se opuso y aprovechó la oportunidad que se le daba. Por supuesto, conocía su límite y no despertó sus sospechas.
Angélica se arrepintió de su decisión de hacerle desatar las cuerdas con los ojos cerrados. También podía dejarle hacerlo con los ojos abiertos, puesto que él ya la había visto antes.
Al final, Joaquín logró desatar todas las cuerdas y pronunció:
—Ahora saldré. Por favor, cámbiate de ropa.
Angélica asintió en respuesta, y sus mejillas se sonrojaron.
Luego salió de la habitación para hacer una llamada a la policía, y Angélica salió de la habitación después de cinco minutos, habiéndose cambiado a un vestido negro ajustado.
Era innegable que era una tentadora, y su elección de la moda también era de primera categoría.
—Preciosa. —Joaquín se quedó boquiabierto al verla.
Angélica se alegró como lo haría cualquier mujer al recibir un cumplido. Entonces, vio a los dos maleantes en el suelo y miró a Joaquín con sorpresa.
—¿Los has noqueado?
Él asintió y respondió con orgullo:
—Por supuesto. ¿Cómo hubiese hecho si no se hubieran desmayado?
—¿Estuviste en el ejército? —preguntó ella con curiosidad.
Joaquín deslizó sus ojos sobre el hermoso y tentador pecho de la mujer, y ella lo notó. Su rostro enrojeció de nuevo por el ligero enfado y la vergüenza.
Joaquín contestó despreocupado:
—Sí, los hubiera noqueado aunque fueran diez.
Angélica dejó escapar una risita al pensar que él estaba presumiendo. Ella no sabía que Joaquín no estaba presumiendo y que en realidad estaba siendo humilde. Al nivel de los dos ladrones, podría enfrentarse a un centenar de ellos sin sudar.
—Soy Angélica. Gracias por salvarme hoy. Creo que estaría en un gran problema si no fuera por ti. —La mujer extendió su mano hacia Joaquín.
El hombre estrechó de inmediato su mano y se presentó:
—Soy Joaquín Malaguer, un guardia de seguridad de esta zona residencial.
Le soltó la mano después de un rato. Era importante ser discreto cuando se aprovechaba de otra persona, o de lo contrario se ganaría su odio.
Angélica recordó haber dudado de él antes y dijo:
—No sabía que hubiera alguien tan fuerte como tú entre los guardias de seguridad. Es un desperdicio de talento.