Capítulo 44 Nada más que cenizas
Los golpes sobre la madera la pusieron alerta, pero fue el dolor en el tobillo la que hizo que gimiera al querer moverse de prisa. Se encontró sobre la mullida alfombra blanca de la habitación de invitados de Elías y suspiró con fuerza, al darse cuenta que era la primera noche en mucho tiempo en la que dormía por más de cuatro horas seguidas.
Miró el reloj digital a su izquierda, estaba sobre la mesita de noche y al principio no pudo entender que al marcar las cuatro se refería al pasado meridiano, hasta que identificó la luz que lo corroboraba. Había dormido demasiado.
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