Capítulo 87 Nuestra boda (parte 1)
Adara
Nos fundimos fuerte en un abrazo interminable, me besaba en la frente, era imposible no llorar. Era más alto, desde hace años me sacaba más de una cabeza; ya no era ese delgado y escuálido niño rubio de centelleantes ojos azules. Ahora era grande, fornido e irreverente, leal a su familia, desde la carta recibida por nuestro padre. Cuando cumplió los dieciocho años se le vio un cambio notorio.
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