El temblor de su cuerpo era incontrolable. Su ropa empapada no se lo hacía más sencillo y el constante goteo de su cabello no le permitía que mermara su deseo por golpear a la escuálida mujer que le lanzó un baldazo de agua fría para despertarla.
No estaba segura de si le habían inyectado algo o si el contenido del plato que le ofreció la misma mujer era lo que le había provocado ese letargo, pero su cuerpo no respondía a las órdenes que le daba para buscar una salida.
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