Capítulo 7 Pocos aliados
Pocos aliados.
―Ana, sé que lo que estoy por decirte puede parecerte una locura… pero quiero que sepas que sin importar la decisión que tomes yo estaré infinitamente agradecida por todo tu apoyo. Si decides hacerte a un lado y no involucrarte lo entenderé completamente y no espero que te sientas mal, por eso… quiero que sepas qué pienso hacerle frente a esos condenados.
Ana se me quedó viendo mientras sopesaba el peso de mis palabras. Ella era una mujer muy atenta cuando llegaba el momento de una conversación así de seria. No por nada tenía Ana la capacidad de comportarse como una madre preocupada para con sus amigos, sin embargo, aquello que yo le planteaba logró sacarla de sus cavilaciones, creándole un choque de confrontación enorme y bastante fuerte. Ella era mucho menos impulsiva que yo, por lo que casi nunca metía la pata y se tomaba con detenimiento la toma de cualquier decisión, aunque fuese una minúscula y en apariencia insignificante. Aquel planteamiento que yo le hacía, por consiguiente, no podía ser para ella una mera comunicación informativa, ella necesitaba entenderlo antes de dar una contestación coherente.
―Emi necesito que analices lo que te acabo de decir… ese hombre con sus cómplices logró socavar la estabilidad del hombre más poderoso del país y están a punto de quedarse con toda su fortuna ¿Tú crees que exista algo que tú puedas hacer así…?
La afirmación de Ana en forma de aquella pregunta quedó como a medio camino de lo que parecía ser una explicación mucho más extensa y que buscaba profundizar en una obviedad, sin embargo, a mitad de la frase se interrumpió como por culpa de un sentimiento de restricción y consideración ante mí. Yo sonreí y le hice saber que no había necesidad de callar, entre nosotras no había necesidad de ocultar nada.
―Cuando te refieres a estar “Así” ¿te refieres a que no puedo caminar?
―Emi por favor… sabes que no lo dije de esa manera ―Ana se mostró desencajada ante esa confrontación y aunque ni ella ni yo hablamos del tema como algo para molestarse, el ambiente de a poco se tornó tenso entre las dos.
―Lo sé Ana, yo lo tengo claro. Es solo que quiero que entiendas que esto no me detendrá ―al decir aquello golpeé mis piernas como un gesto de darle fuerzas a mi exclamación y al mismo tiempo soltar un instinto que me hacía querer provocar una reacción impulsiva en aquellas extremidades que no podía sentir―. Aún no he tenido el tiempo para reflexionar y adaptarme a la idea, pero estoy segura de que no me detendré, no por esto… tal vez sea un reto que me empuje a tener que trabajar y esforzarme el doble, pero no me detendrá, lo único capaz de detenerme sería el frío en un corazón muerto y sin esperanzas…. Esa era yo un par de semanas atrás, pero ya no más: Ahora he entendido que la vida está solo para quienes son capaces de atreverse a alcanzar la felicidad, aun por encima de los miedos y los temores…. No sé cómo lo haré, pero puedes tener por seguro que no permitiré que esos desgraciados se salgan con la suya. Haré hasta lo imposible, aunque sea necesario dar mi vida para ello, pero a mi hermano y a Cristian los liberaré de las garras de su maldad.
Ana se quedó pensativa después de tener que escuchar como mi corazón se sentía libre después de haber cargado todo ese tiempo con ese cúmulo de temores que ahora se habían convertido en una fuerza indetenible de determinación y valor. No era algo fingido ni siquiera era algo que pretendía aparentar algo que yo no era: Aquello me surgía como una necesidad indetenible que me conminaba a querer levantarme de esa cama aunque fuese a gatas.
Ella suspiró dejando salir el aire de sus pulmones con un gesto de liberación, entonces sonrió también como lo había hecho yo recién y me dijo:
―Emi, tú sabes que puedes contar conmigo para ir al final del mundo si es necesario… no tengo ni la menor idea de cómo pretendes hacerlo, pero en lo que sea que tengas y quieras hacer puedes tener por seguro que yo estaré a tu lado, dispuesta para lo que haga falta.
Escuchar a Ana decir aquello me llenaba de plena felicidad. Era una satisfacción y una buena noticia para sonreír en medio de ese dolor. Yo no podía levantarme con facilidad, por lo que me vi obligada a hacerle señas para pedirle que se acercara para poder estrecharla entre mis brazos. Ana me entendió y se acercó, así fue como pude sentirme viva nuevamente al escuchar el latido del corazón de esa mujer que no tenía mi sangre, pero a quien yo amaba como a mi propia hermana.
Ana hizo un esfuerzo para no maltratar los cables y tubos que se encontraban sobre mí, pero yo le resté importancia al asunto atreviéndome a comenzar a liberarme de esa que se sentía como una prisión. Ana explayó los ojos cuando vio como los cables comenzaban a caer a los lados de la cama.
―Emi lo siento, pero no creo que sea una buena idea que intentes lo mismo de la última vez… no te imaginas en el lío que se metió la doctora que te dio el alta médica ese día. Si no era por la intervención de tu jefe a su favor, antes de que se desatara la locura sobre él, la pobre mujer posiblemente ahora mismo estaría presa.
―Lo siento Ana ―le hice saber con un movimiento enfático de mi cabeza―, pero no pienso perder ni un segundo más… Esta conversación se ha extendido más de la cuenta, ¿no te parece?… a mí si me parece, por eso necesito pasar a la acción cuanto antes y para eso necesito encontrar a Arthur sin importar lo que haga falta.
Ana se encogió de hombros y dio una mirada hacia la puerta, entonces hizo un gesto de resignación y comenzó a ayudarme en la tarea.