Capítulo 39 Un ángel de nombre: ariadna rinaldi
Alba caminó con lentitud hacia la salida. Con el corazón destrozado y la desesperanza reflejada en su rostro, estaba a punto de abandonar la droguería cuando de pronto sintió que alguien tocaba su hombro. Volteó y observó a una señora de unos sesenta y más años, de mirada dulce, de finas facciones, de rostro apacible.
—Muchacha disculpa que me entrometa, escuché que necesitas unos remedios para tu niño —mencionó con su delicada voz.
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