Capítulo 6 La apuesta
Alberto Cáceres
Días antes
Hace dos días que la vi y estaba más hermosa que la última vez que la ví, se que no me ama pero yo la voy a doblegar.
—¿Entonces Santiago, dime no confías en mis capacidades como para enamorar a Monserrat Navas? —le digo a mi amigo y socio.
—Claro que confío en tus capacidades, lo que no creo es que llegues a nada con la amargada de Navas, pues nunca se le ha conocido un novio y mucho menos pretendientes.
—Pero, ¿por qué hablas así de ella si ni siquiera la conoces? —Me río por las ocurrencias de mi amigo.
—Lo se pero es lo que la gente murmura, —niego con la cabeza
—Sabías que no puede dejarte llevar por lo que dice la gente, si en verdad no lo tratas —responde
—Bueno ya que veo que estás en modo defensa, apuesto un millón de dólares que ni siquiera llegas a primera base con Monserrat Navas. —Vaya esto va enserio hasta que sacó su chequera.
—Acepto, pero un millón no es muy poco, mejor que sean cinco —digo serio, pues sé que a Santiago le encanta apostar y sé que esta vez no va ser la excepción.
—Está bien, que sean cinco, pero con pruebas no quiero trampas. —Siempre he sido correcto nunca me gusta hacer trampa
—Estoy de acuerdo, pero qué te parece si la mejor manera de darte una prueba es que me casé con ella. —Desabrocho el botón de m saco y dejo salir una sonrisa de satisfacción
pues esta apuesta la pienso ganar, yo no estoy acostumbrado a perder y está vez no va ser la excepción
—Huy Cáceres tan confiado estás —dice llevando un trago de whisky su boca
—No estoy confiado, sólo digo lo que a mí me interesa lo consigo al precio que sea —digo, pues como a mi nada en esta vida me ha quedado grande y está vez como ya lo dije antes no va ser la excepción además yo ya tengo un arreglo con Pablo Navas y el más que nadie sabe a que se expone a su hija no cumplir el acuerdo que firmó su papito.
—Cuéntame el chiste y así reímos los dos —dice Santiago sacándome de mis pensamientos
—No es nada, sólo que ya me imagino a ti firmando el cheque a mi nombre con varios ceros al lado. —Eso ni lo piense querido amigo, esa apuesta la gané yo.
—Pero qué fanfarrón, estoy seguro que la amargada Navas no va a caer en tus pretensiones y eso te lo puedo asegurar.
—Eso lo veremos,—dejó salir una sonrisa de satisfacción, pues esta apuesta la tengo más que ganada, sólo es acosar a mi futuro suegro un poco y guala ganare la apuesta y de paso tendré a la mujer que siempre me ha desaparecido.
—¿Y qué tanto piensas que hoy has estado muy distraído? —dice Santiago
—En nada, bueno si solo pienso en mi futura esposa, —alzo mi copa y brindamos
—Eso lo veremos, Cáceres, eso lo veremos. —Terminamos y después cada quien coge su camino a yo por lo tanto voy hasta la empresa tengo que hablar con Alberto, necesito ponerme de acuerdo con Montserrat, después de conducir durante casi media hora llegó a las industrias Navas, pensar que muy pronto va ser toda mía y dejaré de ser un socio más ingreso a las oficinas ante la miradas de muchas de las secretarías, pero las ignoro sé que todas ellas caerían rendidas a mis pies para a mi solo me interesa sólo una Monserrat Navas, quien muy pronto dejara ese orgullo y se doblegarla a mi.
—Hola Pablo. —Ingresó a la oficina ante la mirada atónica de la secretaría pues ni siquiera la deje anunciarse, quien dijo que tengo que ser anunciado
—Lo siento señor Navas, pero el señor Cáceres no dejo que lo anunciara —dice la inepta de la secretaría de Pablo
—Tranquila Anny puedes retirarte, y bien a qué debo el honor de tu visita —dice.
—Estás nervioso o sólo son impresiones mías —digo al ver la reacción de Pablo al verme
—Bueno es que no te tengo buenas noticias—dice parándose a servir dos copas de coñac, me pasa un trago y se lo recibo llevando un sorbo a mi boca
—Y qué es eso tan malo, para que estés así recuerda que todo tiene solución—me levantó y voy hasta donde se encuentra y palmeo su espalda
—Es que no se como lo vallas a tomar—se gira y camina hacia su silla donde se sienta mientras lleva un sorbo de coñac a su boca
—Ya suéltalo, déjate de rodeos. —Me desespera que de tantos rodeos.
—Monserrat se fue. —Abro mis ojos como platos al escuchar lo que me dice Pablo.
—Como que Monserrat se fue, ¿a dónde cuando vuelve ella sabe que nos casamos prácticamente en 20 días? —digo.
—Se fue y no se a donde se fue, trate de cerrarle todas las puerta para que regrese, pero no, fue más su orgullo y no ha regresado. —Agacha su mirada
—¿Cómo se fue? a dónde diablos se fue ella sabía que nos íbamos a casar por que diablos se fue, ustedes saben a lo que se atienden si ella no cumple el contrato que usted firmó.
—Si y yo más que nadie lo sé, pero esto se me sale de las manos, —yo no voy a permitir que por culpa de una chiquilla estúpida pierda tanto dinero.
—Si yo lo sé, es por eso que tengo otra salida, mi hija Mónica está disponible. —Eso nunca yo quiero a Montserrat, a mi Mónica no me interesa.
—El trato fue por Monserrat, en ninguna de las cláusulas dice que sí Monserrat no acepta me caso con Mónica así que dile a la caprichosa de Monserrat que si no se casa conmigo en el tiempo estipulado todas las empresas Navas pasaran a mi nombre, así que piénsenlo muy bien antes de darme una respuesta que la esperó en tres días. —Salgo de su oficina echo una furia dejando Pablo con la palabra en la boca, no pienso escucharlo esto me puso de malas ahora no puede ser que por culpa de una chiquilla estúpida y malcriada tenga que pagar cinco millones de dólares pero esto no lo voy a permitir o si no Monserrat te vas acordar toda tu maldita vida de mi.