Lucía entró corriendo por la puerta del gimnasio de la escuela. Ni siquiera había tenido tiempo de correr a casa y cambiarse. Su hijo estaba en cuarto grado y estaba muy orgulloso de estar en el equipo de lucha libre. Tenía un partido que había comenzado hacía veinte minutos y ella rezaba por no haberselo perdido. Odiaba perderse cualquier evento en su vida.
Corrió a través de las puertas y encontró donde estaban sentados los niños. Se acercó a él y quiso darle un beso, pero sabía que eso lo avergonzaría frente a todos sus amigos.
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