Capítulo 2 Edward
P.O.V. de Edward
Estoy de pie en la ducha y el agua caliente cae por todo mi cuerpo. Mientras mi sumisa me complace con una increíble felación, mis gemidos de placer llenan el aire. No recuerdo su nombre, ya que no importa, porque no es más que una esclava para mí, cuyo trabajo es obedecerme pase lo que pase.
Ella está de rodillas frente a mí, con las muñecas atadas y los tobillos detrás de su espalda. Disfruto contorsionando su cuerpo en posiciones incómodas.
La aparto de mí una vez que me ha satisfecho. Me lavo, apago la ducha, y luego me agacho para liberar sus extremidades.
Ella se levanta y corre al armario para recuperar mi bata de baño. Se acerca por detrás de mí y me pone la bata.
Me gusta cómo sigue cada regla que impongo, pero ya he tenido suficiente de ella, ya que ha sido mi esclava durante dos semanas. No puedo soportar ver la misma cara de chica durante más de una semana, por lo que cambio a menudo de sumisa.
Son mis criadas, mis esclavas, mi propiedad, y tengo la autoridad para hacer lo que quiera con ellas. No las obligo; se entregan a mí con placer. Anhelan ser gobernadas por mí o por mi hermano, Sid.
-Estoy cansado de ver tu cara todos los días, así que eres libre de irte.- Mientras ella ata el nudo de mi bata, la aparto.
-Disfruté mucho sirviendo como tu sumisa, Amo.- Se inclina ante mí, trayendo una sonrisa satisfactoria a mi rostro.
-Voy a prepararme. Cuando regrese a mi habitación, espero que hayas desaparecido. ¿Entendido?- Mis dedos se deslizan por mi larga y húmeda melena mientras le doy instrucciones, y luego me dirijo a mi vestidor.
Me pongo un traje negro de Armani y abro el cajón. Me pongo un reloj, luego uso el secador para secar mi cabello antes de atarlo con una goma.
-El pelo largo me queda bien.- Me acaricio la barba, disfrutando de mi gloria.
Después de prepararme, regreso a mi habitación. Una criada ya ha entrado en la habitación con un vaso de jugo para mí. Mantiene los ojos en el suelo porque nadie puede hacer contacto visual con los hermanos Wilson en esta mansión sin su consentimiento.
Levanto el vaso y tomo un sorbo de jugo, luego lo coloco de nuevo.
Llaman a la puerta.
-Adelante.- Al permitirlo, la puerta se abre y mi asistente, Paul, entra en mi habitación, con su tableta en la mano para informarme de mi agenda.
-Paul, cancela todas las reuniones de hoy porque estoy ocupado.- Le ordeno, moviendo el dedo hacia él.
Hoy estoy ocupado porque tengo que encontrar una nueva esclava para mí.
Le pido que se vaya con la mirada mientras abre la boca para hablar; él asiente y se va sin decir una palabra.
-Señor, el desayuno está listo.- La criada también se va después de decir esto.
Salgo de mi habitación y, camino a la mesa del comedor, mi mirada se dirige a una impresionante obra de arte: una pintura divina.
Como ávido coleccionista de impresionantes obras de arte, me enorgullezco de exhibir mi colección por toda mi lujosa residencia. Sin embargo, la adquisición de esta pintura parece haberse escapado de mi mente.
-Quiero conocer al artista de esta obra maestra.- Murmuro mientras me absorbo en la pintura celestial del paisaje.
-Rosy...- Llamo a la criada mayor de la mansión, gritando. Ella debe saber quién trajo esta pintura.
Una criada que trabaja allí me escucha e inquiere, -¿Necesita algo, señor?
-¿Sabes quién trajo esta pintura?- Dirijo mi dedo hacia la pintura.
-Una criada dibujó esta pintura.- Mis ojos se abren de par en par al descubrir esto porque no esperaba que la criada de esta casa fuera la creadora de esta exquisita obra maestra.
¿Quién es ella? Quiero conocerla.
-Envía a esa criada a mi habitación ahora mismo.- Le ordeno, y ella se va inmediatamente después de asentir.
Admiro la pintura. Me encanta, y me da algo de consuelo.
Me salto el desayuno y regreso a mi habitación porque conocer al artista de esta pintura es más importante para mí en este momento que desayunar.
Camino impacientemente por mi habitación, esperándola.
Cuando escucho un suave golpe en la puerta, miro instantáneamente hacia la puerta y permito, -Pasa.
Una chica entra en la habitación, jugueteando nerviosamente con sus dedos. Es atractiva, y es perfecta para ser mi próxima esclava.
¿Es ella una artista?
-¿Hiciste esa pintura que vi abajo?- Le pregunto.
-Sí, señor.- Responde tímidamente.
-¿Cuál es tu nombre?- Frunzo el ceño con escepticismo.
-Mi-Mia.- Tartamudea, pegando sus ojos al suelo.
Me acerco a ella mientras escruto cada movimiento que hace. Tiene las manos temblorosas, y puedo ver cómo le aparecen gotas de sudor en la frente.
¿Tiene miedo?
¿Por qué?
¿Está mintiendo?
¿No es ella la artista?
Necesito averiguar las cosas, y sé exactamente cómo hacerlo.
Si está mintiendo, nadie puede salvarla hoy, porque odio a la gente que miente.
Voy a mi estudio y regreso con un archivo y un lápiz en un abrir y cerrar de ojos.
-Siéntate.- Le ordeno, señalando la cama.
Ella da pequeños y tímidos pasos hacia la cama, se sienta en el borde, y juega con el dobladillo de su uniforme de criada mientras mantiene los ojos en el suelo.
-Dibújame.- Le entrego el archivo y el lápiz.
Ella abre el archivo y tiembla mientras sostiene el lápiz. Me acerco a mi silla con respaldo alto y tomo asiento, mi mirada fija en ella.
Ella está nerviosamente golpeando su pie en lugar de dibujar. Ahora estoy seguro de que está mintiendo; ella no es la artista.
¿Cómo se atreve a mentirme?
Mis cejas se fruncen de furia.
-Te pedí que hicieras algo. ¿Estás sorda?- Mientras trueno, apretando los brazos de la silla, ella se estremece de miedo y el lápiz de su mano cae al suelo.
-Recoge el lápiz y dibuja.- Ordeno en un tono sombrío, mirándola fijamente.
No pararé hasta que escupa la verdad de su propia maldita boca.
-No puedo dibujar. Lo siento, señor.- Se levanta y se disculpa.
-¿Por qué no puedes dibujarme si puedes pintar esa magnífica pintura?- Me acerco a ella y pregunto, acercándome mucho a ella.
-P-porque.- Sus labios tiemblan de miedo.
-Porque me mentiste. No eres la artista.- Levanta la vista hacia mí en shock.
-Baja la mirada.- Mientras grito, ella baja inmediatamente la mirada y aprieta el dobladillo de su vestido.
-Lo siento, señor.- Se disculpa de nuevo y las lágrimas corren por sus mejillas, pero no me afecta. Ella cometió un error, y ahora debe pagarlo.
-Inclínate en la silla ahora.- Digo en un tono autoritario, señalando la silla.
-Per
-Dije ahora.- Mientras gruño, ella se estremece y cumple de inmediato con mi orden.
Una sonrisa malévola se extiende por mi rostro mientras me paro detrás de ella.
-Agarra los brazos de la silla porque no quiero que te caigas.- Ordeno mientras levanto su vestido para revelar sus nalgas desnudas.
-Tienes un culo tan bonito, y se verán más exquisitos cuando estén adornados con marcas de mi azote.- Mientras acaricio erótica sus nalgas, escapa una risa malvada de mi boca.
-¿No sabes maldita sea que desprecio a las personas que me mienten?- Mientras le doy un firme apretón en las nalgas, ella suelta un gemido placentero y se aferra a los brazos de la silla.
¡Pam!
-Me disculpo, señor...- grita y se estremece cuando mi mano golpea sus nalgas.
¡Pam! ¡Pam!
-Odio a los malditos mentirosos.- Grito, golpeando sus nalgas juntas e imprimiendo mis dedos en ellas.
¡Pam!
¡Pam!
La estoy golpeando tan fuerte que algunos cabellos de mi cola de caballo caen sobre mis ojos. Solo quiero asegurarme de que piense dos veces antes de mentirme en el futuro.
-Lo siento, señor.- Ella suplica perdón todo el tiempo, gimiendo mientras le doy fuertes azotes, desahogando mi ira.
Aparto mi cabello de mis ojos, y al ver mi obra de arte en su trasero, mis labios se curvan en una sonrisa traviesa.
-Ahora dime dónde puedo encontrar a la artista de esa pintura cautivadora.- Cojo un puñado de su cabello y le jalo la cabeza hacia atrás, gruñendo, -Esta vez, maldita sea, quiero la verdad.
-Ella está en el cuarto cinco, señor.- Responde, y suelto su cabello.
-Ahora lárgate de mi habitación ahora mismo.- Ordeno, y ella se levanta inmediatamente y sale corriendo de la habitación.
Es hora de enfrentar a la artista de esa cautivadora obra de arte y castigarla por mentirme. Pero ¿por qué demonios me mintió?