Capítulo 8 Ricitos de oro, se queda con los lobos
Lo primero que hice fue ir por mi ropa, mi camisa había quedado hecha trizas, solo logré salvar mi ropa interior, pantalón y zapatos, los humanos perecían tener algún problema con la desnudez ajena así que tenía que cambiarme antes de ir por ella, no quería matarla... de un infarto.
Su ventana tenía un borde en el cual me subí y la observé por un extremo de la cortina, parecía un cervatillo asustado, estaba metiendo todas sus pertenencias en unas malatas que tenía sobre la cama, quería huir, ¡oh no, linda! Sin duda despertaría mi instinto de cazador, ella ahora era mi presa y sin duda la seguiría hasta el fin del mundo de ser necesario para atraparla.
Cuando se sentó en la cama y cubrió su rostro aproveché para entrar en sigilo y desenchufar la televisión, seguido de eso me fui a esconder en el baño en espera de que notara la anomalía del silencio en el ambiente, claramente era más fácil tocar la maldita puerta y llevármela en cuanto abriera, si no abría podría tirar la puerta, pero quería hacerlo de esta manera llena de suspenso, esperaba que tuviera pesadillas con este momento.
Escuché el movimiento del colchón seguido de su insistencia con el botón de la vieja televisión para intentar encenderla, salí de mi escondite y la miré inclinada sobre la cómoda mirando el enchufe de la televisión, la vista era buena no lo negaría, mis ojos normalmente no se posaban en las humanas, pero sin duda ese trasero era digno de admirar, me preguntaba si serían tan suaves como se miraba el resto de su piel, sin duda quedarían con un buen tono rosado en ellas después de unas cuantas palmadas, me acaricie el labio con el pulgar, de repente el matarla ya no me parecía tan alentador.
— No te dijeron que si dejabas la ventana abierta en la noche los monstruos podrían entrar por ti...
Ella solo dio un brinco y se giró, al verme sus ojos se abrieron de par en par y sus pupilas se dilataron un poco, su corazón comenzó a latir como si acabara de terminar de correr un gran maratón o como si estuviera en medio de un acto sexual salvaje, retrocedió presionando ese bonito trasero con la madera de la cómoda y se agarró al filo de ella, sus ojos recorrieron mi torso desnudo y un ligero rubor se formó en sus mejillas para después voltear a ver la puerta, no entendía por qué aparto sus ojos de mí, tenía un físico deslumbrante y sin duda más llamativo que esa puerta, pero la ratoncita creyó que podría escapar de mí, mi instinto de cazador se encendió y basto solo con extender el brazo y elevarlo para detenerla y separar sus pies del suelo.
Quería librarse de mi agarre, pero lo único que conseguiría con eso era que mi lobo interior quisiera someterla, así que la rodeé con mis brazos, era tan pequeña, tan frágil, no me costaría usar la cuarta parte de mi fuerza para romper sus huesecillos, me llevé la mano a la parte trasera de mi pantalón y tomé un paño impregnado con la esencia de una flor que hacía dormir a los humanos, su cuerpo se puso un poco más pesado al poco tiempo.
La tomé en mis brazos y salí del lugar con ella, sus pechos se presionaban contra el mío y me causo una oleada de excitación intensa, debía de estar volviéndome loco, tenía un delicado aroma, suave y dulce, pero demasiado leve, me dieron ganar de clavar mis colmillos en ella... tenía intención de llevarla a casa con los demás, pero preferí evitar levantar tentaciones en los idiotas y la fui a encerrar a la bodega con Ryan y para asegurarme que ese idiota no la tocara lo mandé atar así como a ella también, a Ryan no le costaría nada deshacerse de las ataduras, pero hacerlo era una desobediencia a mí.
A la mañana siguiente cuando me levanté al salir de la casa mis canes me siguieron, habían tenido cachorros, uno de ellos era débil y más pequeño que los otros, no me importó cuando los demás se pusieron a jugar con ese como una pelota, podía verlos patear al animal desde donde estaba, no entraba porque aún no decidía que hacer con la humana, no era la pareja de un lobo para no tomarle importancia, quizás dejarla ir con una advertencia era más que suficiente, de igual manera si se atrevía abrir la boca terminaría en un psiquiátrico.
Su vocecita en un intento de grito molesto salió de la bodega llamando mi atención, pero mis lobos no le dieron importancia, lo siguiente que nadie lo vio venir y sin duda nos sorprendió fue ella corriendo para proteger al animal con su cuerpo, comenzó a recibir patadas y con cada golpe crecía mi impotencia y enojo al ver que estaba siendo lastimada, pero mis perros, padres del cachorro que jamás se hubieran puesto en contra de un lobo, mordieron a los chicos para defenderla, entré al lugar antes de que las cosas se hicieran más grandes.
Ella levantó el rostro, me observaba con los ojos muy abiertos, esta vez su corazón latía de una manera desenfrenada que temí que pudiera detenerse su pequeño corazoncito, con eso de que los humanos eran defectuosos en más de un sentido, me agache flexionando mis rodillas y abriendo las piernas para apoyar mis ante brazos en ellas, sus ojos estaban enrojecidos y húmedos, de pronto me nació la necesidad de dejar inválidos a mis lobos.
— No la mates Rex, la tomaré como mi pareja...
La voz de Ryan llegó de repente, ignore las ganas de lanzarle una mirada asesina y me mantuve a raya observando el azul de los bellos ojos de la chica, Ryan estaba idiota si pensaba que lo dejaría quedársela, mi lobo interior demandaba pelear con él para que se alejara de ella, por primera vez estaba de acuerdo con los humanos en reprimir en esta ocasión mis impulsos, no sabía con qué intención lo hacía Ryan, para salvarla de la muerte o porque quería encamarse con ella, sea cual sea la razón no permitiría que se convirtieran en pareja, sobre mi maldito cadáver,
— No voy a matarla... - mis palabras parecieron asombrar a más de uno, no me importaban ni un carajo, había algo rondando mi cabeza... — ¿Por qué salvaste al cachorro?
Ella se quedó en silencio unos segundos, miró el piso y después sus ojos se posaron de nuevo en mí.
— Lo estaban lastimando
— ¿Y? Es un animal débil y tú no eres más fuerte que los que lo agredían para protegerlo, es supervivencia básica, no entiendo tus razones.
— Toda vida tiene valor, los más fuertes deben proteger a los débiles no aprovecharse de ellos, lo que tú llamas supervivencia yo lo llamo egoísmo, el pensar en uno mismo solo conlleva a perder la humanidad.
— Sin débiles no existirían los fuertes... si no puedes cuidar ni proteger de ti mismo no sirves para proteger a los demás, fue estúpido lo que hiciste... - su rostro se tornó molesto y sus ojitos se llenaron de ira.
— La fuerza no tiene que estar peleada con la inteligencia, Rexon, no puedo creer que hasta un can pueda entenderlo pero tú no...
Levanté ambas cejas con asombro, nadie se atrevía a llamarme Rexon en mi cara, además de decirme tonto de una manera indirecta, teníamos puntos de vista muy diferentes y me costaba entender como era que esa cosita pequeña y frágil me retara hablándome de tal manera, cuando no habida duda que con un movimiento rápido de mis manos se quedaba sin cabeza, era consiente de la diferencia de poder entre nosotros y aun así tenía las agallas para defender sus ideales... impresionante, me la quedaría como mascota.
— Nuestra sociedad se mantiene oculta de los tuyos, te perdono la vida, pero te quedarás aquí para ser mi sirvienta, bienvenida a la manada, ricitos de oro.
Me puse de pie para salir del lugar ignorando las miradas de asombro de los demás, su voz me hizo detenerme.
— Yo no diré nada de los colmilludos ni de ustedes...
Me sorprendió que supiera como llamábamos a los chupasangre, pero pudo haberlo escuchado de cualquiera de nosotros, no le puse la más mínima atención, salí del lugar ignorándola, si pensaba que con eso la dejaría ir estaba muy equivocada, ricitos de oro se quedaba con los lobos de ahora en adelante.