Capítulo 6 Descalabro
Descalabro
―Lo que aún no logro entender es el cómo hizo esa mujer y sus cómplices para poner en jaque a Cristian solo con una denuncia sin fundamento.
Esa duda me rondaba en la cabeza y me tenía sumida en la consternación total y absoluta. No me cabía en la cabeza el poder pensar en cómo era posible que un hombre tan poderoso y rodeado del respaldo absoluto de una empresa multimillonaria pudiese quedar a merced de una mujer que era malintencionada hasta los tuétanos y de eso no quedaban dudas, pero que no tenía ni de lejos los recursos suficientes como para montarle una ofensiva legal tan férrea como para poner en complicaciones a quien era el hombre más poderoso de la ciudad económicamente hablando.
Para explicarme eso, Ana aún tenía un par de revelaciones que hacer y que surgieron sobre todo después de que yo le contara lo que había tenido que sufrir por culpa del malnacido de Martins.
― ¡Ese hombre es el diablo en persona! ―sentencio ella apretando los dientes como para contener un convulso ataque de furia que le surgía desde las entrañas ahora que tenía que referirse a él. No sabía que ella tuviese mucho conocimiento de la persona detrás de ese mote de abogado, pero por lo que ella podía contarme se dejaba entrever que la participación del abogado en aquel vericueto de demandas y contrademandas era mucho más activa de lo que yo podía intuir. Se dejaba en claro que el traidor había accedido a quitarse la careta―, por lo poco que pude enterarme gracias al chofer… ese tal Martins le hizo el juego a tu jefe para poner en su contra a toda su gente de “confianza”. Por lo que sé, tu jefe ahora mismo ni siquiera tiene para un abogado, puesto que aquellos que intentaron darle una mano quedaron a merced de la maldad de ese sujeto y así logró hacer desistir a cualquiera que intentase hacer algo para ayudar a Cristian.
Aquel perfil con el cual Ana describía el proceder de Martins no se alejaba en lo absoluto de lo que yo sabía que podía ser el proceder de ese sujeto. Yo tenía en claro que la maldad contenida detrás de aquella fachada de pulcritud y elocuencia era tan grande como para poner en peligro a cualquiera, lo que nunca fui capaz de imaginar era que el asunto llegase a tener implicaciones tan devastadoras a ese nivel, pero Ana me reveló un detalle más que sirvió de complemento y respuesta cuando yo le planteé una duda que me surgió con naturalidad.
― ¡Pero es insólito! ¡Cristian tiene tanto dinero como para convencer a cualquier abogado de pelear por su causa!
Aquella exclamación de mi parte fue recibida por una expresión de condescendencia de parte de Ana, quien, a diferencia de mí, estaba enterada de lo que había originado aquel matrimonio que ahora resultaba en la trampa mortal y perfecta para la consumación de un plan que tenía implicaciones más allá de lo que yo hubiese podido imaginarme.
―En eso te equivocas Emi… Cristian Cavill “Tenía” suficiente dinero, tal parece que junto a la demanda por violencia en contra de su esposa, surgió también una querella por un fulano testamento que hace acreedora a su esposa del cincuenta y uno por ciento de su patrimonio neto. Tal parece que Cristian se casó con ella para cumplir una cláusula de ese mismo testamento que le obligaba a comprometerse y casarse antes de ser mayor de treinta años. Parece que la única opción viable que encontró el pobre fue casarse con la mujer que le recomendó aquel que él creía su amigo, pero todo resulto ser una trampa que solo estaba pensada para dejarlo en la quiebra. Ella pidió el divorcio y eso en automático le concede la mitad de la fortuna y ahora con la demanda por los supuestos hechos de violencia es posible que la rubia melindrosa se quede con todo y que Cristian no salga de la cárcel en un buen tiempo.
Aquella explicación de Ana parecía la revelación de una calamidad sin contestación. Ella sabía que yo estaba sufriendo al escuchar todo aquello, pero ciertamente no existía otra forma de contar eso. No había forma de llegar a la verdad sin atravesar por las vías del dolor. Después de haber tenido que sufrir todo lo que había sufrido en ese proceso, yo lo entendía a la perfección y no me quedaba de otra más que asimilar que nada de eso hubiese ocurrido si hubiese tenido el valor suficiente para enfrentarme a mis miedos cuando estuve a tiempo. Ahora no tenía oportunidad de lamentarme por el pasado si es que no me quería convertir en una mártir, después de todo yo solo había sido una víctima más y aunque no estaba de ánimo como para justificarme por nada, lo mejor era comenzar a pensar en cómo salir de ese hoyo de noticias malas y decepción.
¿Por dónde empezar? Era una cuestión sumamente contradictoria. Todo estaba patas para arriba. Mi corazón confundido, mi cuerpo maltratado y mi alma carente de la determinación necesaria para pensar en algo coherente. Antes de todo aquello había conseguido en el silencio las fuerzas de la vida necesaria para pretender tomar parte en el asunto como la única capaz de cambiar el rumbo de mi destino y ahora más que nunca volvía a necesitar esa fuerza que había perdido después de tantas malas noticias. Entonces apreté la mano de Ana con más fuerzas que antes. Cerré los ojos y le pedí hacer silencio. Ana se preocupó al principio, seguramente ella temía por mi estabilidad mental después de que yo tuviese que soportar todo aquello, pero al final, como buena amiga que era, me acompañó a ese silencio que mi alma tanto necesitaba y que me pedía a gritos.
Todo había sido dicho o por lo menos lo necesario para entender lo que estaba ocurriendo a mí alrededor, por eso sabía que ya no era necesario decir nada más, ahora solo necesitaba callar y dejar que fuese la vida misma la que comenzara a hablar.
El amor que había en mi alma no era cualquier cosa, yo lo sabía bien, a Cristian y a David los amaba con las fuerzas que no tenía y aunque las piernas no me acompañasen y aunque no supiera ni siquiera lo que podía llegar a hacer, yo sabía en algún lugar de mi alma que mi misión era resarcir el daño por el cual ellos estaban sufriendo. Estaba decidida: no permitiría que nadie nunca más le hiciera daño a las personas que eran importantes para mí.
Respiré hondo y sonreí. Por un momento me sentí terrible por ser capaz de sonreír en una situación así, pero mi alma me lo pedía, había sido demasiado el dolor como para seguir sumida en ese trance de autodestrucción. Aún quedaba mucho por sufrir, pero no sufriría de brazos cruzados. Yo estaba lista para ir al campo de guerra y plantarle cara a quien quiera que fuese que se me pusiera en frente. No sabía cómo, pero yo estaba lista para ir y recuperar la felicidad que me estaban arrebatando.