Capítulo 8 Obstáculo inesperado
Obstáculo inesperado
―El chofer me pidió encarecidamente mantenerle informado de tu progreso… me pidió informarle, apenas lograrás despertar.
― ¡Bien! ―exclamé alegre de escuchar aquello, Arthur era justo la persona con la que necesitaba charlar, si de verdad quería hacer algo para tomarle el pulso a la situación―, entonces llámalo, dile por favor que necesito hablar con él cuanto antes.
Ana me prestaba atención, pero no se movió al escucharme decir aquello, lo que me ocasionó un poco de molestia, por lo cual la miré con cara de pocos amigos y le dije.
―Ana, por favor, no tenemos tiempo que perder.
Pero Ana seguía sumida en su meditación. Entonces me explicó:
―El chofer de tu jefe fue muy enfático en el peligro que corríamos todas las personas que podíamos de alguna manera hacerle la contra al plan de esos maniáticos, por eso no me dejo ningún número de teléfono ni nada. Él solo me dijo que te dijera que si querías hablar con él debías dirigirte a la tienda de las pasiones de su jefe…. No sé qué demonios significa eso, pero fue exactamente eso lo que él me dijo.
Ana me daba el mensaje mientras terminábamos de liberar mi cuerpo de los tubos de oxígeno antes de quedar completamente libre de esos artilugios. El mensaje para ella no era para nada claro, pero para mí, sin embargo, lograba tener un sentido bastante lógico, aunque esas precauciones de Arthur solo servían para dejarme entrever que las cosas estaban mucho más complicadas de lo que yo podía imaginar, puesto que si él se encontraba teniendo ese tipo de precauciones, quedaba sobrentendido que algo debía haber entrevisto ya. Tratándose de Martins y de Owen, cualquier cosa se podía esperar. Si es que era algo tan delicado, entonces con mayor razón debía apresurarme antes de que llegase a ser demasiado tarde.
―Ya sé a donde debemos ir ―le dije a Ana mientras me esforzaba por conseguir por lo menos una reacción de mis piernas, pero lo más que conseguí fue frustrarme de una manera atroz. Ana se dio cuenta de lo que me empeñaba en conseguir, por lo que me tranquilizó con un gesto y me dijo:
―No te preocupes, yo conseguiré una silla para llevarte. Lo que me preocupa es saber cómo haremos para salir de aquí.
―Tú consigue esa silla y algo de ropa para mí, lo demás imagínatelo como una aventura: Tendrás que esforzarte y correr si llegan a descubrirnos.
― ¡Emi, ¿estás consciente de que si nos pillan pueden acusarme de secuestro?! ―me dijo Ana con cara de terror.
―Y créeme que si eso llega a pasar yo te echaré a ti toda la culpa y les diré que me querías llevar para venderme en el mercado negro.
―Estúpida ―Espetó Ana con un gesto desencajado mientras me lanzaba una blusa que sacó de su bolso y me ayudaba a colocarme unos pantalones. No era lo más agradable del mundo el tener que vestirme en esas condiciones, pero si queríamos salir cuanto antes de ahí no había tiempo que perder.
Al terminar de vestirme con la ropa que Ana había podido llevarme como medida de precaución, volví a cubrirme con la sabana para disimular la situación, mientras Ana se iba a las inmediaciones del pasillo para tratar de conseguir una silla de ruedas para sacarme de allí. Solo podía rogar que ningún personal del hospital llegase a mi habitación mientras tanto, así que me hice la dormida acomodando apenas los aparatos para disimular lo más posible. No era la escenificación perfecta, pero en mi caso era lo mejor que podía hacer para mantener la pantalla que pretendíamos.
Al poco rato Ana regresó triunfante trayendo consigo una silla de ruedas y un uniforme de enfermera que hurtó de algún lugar que no me supo explicar. Aquello me pareció una hozada decisión de su parte, pero era justo lo que necesitábamos para poder salir de ahí. Según Ana, las proyecciones de los médicos eran las de mantenerme allí, más de una semana en observación, para ver cuál era la evolución de mi caso; no podíamos darnos el lujo de perder ni siquiera un día más.
Salimos al pasillo con el corazón en la boca. Yo estaba más acostumbrada a ese tipo de situaciones, Ana por su parte, por su naturaleza, ella siempre había sido más recatada y apegada a las normas y pocas veces se atrevía a incurrir en faltas como aquella, ahora, sin embargo, se encontraba apoyándome en aquel plan de huida.
― ¿Tu coche está abajo? ―le pregunté disimuladamente cuando no había nadie cerca de nosotros. Habíamos avanzado unos treinta metros de aquel largo pasillo dirigiéndonos siempre con la mirada al frente, mirando las puertas del elevador.
―Emi, ¿se te olvidó que mi coche te lo presté a ti y tú lo dejaste aparcado en la acera frente a la mansión de tu jefe?… mi coche fue remolcado por la policía y no he podido ir a reclamarlo por miedo a salir de este lugar.
Aquella información ponía las cosas más cuesta arriba, pero no por ello íbamos a dejar de avanzar. Los últimos pasos estaban a punto de dejarnos a la entrada del ascensor, cuando escuchamos una voz detrás de nosotros que me llamó por mi nombre. Mis piernas, que no sentían nada, sintieron en ese momento un congojo de terror.
― ¡Emi! ―exclamó aquella voz que se me antojaba familiar y conocida. Entonces, al mismo tiempo, Ana y yo, giramos el rostro al mismo tiempo para ver como Ethan corría hacia nosotros con una mirada de confusión en su rostro.
―Ethan ―espetó Ana con un gesto incierto que yo le escuché sin decir nada, sin entender del todo a que se refería cuando lo decía.
― ¿Qué demonio está pasando aquí? ―la pregunta de Ethan fue dirigida simultáneamente tanto a Ana como a mí. En su mirada confundida pude descubrir cierto aire de felicidad ahora que me veía que había vuelto a despertar, pero de manera también muy enfática se remarcaba un reclamo que no terminaba de entender en que se fundamentaba.
―Ethan baja la voz por favor ―le pidió Ana haciéndole gestos con el rostro mientras miraba en todas las direcciones―, Emi despertó hace rato y necesita salir de aquí cuanto antes.
Ethan bajó la mirada al poco tiempo, como si le costara poder mirarme, entonces yo le sonreí tímidamente aun sin tener del todo claro lo que debía decir. Después de todo, antes de que mi coche se estrellara contra el poste de la vía y también antes de que Rebeca me dañara la vida de manera tan drástica, yo había estado a punto de elegirlo a Cristian antes que a él a pesar de que él había estado a mi lado de manera constante e incondicional. Por eso, aunque yo nunca le había dado una esperanza tangible a Ethan, no podía no sentirme culpable de cierta manera ahora que tenía que mirarle a los ojos, sin embargo, por el bien de mi cometido, me esforcé grandemente para mantener la compostura y hablar con sinceridad pidiéndole de su colaboración.
―Ethan hay muchas cosas que no sabes y que yo quiero explicarte, pero antes de saber todo eso necesito que me digas si viniste en tu camioneta hasta aquí.
Mi pregunta tomó fuera de base a Ethan, quien frunció en entrecejo antes de responder de forma afirmativa con un movimiento de su cabeza.
― ¿Pero qué tiene que ver mi camioneta en todo esto Emi?
―Lo entenderás Ethan, pero ahora mismo solo necesito salir de aquí, por lo que te agradecería si eres tan amable de llevarme al lugar donde debo ir.
Al solicitarle su ayuda, lo que menos podía esperarme, después de haber contado con su apoyo irrestricto todo ese tiempo, era que Ethan en ese preciso momento encontrara el impulso para decirme que no rotundamente.
―Lo siento Emi, pero no puedo apoyar tu locura. Estuve contigo en todo este tiempo quedándome callado y guardando silencio, a pesar de que sabía que al final de cuentas todo lo que ocurría solo era parte de tus planes de estar cerca de él, pero no pienso ser parte de esto… ese tipo te hace mal y tú lo tienes que entender de una buena vez.
―Ethan, no, las cosas no son como tú crees ―Ana le explico interrumpiendo la explicación de él, pero su intención de conciliación terminó interrumpida por una exclamación grosera de Ethan, quien parecía del peor humor del mundo en ese momento.
― ¡Ana por el amor de Dios! No me digas que ahora piensas apoyarla en esta locura con ese sujeto… tú sabes bien que es una estupidez.
―Ethan, lo siento mucho, pero las cosas que están en juego van mucho más allá de un simple capricho de amor… sé que las cosas son muy confusas ahora mismo… pero de verdad necesito tu ayuda… ¿Puedo contar con mi amigo?
Ethan me escuchó al decirle aquellas palabras que me salían del corazón. Él no había dejado de ser mi amigo ni por un segundo y a pesar de todas las dificultades que habíamos tenido que vivir y afrontar, yo lo seguía apreciando con todo mi corazón; sin embargo, Ethan se plantó firme en esa nueva determinación suya, negando con franca sinceridad.
―Lo siento Emi, ya me cansé de apoyar esta estupidez tuya y no pienso permitir que sigas desgraciando tu vida por seguir detrás de ese sujeto que no vale la pena… ya mismo notificaré a la gente de seguridad.
Ethan sentenció aquello con un gesto de indiferencia, ni siquiera mi mirada acongojada le hizo un mínimo de afecto. Sentí de momento que todo se nos echaba a perder, fue entonces que vi a Ana moviéndose con una agilidad impresionante y con solo un paso se plantó frente a Ethan estrellando su rodilla en la entrepierna de él.
Ethan cayó como un peso muerto al suelo, al tiempo que Ana volvía a colocarse detrás de mi silla para adentrarnos en el ascensor. Antes de que la puerta se cerrará puede mirar por última vez el rostro de Ethan lleno de furia que se retorcía sobre el frío suelo del pasillo.