Capítulo 325 Hora del espectáculo
Spidra, con su delicada belleza casi etérea, se asemejaba a una diosa sacada de un mito. Su rostro, aunque feroz, poseía una elegancia inquietante que rivalizaba con la de Celine. Se movía con la gracia de un depredador, su mera presencia llamando la atención.
Silas, sonriendo como un gato que acaba de acorralar a un ratón, creía que ella simplemente estaba encantada con el elegante Lamborghini. Lo veía como una oportunidad para burlarse de Lucas, el hombre que había comprado el coche después de una leve lesión por quemaduras.
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