Capítulo 402 - La carpa de los niños
Ella
Hay docenas de niños en esta tienda de campaña, tal vez cientos, y mi corazón se rompe al verlos. Cada uno de los niños está acostado en una camilla médica, siendo atendido por un personal médico y trabajadores sociales muy pequeños que parecen agotados. -Dios mío, Isabel-, murmuro, mi corazón se me sube inmediatamente a la garganta. -¿Quiénes son... quiénes son todos estos niños...?- -Son los cachorros del campamento que están enfermos-, dice en voz baja. -Algunos de ellos tienen padres-, dice, señalando a una pareja que está sentada tranquilamente junto a la cama de su hija, leyéndole un libro aunque la niña apenas puede prestar atención porque está gimiendo de dolor. -Pero muchos de ellos-, Isabel dice, tomando mi mano y llamando mi atención de nuevo hacia ella, -muchos de ellos están solos. El resto de los huérfanos ya han ido al centro de adopción en la ciudad, pero estos... - -Necesitan ayuda-, digo, con la voz tensa y decidida. -Sí-, dice en voz baja. Y luego dirige su mirada a Cora. -¿Podrías... estar dispuesta a pasar un tiempo aquí? Podemos usar todas las manos que podamos conseguir-. -Querrás a las dos-, dice Cora, volteándose hacia mí para consultar. Y asiento con la cabeza hacia ella, pero me vuelvo hacia Isabel primero. -¿Hay niños como estos en el campamento humano también?- pregunto en voz baja. -Sí-, responde. -Una tienda tan grande como esta, llena. Tal vez más grande-. -De acuerdo-, digo, con el corazón roto. Pero esa determinación en mí que comenzó antes, se endurece. -¿Aquí hoy? ¿El otro campamento mañana?- pregunto, mirando a Cora, quien frunce los labios, evaluando el número de personas en la habitación. -Depende de la gravedad de los casos-, murmura, cruzando los brazos. -¿De qué están hablando?- Isabel pregunta, mirando entre nosotros y luego hacia Conner, frunciendo el ceño. -Estás a punto de ver algo muy genial-, responde Conner, dándole una sonrisa suave. -Pero solo... déjalos trabajar. Tienen su propio sistema-. Isabel se voltea hacia mí con una mueca, pero solo le doy un pequeño beso en la cabeza a mi bebé y luego comienzo. Cora y yo nos sumergimos de inmediato en la rutina que establecimos cuando estábamos curando a los hombres en el refugio después de sus batallas. Ella comienza hablando con uno de los médicos sobre los casos más graves, y yo pongo a Conner a trabajar como enfermero, mi antiguo trabajo, yendo de cama en cama y hablando con los niños y sus familias (si las tienen) con una libreta, anotando a aquellos que parecen estar en mayor peligro o con más dolor. Yo también me muevo, principalmente saludando a la gente, dejándolos ver al bebé, sintiendo el ambiente de la habitación con Isabel a mi lado para mostrarme cómo funcionan las cosas. Pero eso no dura mucho, porque Cora regresa bastante rápido. -Vamos, Ella-, dice, tomando mi mano y llevándome al rincón más alejado de la tienda. -Tenemos que actuar ahora. Este está... muy mal-. Y así nos ponemos a trabajar. ___________________ El tiempo pasa muy rápido mientras vamos de cama en cama, coordinando con los médicos y trabajadores sociales que ya están en el personal para asegurarnos de hacer el mejor trabajo que podamos en el poco tiempo que tenemos disponible. Pero en general, caemos en una rutina bastante estable de yo curando a los niños mientras Cora e Isabel consultan para determinar quién sigue. Conner se lleva a Rafe mientras yo curo, asegurándose de que esté contento cuando está lejos de mí. -Es un bebé muy bueno-, murmura Conner hacia mí la quinta o sexta vez que toma a Rafe de mis brazos y lo acomoda felizmente en el hueco de su brazo. -Es... muy tranquilo. No me lo esperaba-. -Bueno-, suspiro, sonriendo hacia él, -a Rafe le gusta más su papá que yo y probablemente le recuerdas a Sinclair. Ambos son...- Hago un gesto con la mano hacia el gran y musculoso cuerpo de Conner, -gigantes y eso. ¡Probablemente piensa que está en casa!- -No puedo creer que eso sea cierto-, dice Conner casualmente, sonriendo hacia Rafe. -Todos aman a la Luna-. Como si fuera una confirmación, Rafe emite un pequeño chillido feliz y me extiende una mano, que beso. Miro hacia arriba a Conner. -¿Me avisarás si necesita algo?- -Siempre-, murmura Conner, guiñándome un ojo y alejándose con el bebé, quien esconde su rostro contra el pecho de Conner, aparentemente preparándose para una siesta. Y así aparto mi atención, acercándome a la niña que me mira con ojos grandes en un rostro pálido. -Hola-, digo, sonriendo y sentándome a su lado, tomando su mano. -¿Cómo te llamas?- -Leah-, dice, la palabra apenas audible mientras escapa por sus labios agrietados. -Bueno, Leah-, digo, sonriendo mientras me acerco. -Sé que te has sentido bastante mal últimamente, pero voy a ayudarte a sentirte mejor, si eso está bien para ti-. Lentamente, Leah asiente y cierra los ojos, recostándose contra sus almohadas. Aprieto un poco su mano mientras miro hacia la silla vacía junto a ella, mi corazón se rompe al considerar que no tiene a ningún padre que se siente con ella. Pero aparto mi dolor por esta niña pequeña, porque no le va a hacer ningún bien, y luego cierro los ojos y accedo al don de mi madre, dejando que me recorra primero a mí y luego a ella, donde encuentro... bastante daño hecho. -Esto puede llevar un tiempo-, digo, sintiendo la presencia de Isabel a mi lado. -Está bien, Luna-, responde en voz baja, y sonrío un poco al escucharla decir ese nombre. -Tómate tu tiempo-. Las heridas de Leah son extensas: está golpeada y magullada por sus experiencias durante la guerra o por su tiempo aquí en el campamento. Pero también encuentro algo... más oscuro, más profundo dentro de ella. Realmente no sé nada sobre biología o qué órganos siento que están enfermos en ella (y tomo nota mental de conseguir libros o tomar cursos sobre el tema de inmediato), pero eso no importa realmente.
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