Por la razón de un loco
― ¡Infeliz! Por tu culpa todo se jodió ―le reclamó Martins enfurecido y sin dejar de apuntarme con la pistola. Mi herida había comenzado a sangrar con bastante profusión a pesar de que no había sido dañado ninguna arteria principal. La razón estaba sobre todo en la agitación que le hacía a mi corazón bombear la sangre de una manera alterada.
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