Capítulo 1 ¡El Rey regresa para salvar a su familia!
―¡Gabriel, la empresa ha quebrado! Mamá y papá tuvieron que quitarse la vida saltando del edificio; han pasado cinco días y aún no se han encontrado sus cuerpos... Los Cuatro Grandes Clanes se han repartido ahora todas nuestras posesiones familiares. Amanda López se ha hecho cargo del negocio familiar y ha anunciado su compromiso con Hugo Báez. Pronto van a celebrar la fiesta de compromiso. ¡Todavía debemos a los Cuatro Grandes Clanes 300 millones de dólares! Quieren que se los devuelva o me venderán como esclava... ¡Gabriel! ¿Todavía estás vivo? ¿Dónde estás? Te echo tanto de menos... de verdad, de verdad que te echo de menos... ¡Oh no, están aquí! No creo que pueda escapar ahora...En mi próxima vida, espero renacer como tu hermana otra vez. ¡Lo siento mucho, yo... ay! ¡Bestias! ¡Quítenme sus sucias manos de encima! ¡Suéltenme ya...!
―¿Sigues intentando pedir ayuda, nena? ¡Nadie en su sano juicio va a venir a salvarte! ¡Sigue! ¡Sigue gritando! ¡A nadie le importa! Acepta tu destino, buena chica...
Un momento después, se oyó una risa diabólica y el sonido del teléfono estrellándose contra el suelo y siendo aplastado bajo los pies... ¡y luego el silencio total!
Gabriel Solis encendió el teléfono por primera vez en cinco años y la noticia le cayó como un rayo. Siendo un soldado de nervios inquebrantables que había servido en campos de batalla sin miedo, el frenético mensaje de voz de su hermana lo devastó por completo.
Por mucho que lo intentara, era un golpe terrible del que no podía recuperarse. Sus padres habían sido obligados a suicidarse. No sólo eso, su prometida le había traicionado al confabularse con viejos enemigos para destruir a toda la familia Solis, ¡y ahora iba a casarse con la misma persona que había conspirado contra él en primer lugar!
Su hermana menor iba a ser vendida como un trozo de carne, y se desconocía su paradero. No tenía ni idea de si seguía viva o no. Cada noticia no hacía más que avivar su rabia hasta que estuvo a punto de perder la cordura. ¿Qué sentido tenía ser alguien a quien todas las naciones temían, con un poder y una influencia tan grande?
Su familia había desaparecido, todo lo que le importaba había desaparecido. ¿De qué le servían ahora el poder y la influencia?
Su furia no tenía límites. Inmediatamente dejó todo lo demás a un lado; su primera prioridad era volver a casa tan rápido como pudiera...
―¡Informa al cuartel general de Dalas! ¡Cierren la carretera! ¡Necesito volver a Claritas lo más rápido posible!
―¡Sí, señor!
El cuartel general de Dalas transmitió la orden de que la carretera de ocho mil kilómetros que se extendía desde la frontera norte hasta la ciudad de Claritas fuera sellada de inmediato. Sólo había un jeep solitario que se precipitaba por la carretera durante todo el trayecto, conduciendo a toda velocidad hacia Claritas...
Dentro del jeep, Gabriel cerró los ojos, con el rostro lleno de angustia. La rabia ardía en su interior; parecía un león salvaje y feroz, que infundía tanto miedo como respeto.
―¡Más rápido! Conduce tan rápido como puedas. ―Tenía los ojos enrojecidos; su voz sonaba ronca y tensa.
Felicia, la conductora del jeep, sintió que le dolía el corazón al ver la pérdida de compostura de Gabriel. En los cinco años que llevaba trabajando con él, nunca había visto a aquel hombre de carácter férreo y nervios de acero perder así el control de sus emociones.
Él era un héroe en Narin, su lugar no tenía rival en los corazones de innumerables narinianos. Sus hazañas aterrorizaban a las naciones.
Aunque podía comprender la furia y la angustia de Gabriel, era incapaz de ofrecerle consuelo o alivio.
El hombre apretó los puños con fuerza, con una rabia asesina hirviendo a fuego lento en sus ojos. Ahora que sus padres habían muerto, Elisa era su único pariente vivo. Si algo le ocurría, jamás se lo perdonaría.
Hacía cinco años, le habían tendido una trampa deliberadamente. Alguien había drogado su bebida, él se había emborrachado y había forzado a una chica. Por ello fue detenido. Sin embargo, la chica se negó a presentar cargos, por lo que no fue a la cárcel. En su lugar, había sido exiliado a la frontera para cumplir su condena en el ejército.
Gabriel nunca había olvidado la expresión desesperada y sin vida de los ojos de la muchacha ni su rostro distante y bañado en lágrimas cuando le dijo que le perdonaría por su atroz acto...
Durante los últimos cinco años, se había aislado por completo del resto del mundo y había cambiado su nombre por el de Norman Salas. Se había distinguido en el campo de batalla por su valentía, logrando innumerables hazañas, lo que le había valido recibir un rango militar siendo aún joven.
A los 22 años, se había convertido en un oficial de alto rango. Ahora, a los 25, ¡sería coronado gobernante de Narin en tres días!
No había usado su viejo teléfono hasta hoy, cuando terminó su última batalla. Después de su ceremonia de coronación, tenía la intención de regresar a Claritas y reunirse con sus padres y su hermana, y luego hacer las paces con la chica a la que había agraviado. Sin embargo, ¡el mensaje de su hermana le había sumido en la desesperación en un instante!
Gabriel se obligó a calmarse, y la furia de sus ojos se transformó gradualmente en una rabia fría y asesina. «Gabriel Solis ha vuelto, malditos. Cuidado, Cuatro Grandes Clanes de Claritas... ¡se enfrentarán a mi ira!».
¡Los Cuatro Grandes Clanes habían conspirado contra él hacía cinco años! Gracias a ellos, había cometido un crimen incalificable y había perdido su reputación y prestigio, a punto de ir a la cárcel...
Ahora, se habían unido de nuevo para despojar a la familia Solis de todo lo que tenían, obligando a sus padres a suicidarse. No contentos con eso, iban a vender a su hermana como un objeto a subasta... ¡Era una lucha a muerte!
Felicia respiró hondo y luego informó:
―Mariscal, el servicio de inteligencia acaba de enviar una información. Han descubierto la ubicación de la señorita Solis. Todas las tropas estacionadas en Claritas ya están reunidas y esperando órdenes. En cuanto dé la orden, aniquilarán por completo a los Cuatro Grandes Clanes.
Un destello despiadado parpadeó en los ojos del hombre.
―¿Los Cuatro Grandes Clanes? ¡Matarlos es demasiado fácil! Quiero que sufran en la desesperación y el terror antes de que mueran... ¡Pero eso puede esperar! ¡Ahora mismo, lo más crucial es localizar a Elisa! ¡Rápido, que Inteligencia envíe las coordenadas de inmediato! Si algo le ocurre a mi hermana, ¡nunca se lo perdonaré!
―Sí, señor. ―Felicia guardó silencio unos instantes, y luego informó―: La señorita Solis está retenida en el lugar de subastas del mercado negro de Claritas.
―¡Vayan allí lo más rápido posible! ―El comportamiento distante y severo de Gabriel ocultaba su ira reprimida. Apretó los puños...
Si algo le ocurría a Elisa, incluso el más mínimo daño, ¡se aseguraría de que todos los implicados lamentaran profundamente sus acciones! ¡Nadie sería capaz de soportar la ira del Rey!