Capítulo 52 Sumergidos en un mar de tristeza
El movimiento de las agujas del reloj era lo único que perturbaba el silencio en aquella habitación, marcando el transcurso del tiempo que para ellos parecía detenido, sentados en el suelo, recostados en una de las paredes del baño, rodeado del caos que representaba los miles de fragmentos de cristal esparcidos por el piso; mientras Anette se aferraba a él con tanta fuerza que sus nudillos se tornaban blancos.
¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿minutos?, ¿horas?, no lo sabía; pero los ojos de Anette parecían haber perdido la capacidad de llorar, su cuerpo había dejado de temblar, sumergiéndose en una calma tan frágil que podría ser perturbada, en cualquier momento; por el simple susurro del viento.
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