Capítulo 3 Una última oportunidad
Al llegar al hotel, Chase deshizo la maleta y se dejó caer en la cama, durmiendo como un tronco.
Las gruesas cortinas bloqueaban los últimos rayos del sol. Cuando despertó, ya era de noche. Por un momento, la habitación desconocida lo desorientó.
Se levantó, se dio una ducha rápida y encendió su portátil para empezar a preparar los trámites de su estancia en el extranjero. Su profesor le había enviado el contacto de un mentor en la Facultad de Medicina de Darovia; tendría que comunicarse con él con antelación.
Chase podía defenderse con algo de daroviano básico, pero si iba a vivir allí, tendría que estudiarlo en serio.
Pensándolo bien, usó el dinero de la tarjeta para inscribirse en un curso de idiomas y, de paso, revisó su cuenta bancaria.
No había tocado ni un centavo del dinero de su suegra ni de Wendy. Los únicos fondos en la cuenta provenían de su antigua beca. Al fin y al cabo, la familia Quinn había cubierto todos los gastos médicos de su madre al final. Todavía le quedaba algo de esa beca.
Algún día tendría que devolverles ese dinero. Tenía que encontrar la manera de ganarse la vida.
Reabrió un viejo blog que llevaba años sin tocar. Todavía tenía algunos ensayos que había escrito en la escuela. Siempre le habían elogiado su escritura; muchos compañeros le pedían que les redactara cartas de amor. Solía publicar con regularidad y, a partir de la segunda entrada, había puesto un pequeño muro de pago. Para su sorpresa, la gente seguía pagando por leerlo.
Aún más sorprendente, el panel de control del blog mostraba una suma considerable esperando a ser retirada. Lo sacó todo.
Buscando entre sus cosas, por fin encontró su móvil debajo de la cama. Debió de caérsele mientras dormía. Al principio la pantalla no respondía, pero tras enchufarlo, se encendió.
En cuanto volvió a conectarse a la red, la pantalla se llenó de mensajes y llamadas perdidas. Supuso que serían de su profesor, quizá con más información sobre el programa de Darovia.
Pero al abrirlos, vio que todos eran de Wendy.
"Joy tiene fiebre y necesita una sopa. ¿Dónde estás? ¿Por qué no estás en casa? ¿Dónde está el arroz?
¿De verdad estás haciendo un berrinche ahora? ¿Una niña está enferma y tú te ofendes? ¡Vuelve ya!"
Chase miró la pantalla unos segundos y no pudo evitar reírse. Esa era la hija de Henry, no la suya. ¿Por qué debería importarle?
Y esa casa era de Wendy. Había vivido allí cinco años y ni siquiera sabía dónde se guardaba el arroz. ¿No era ridículo?
Estaban a punto de divorciarse. Mejor no enredarse más. Así que no respondió.
Pero Wendy no se dio por vencida.
Justo cuando iba a dejar el teléfono, volvió a sonar. Esta vez era su hermana, Stella, que empezó a regañarlo en cuanto contestó.
"¿No tienes conciencia? ¿Una niña está enferma y ni te importa? ¡Mi hermana te dijo que volvieras a hacerle una sopa! ¡Toda la familia te está esperando!"
Chase frunció el ceño. "¿Quién me está esperando?"
"Wendy, Henry, Joy y yo. ¡Cuatro personas! Vuelve y cocina. Joy quiere una pizza casera. No le gustan las de restaurante. Tú las haces."
El tono autoritario era casi cómico. Chase no pudo evitar incorporarse.
"Primero, Joy no es mi hija. No tengo ninguna obligación de cuidarla. Segundo, si quieren esperarme, adelante. No pienso ir. Y por último, desde el punto de vista médico, la pizza no es adecuada para una niña enferma. Es difícil de digerir."
Al otro lado, Stella se quedó atónita. ¿Chase podía hablar así de claro?
"¿Es Chase? Déjame decirle unas palabras."
Stella, visiblemente molesta, le pasó el teléfono a Henry.
"Chase, no nos conocemos, pero quiero disculparme. No debí entrar en tu casa sin permiso. Es solo que Joy está enferma y no hace caso. Si te molesta, me la llevo ahora mismo. Pero no deberías evitar tu propia casa por nosotros."
Sus palabras acorralaban a Chase, como si él fuera el mezquino con una niña.
Chase se humedeció los labios por costumbre. Años intentando agradar a Wendy y su carácter poco conflictivo le dificultaban responder.
Pero no iba a volver.
"Señor Henry, no nos conocemos porque cuando saqué a Wendy de aquel accidente, usted ya se la habían llevado. No importa. No somos personas que necesiten conocerse."
De fondo, Stella gritó: "¿Qué quieres decir con 'su casa'? ¡Esa casa es de mi hermana! ¡Puede traer a quien quiera! ¿Qué derecho tiene él a decidir?"
"Stella." La voz de Wendy cortó de golpe. "Basta."
Pero Stella insistió. "¿Acaso miento? Tú compraste esa casa. ¿Qué tiene que ver él? ¡Solo es un parásito intentando sacar dinero!"
Siempre había tenido prejuicios contra él, y después del matrimonio, ese odio solo creció. Stella adoraba a Henry y creía que Chase le había quitado su lugar.
Su madre lo había explicado mil veces: Henry se había casado con otra persona en el extranjero, pero Stella se negaba a aceptarlo.
Chase no necesitaba escuchar más.
"Tiene razón. Esa no es mi casa."
Dicho esto, colgó y puso el móvil en silencio.
Stella y Henry miraron la llamada cortada, ambos sorprendidos.
"¿Me colgó? ¿De verdad piensa volver?"
Pero Wendy sintió otra cosa: pánico. No sabía explicarlo, pero sentía que había perdido algo importante.
Había llamado a Chase esa tarde para compensar que había olvidado su cumpleaños. Pensaba invitarlo a cenar. No esperaba que todo se descontrolara así.
Pero los años de poder habían torcido su carácter. No podía rebajarse y reconciliarse con Chase.
La pantalla de Chase se iluminó con un nuevo mensaje:
"Vuelve ahora mismo. Si no lo haces, cambiaré la huella y la contraseña. No volverás a entrar.
Una amenaza clara."
Chase negó con la cabeza y suspiró, resignado.
Ya habían firmado los papeles del divorcio. Si ella quería quitarle el acceso, que lo hiciera.
Respondió: "Está bien."
Wendy, furiosa, llamó de inmediato. Él no contestó.
Las ganas de escribir en su blog desaparecieron. Se quedó inmóvil frente al ordenador mucho tiempo, el cuerpo rígido como una piedra. No entendía cómo su vida había llegado a ese punto.
Si no hubiera aceptado casarme con Wendy, quizá ya sería un cirujano reconocido, mostrando al mundo de lo que soy capaz en un quirófano.
La tenue luz de la pantalla era lo único que iluminaba la habitación, proyectando sombras sobre el rostro pálido de Chase.
Sin duda, era un hombre atractivo. Desde la secundaria, las chicas siempre lo habían perseguido.
Pero nunca tuvo tiempo para el amor. Siempre estuvo centrado en sus estudios. No quería desperdiciar su talento.
Hasta que conoció a Wendy.
Wendy no era la chica más guapa que había visto, pero sus lágrimas... cayeron directamente en su corazón en el peor momento de su vida.
Ardían. Dolían tanto que no pude decir que no.
Era un ciclo sin salida. Si no se casaba con ella, su madre no recibiría la ayuda que necesitaba. Quizá habría muerto aún antes.
No había escapatoria.
Gracias a Dios solo duró cinco años. Había llegado al final. Ahora podía empezar de nuevo.
Su amor por Wendy se había desgastado tras años de decepciones. Solo quedaba arrepentimiento.
Arrepentimiento por no haber recibido nunca su amor. Quizá incluso un poco de celos hacia Henry.
Su móvil volvió a iluminarse.
Wendy escribió: "Te doy una última oportunidad. Dime dónde estás. Iré a buscarte."
Chase miró el mensaje, confundido.
¿Venir a buscarme? ¿Para qué? ¿Para ver cómo tú y Henry juegan a la familia feliz?