Capítulo 8 "Vamos a la fiesta"
Carol
Lunes, 21 de septiembre de 2015.
—¿Vas a ir a la fiesta de este fin de semana en la casa de Lucas? —preguntó Betty mientras hacíamos abdominales en el suelo al conteo de Sahara.
—¿Quién es Lucas? —No iría a una fiesta sin saber quién era el anfitrión.
—Es el delantero del equipo de futbol. ¿No lo sabías? —La incredulidad plasmada en su expresión.
Llevaba dos semanas en esta escuela, obvio no sabría quién era cada integrante del último año. Dos semanas de progreso, de conocer y adentrarme en este mundo tan desconocido e incómodo para mí.
A veces iba caminando por los pasillos y con solo mirar las bien pintadas paredes, los casilleros nuevos y el suelo de mármol, me sentía tan fuera de lugar, incorrecta y cohibida. Pensaba en mi antigua escuela de paredes descorchadas que gritaban por una nueva pintura, casilleros de hace treinta años, que probablemente también usó mi madre. Pensaba en el viejo suelo de azulejos grises y azules, pensaba en mis amigos y se me llenaba el pecho de nostalgia.
A veces los estirados y artificiales estudiantes de esta secundaria susurraban y hablaban a mis espaldas. Algunos decían que mi madre y yo éramos unas trepadoras interesadas que habíamos engatusado a los Cox. Otros decían que era la hija ilegítima de David con mamá, y que Anna nunca me había aceptado, así que ahora, después que murió, era que salía a la luz. Otros incluso decían que fui adoptada, y no sé cuántas estupideces más que decidí no escuchar y mandarlas directo al buzón de voz donde la contestadora del olvido los atendería.
¡A la mierda lo que pensaran esta jauría de perros hambrientos de chismes e información! Yo sabía quién era en realidad, y con eso bastaba.
—No Betty, no sabía. Pero ahora si gracias a ti. —Si querías saber algo de alguien tenías que buscar a Betty, era Google en persona, lo sabía todo de todos, literalmente. Cada vez que nos cruzaba un chico por delante en los pasillos, me contaba quien era en realidad y con cuantas chicas había ligado. Si nos cruzábamos a una chica, me decía su color original de cabello, tamaño de sostén y cantidad de rechazos de chicos. Y ya si era un profesor, mejor no nos adentremos ahí. Lo dicho.
—Muy bien chicas. ¡Cambio de turno! Las que agarraban ahora les toca hacer los treinta abdominales —gritó Sahara dando palmadas en el aire.
Betty me agarraba las rodillas para que yo pudiera hacer correctamente el ejercicio. Estaba acostada en el suelo con las manos cruzadas en el pecho, me levantaba a fuerza de abdomen hasta estar semi sentada, y así hacíamos el ejercicio en un movimiento de repetición. Intercambiamos lugares y ahora yo la agarraba a ella.
«Definitivamente le gustaba mucho hacer eso a Sahara. Las dichosas palmaditas en el aire, como si fuéramos ganado que acarreaba.»
Todas las chicas se quejaron con gemidos al unísono, las disciplinas demasiado exigentes que nos imponía eran simplemente ridículas. Si fuera una capitana verdadera, pensaría en el bien para el grupo, equilibrando los ejercicios para todas, y no como oponentes a los que debía derribar. Stel, una chica morena y bonita de cabello corto y rizado, se volteó hacia Sahara y protestó.
—Sahara, cariño, creo que te pasas un poco. Acabamos de hacer diez veces las rutinas de gimnasia completas, más cincuenta sentadillas, ¿y ahora abdominales? Debes bajar un poco la velocidad, querida. —Stel se tocó el cabello mientras le hablaba a Sahara, ambas mirándose con pura competitividad y amenazas no dichas. De repente Sahara soltó una risita histérica mientras inclinaba la cabeza hacia atrás, como si fuera algo muy gracioso. Todas la mirábamos fijamente desde nuestros lugares en el suelo.
—Stel, querida, no comas más azúcar en la madrugada, escondida para que tus padres no te vean, estás comenzando a engordar y te cansas más rápido. Pero no te preocupes, te entiendo, si no puedes continuar en el grupo porque tu salud peligra, fácilmente puedes salir por la puerta. —Se encogió de hombros, como si estuviera hablando del clima, pero era un claro mensaje para todas: "desafíame y estás fuera, protesta y estás fuera". El rostro de Stel adquirió un preocupante color blanco, parecía que en cualquier momento caería desmayada en el suelo. Al parecer Sahara había tocad un punto sensible y revelado un secreto gordo.
En esta escuela la apariencia era el noventa por ciento de la vida de estas personas, su primera pregunta al despertar todos los días era el: ¿qué dirán? Estar en el equipo de animadoras o fútbol era como ser nombrado para vicepresidente del país, o sea, todos te respetan y te vuelves popular. Continuó:
— Además, no estoy haciendo nada que no haría una capitana capacitada y talentosa, ¿verdad cuñadita? —Me guiñó un ojo devolviéndomela por haber sido capitana y habérselo restregado a la cara. Pero si ella era perra, entonces yo era la madre de las perras, enseñanza por Rachel, así que le sonreí como si me hubieran dicho que mañana volvería a mi pequeño apartamento, a mi antigua habitación, a mi vida.
—Ejercicio. Intercambio. Abdominales. Ahora. —gritó, dividiendo la frase en palabras claras, como si fuéramos lentas de aprendizaje.
—Bueno, ¿vienes o no? —Volvió a preguntar Betty con inquietud en su voz, desviando mi atención de la señorita soy-la-mejor-capitana-de-la-historia.
—No lo sé, tengo mucha tarea acumulada —respondí, encogiéndome de hombros.
La verdad es que nunca había sido una chica de fiestas, más bien era de las que se quedaba en un rincón viendo a los demás bailar y divertirse. Pero luego de la conversación que tuvimos en el comedor, Betty me ha arrastrado a cada actividad que ha hecho la escuela, y sinceramente, me estaba gustando arreglarme y salir por ahí con mi amiga. Disfrutar un poco, por una vez.
—Oh, venga ya, no seas aburrida. Te gustará y nos divertiremos. —Aquí había algo raro, demasiada insistencia de su parte. Normalmente Betty era insistente, pero no para tanto.
—¿Por qué quieres que vaya con tanta insistencia? —vocalicé mis pensamientos, desvió la mirada hacia otro lugar. Sip, algo estaba pasando.
—Nada, ¿por qué piensas que pasa algo? —Se notaba que estaba nerviosa, le temblaba la voz. Sus ojos marrones parecían canicas rodando por el suelo, no paraba de mirar para cualquier lugar.
—Digamos que fue instinto —dije, encogiéndome de hombros, restándole importancia para que no se sintiera presionada.
—Sí, tienes razón. Necesito que me acompañes a esa fiesta porque Derek también va a ir. —Terminó de hacer el ejercicio y nos sentamos una frente a la otra.
—¿Qué tiene que ver? Lo ves todos los días aquí en la escuela, ¿cuál es el problema? —Si Betty se sentía insegura de ir a una fiesta y estaba buscando apoyo en mí, era porque algo estaba pasando con Derek.
He podido captar algunas de las piezas del rompecabezas que son estos dos. Las miradas cruzadas en el campo de fútbol cuando entrenábamos, los roces intencionales cuando pasaban uno junto al otro por los pasillos, además de las pistas que ella ha dejado caer cuando hablaba distraída.
—Es que no irá solo. Escuché a una de las chicas del equipo decirle a otra que Derek iría con Dakota. ¿Te lo puedes creer? —Pues sí, porque no tenía ni idea de quien era Dakota. Al ver mi cara se dio cuenta de que no tenía ni idea de a quien se refería, rodó los ojos.
—Dakota es la hija del director. Es esta rubia natural con el cabello súper largo y sedoso, un cuerpo de infarto, una cara de ninfa y una voz hermosa. Es todo lo opuesto a mí. —Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, estaba dolida por ver que Derek seguía adelante sin ella. Porque a pesar de que llevaban dos años separados aún se provocaban el uno al otro, como un juego previo demasiado prolongado.
—Betty, no te pongas así. Seguro es una muñeca rellena de botox como todas aquí, con una personalidad inaguantable y más falsa que los pechos de Sahara. —Rio un poco con mi broma, tapándose la boca con la mano para disimular su diversión. Tenía que levantarle los ánimos a mi amiga, ella valía mucho como persona y como mujer, si Derek no supo valorar eso, no tenía que sentirse menos por su culpa.
—¿Sabes qué? Vamos a ir a esa fiesta, te vas a poner la ropa más sexy que tengas, y le vas a demostrar que tú también puedes seguir adelante y superarlo. —Ya era hora que Betty saliera del hoyo de autocompasión en el que estaba sumida, y se sintiera bien consigo misma. No sé qué fue lo que los separó en primer lugar, pero Betty se arrepentía cada día, de eso seguro.
—Sí, tienes razón. Además, tengo este vestido súper corto de brillantes que se pega al cuerpo como una segunda piel... ¡y se verá fantástico en ti! —Espera, ¿qué?
—No, Betty, aquí la sexy y seductora serás tú, no yo. —Bastante tenía ya con el idiota de mi hermanastro ignorándome en casa, aplicándome la ley del silencio sin motivo aparente, provocando problemas y haciendo preguntas curiosas de mamá, como para estarme liando por ahí con tipos al azar.
—¡No acepto un no como respuesta! Ambas iremos irresistibles a esa fiesta, los cuellos de todos los hombres ahí se romperán por no poder despegar la vista de nuestros cuerpos. ¡Seremos la sensación! Ya verás. —¡Ay Dios! Ya me estaba arrepintiendo.
«No Carol, tienes que apoyar a Betty. ¡Todo sea por la amistad!»